El viaje a la frontera EE.UU.-México fue revelador para una Asociada de la Misericordia

Un viaje a la frontera EE.UU.-México en el otoño abrió los ojos de la Asociada de la Misericordia Barbara Quinlan Giehl a la realidad de los problemas de inmigración que anteriormente ella solamente había leído.

“Fue un viaje increíble”, dijo ella a El Mensajero Católico el 14 de noviembre, dos días después de retornar de una experiencia de inmersión en inmigración de una semana en El Paso, Texas y Juárez, México.

Del 6 al 10 de noviembre, Quinlan Giehl y siete Hermanas de la Misericordia y asociadas de la Misericordia fueron guiadas por dos guías en una serie de actividades en ambos lados de la frontera, dijo. Quinlan Giehl, alumna de la Escuela Secundaria Nuestra Señora de la Misericordia, ha sido asociada de la Misericordia por 27 años.

Las Hermanas de la Misericordia de las Américas auspiciaron el viaje, dijo el portavoz Bob Keenan, en coordinación con la Sociedad Misionera de San Columban.

El viaje incluyó una visita a la Casa Anunciación en El Paso, que es una organización sin fines de lucro que ofrece servicios para inmigrantes y personas que viven en la pobreza; observación de procedimientos en un tribunal de inmigración; discusiones con los oficiales de Aduanas y Patrulla Fronteriza de los EE. UU. que trabajan a lo largo de la frontera entre El Paso y Juárez y una visita a un campo de detención administrado por el departamento federal de Inmigración y Control de Aduanas.

“El objetivo de la Experiencia de Inmersión de la Frontera es humanizar y mostrar las caras y vidas de los inmigrantes — las luchas que enfrentan, los factores que les impulsan para dejar sus países de origen y cómo son tratados cuando llegan a los Estados Unidos”, dijo Keenan a El Mensajero en un correo electrónico. “La experiencia también refuerza el compromiso de las Hermanas de la Misericordia de las Américas con los inmigrantes y refugiados, haciendo un llamamiento para que se ponga fin a las detenciones, las deportaciones y la odiosa retórica dirigida contra las comunidades de inmigrantes “.

Una de las experiencias más reveladoras para Quinlan Giehl fue ver el muro físico que ya existe entre El Paso y Juárez. Ver el muro fue impactante después de haber escuchado tanta retórica política respecto a la construcción de uno, dijo.

“No estaba consciente de que ya había un gran, inmenso… muro”, dijo.

También fue impactante la pobreza extrema que vio cuando el grupo simplemente cruzó un puente entre los dos países, dijo Quinlan Giehl.

“Juárez, México, es muy pobre — es un país de Tercer Mundo”, dijo. “Y la violencia y los asesinatos; hay 10 asesinatos por día en esa pequeña área de México.”

Ella dijo que las mujeres que el grupo conoció contaron historias desgarradoras de la violencia infligida sobre ellas, y comentó que escuchar esas historias produjo la sensación de pesadez que sintió durante la mayor parte del viaje”.

“Parte de ello fue abrumador”, dijo Quinlan Giehl. “Uno piensa, ‘Algunas personas dedican toda su vida a esto (problema de inmigración). ¿Qué puedo yo hacer?’ ”

Pero entonces, dijo, ella recordó una cita del Padre Daniel Barrigan, sacerdote Jesuita que fue un activista en contra de la guerra y poeta: “Uno no puede levantar la lanza moral contra cada mal en el universo. Hay demasiados de ellos. Pero puedes hacer algo, y la diferencia entre hacer algo y no hacer nada es todo”.

“Cada uno de nosotros puede hacer algo”, dijo Quinlan Giehl. “Parte de lo que quiero hacer es traer esta información y difundirla y decir a otras personan lo que vimos, lo que realmente está pasando”.

Conocer a las personas en ambos lados de la frontera que están trabajando para mejorar las vidas de las personas en cada lado dio esperanza a Quinlan Giehl, dijo.

Una de las mujeres que conoció es una doctora que dirige una clínica para migrantes en Juárez y cobra a lo más $2 por una visita, dijo.

Otra mujer en Juárez empezó una biblioteca para niños en su casa hace 19 años y a partir de entonces ha ayudado a 46 niños a graduarse de la universidad, y lo hace todo con donativos privados, dijo Quinlan Giehl. La mayoría de los niños en Juárez son criados por madres solteras, y por eso el acceso a una educación buena es limitado, señaló ella.

“Además de ayudar con las tareas escolares, esta mujer les proporciona una comida”, dijo.

Quinlan Giehl también experimentó otro momento de esperanza y luz durante una vigilia — en la total oscuridad del desierto — con alrededor de 2,000 personas fuera de un centro de ICE.

“Nos impactó el tamaño del mismo, es inmenso”, dijo Quinlan Giehl refiriéndose al centro de detención. “Teníamos velas y linternas. Estaba completamente negro y cantamos canciones y coreamos. … Las luces en el centro de detención comenzaron a parpadear intermitentemente. Los detenidos individuales comenzaron a respondernos y dejarnos saber que sabían que estábamos allí”.

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