Comienza la cuaresma y con ella comienza una serie de cambios en nuestra vida Cristiana y espiritualidad que nos ayuda a acercarnos más a Dios. La cuaresma nos invita al ayuno, a la penitencia y a la caridad, especialmente hacia nuestro prójimo.
En los evangelios vemos como el evangelista Mateo nos narra en el primer domingo de cuaresma la tentación de Jesús en el desierto (Mt- 4, 1-11). Hemos escuchado muchas veces este pasaje pero, ¿Qué realmente nos enseña este pasaje? Nos enseña que si conocemos la palabra de Dios, que es palabra viva, entonces estamos preparados para enfrentar las tentaciones diarias de nuestra vida, enfocándonos en el camino a Cristo Jesús.
Jesús le contestó con la palabra de Dios firme y realmente convencido, porque la palabra de Dios tiene poder y Dios es fiel en su palabra.
En el segundo domingo de cuaresma el evangelista Mateo nos presenta la Transfiguración (Mt- 17, 1-9). Jesús se presenta ante los discípulos tal cual es, con su poder y su gloria, transparente; así se nos presenta en muchas ocasiones en nuestra vida, como el amigo fiel sin nada que limite su amor por nosotros. Era tan hermoso que los discípulos querían quedarse allí, pero había que seguir proclamando su palabra y enseñando el amor del Padre. Cuando esa presencia de Jesús está en nuestras vidas nos sentimos como los discípulos, queremos quedarnos permanentemente ahí, pero a diferencia de los discípulos nosotros sí podemos estar en la presencia de Cristo Jesús a través de la eucaristía en el santísimo sacramento del altar.
En el tercer domingo de cuaresma el evangelista Juan, nos presenta a Jesús como fuente de agua viva (Jn-4, 5-42). Jesús le dijo a la mujer samaritana: "Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna" (Jn 4,13-14). Allí, se transforma la vida de la mujer y le pide a Jesús de esa agua para nunca más tener sed. Jesús nos sacia a través de su palabra y su amor para continuar nuestro camino hacia la vida eterna.
En el cuarto domingo de cuaresma el evangelista Juan (Jn-9, 1-41) nos presenta uno de los milagros relacionados con nuestro diario vivir, la curación del ciego. Muchas veces estamos ciegos, por las situaciones diarias o el estrés de la vida, pero Dios nos quita la ceguera, pero nosotros tenemos que ir a limpiarnos en el sacramento de la reconciliación. Allí quedamos totalmente limpios y libres para adorar y glorificar el poderoso nombre de Cristo Jesús, una vez limpios vemos mejor nuestro camino a seguir, nuestros pasos serán más ligeros y nuestra mirada fija hacia el Padre.
Hermanos que esta no sea una cuaresma más, que aprendamos a reconciliarnos con Dios y a la vez practicar la caridad con nuestros hermanos; que en esta cuaresma nuestro verdadero alimento sea la oración y la palabra de Dios y así saciar nuestra sed, bebiendo de la fuente de agua viva, Cristo Jesús. Que el Señor los colme de bendiciones y nos traiga paz.
Roche dirige un ministerio para adultos jóvenes en la Iglesia Santos Apóstoles.