Una vez que decidimos ser cristianos necesitamos buscar, como los creyentes de todos los tiempos, la originalidad de Jesús y escuchar la novedad de su llamada: En esto consiste el seguimiento. Las primeras generaciones cristianas se preguntaban: ¿A quién estamos siguiendo? ¿Por quién estamos arriesgando la vida? Esa inquietud se refleja en los relatos de cada uno de los evangelios… una búsqueda constante y no con pocas dudas. No querían perder de vista a quién estaban siguiendo. Tampoco nosotros debemos perder de vista a quién seguimos.
Es difícil creer que Eliseo, en el Antiguo Testamento, abandona inmediatamente todo para ir detrás de Elías en la misión profética. No todos los que seguimos a Jesús somos capaces de responder así. Jesús no exige que nosotros seamos, de un día para otro, héroes o gente perfecta. Él comprende nuestras cobardías y nuestros defectos. Lo que nos pide es que no pongamos condiciones cuando decidimos seguirlo. Por eso es verdad que "ser Cristiano no es tener fe, sino irse haciendo poco a poco creyente"
Cuando consideramos la misión a la que hemos sido enviados como discípulos…el relato de los primeros 72 misioneros es una bocanada de aire fresco, Lucas 10, 1 -12, 17-20. En una sociedad que muchas veces es insensible, aprovechada y engañosa, es alentador saber que hay personas que se acercan a los demás con actitud de respeto, ternura y les ayudan a reconocer que "está cerca de ellos el Reino de Dios".
La tarea sigue siendo enorme, hay que ponerse en camino, sin miedo, sin cálculos, con el solo mensaje de paz (shalom= vida). La vida de los mensajeros es la que hace creíble este estupendo mensaje.
A mitad de camino de este jubileo de la Misericordia, la Palabra que leemos los domingos nos lleva de la mano hacia lo que es central en nuestra vida cristiana: Nuestra vocación y nuestra misión es la Misericordia. La figura del samaritano, que se detiene y deja para otro momento sus planes y preocupaciones y se dedica a curar y levantar al hombre asaltado en el camino es modelo de todo verdadero discípulo. No es una práctica religiosa, ni tampoco el cumplimiento de unos mandatos de la ley lo que da la vida verdadera, sino esto que la biblia llama Misericordia: La única reacción verdaderamente humana ante el sufrimiento ajeno. Este impulso, desde las entrañas, cuando se transforma en motivo de inspiración y acción, es lo que nos hace más humanos. Cuando nos hemos dejado llevar por la Misericordia, nuestros propios planes se vienen abajo, tenemos que hacer nuestros los del prójimo y dejarnos conducir a rumbos que nunca imaginamos. Precisamente porque con la misericordia se juega todo…
No pierdas la oportunidad de encontrar personas, grupos o comunidades que reviven, con sus acciones y su vida, el gesto increíble pero poderoso del samaritano. Déjate educar por ellos y por ellas. Tú también has sido llamado a realizarlo, no temas. Formas parte de una Iglesia que desea responder a esta misión. Hemos sido llamados y llamadas a ser una Iglesia samaritana.
Disponte a este espíritu que impulsó a los discípulos de Jesús: Seguirlo solo a Él. Convencerte de que Él es quien te ha enviado. Compartir la misión con otros y otras, no vayas solo…no se necesita buscar mucho para encontrar gente dejada en las orillas de los caminos.
El Padre Flores es director del ministerio migrante de la Diócesis de Rochester.