Muchas veces hemos dicho que conocemos a Jesús por el hecho de que asistimos a la Eucaristía Dominical, sabemos algunas oraciones o asistimos a los retiros espirituales preparados por nuestras comunidades parroquiales. Pero, ¿realmente conocemos al Señor? En el Evangelio de San Mateo, vemos como Jesús hizo dos preguntas muy importantes a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" (Mt. 16: 13) y "ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" (Mt. 16: 15). Estas preguntas no son sólo para sus discípulos, sino también para nosotros porque Jesús quiere saber si realmente sabemos quién es Él. Ahora yo les pregunto a ustedes, ¿Seremos capaces de responder a estas preguntas que el Señor nos está haciendo? ¿Qué has escuchado sobre Jesús? ¿Qué sabes de Jesús?
Cuando Jesús realizó estas preguntas, Pedro fue el único en responder que Él es el Mesías porque por la fuerza del Espíritu Santo y el tiempo que Pedro llevaba conociendo a Jesús, fue capaz de ver en el Maestro a aquél que fue enviado por nuestro Padre Celestial. De esta forma, Jesús deposita su confianza en él al nombrarlo como cabeza de la Iglesia. Así, la Iglesia se convierte en vocera del Señor porque ella conoce y da a conocer a Jesús ya que es "Mater et Magistra" (El enciclica Madre y Maestra por el Papa Juan XXIII).
El conocer a Jesús trae como consecuencia el Amor. Jesús nos enseña a amar a Dios y a nuestro prójimo. El profeta Jeremías, por ejemplo, nos relata cómo él mismo ha experimentado el amor de Dios: "Me sedujiste, Señor, y me deje seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste" (Jer. 20: 7). El amor a Dios debe ser un amor que va creciendo a medida que lo voy conociendo, como cuando una pareja comienza a conocerse y su amor va creciendo poco a poco hasta convertirse en una experiencia inolvidable. Pero este amor implica que tengamos sacrificios en nuestra vida: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt. 16: 24 – 25). Igualmente el amor exige que perdonemos a nuestros hermanos: "No te digo que perdones siete veces sino setenta veces siete" (Mt. 18: 22). El perdón para con nuestros hermanos es esencial en nuestra vida como creyentes en Cristo Jesús. El Amor es el gran mandamiento que Jesús nos enseña y el cual debemos todos nosotros conocer. Cuando amamos, podemos hacer cualquier cosa porque todo va a estar basado en el amor. San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, comprendió el mensaje de Jesucristo y lo expresó en una simple frase: "Ama y haz lo que quieras" (Las Confesiones de San Agustín, Libro 10, Capítulo 27).
A partir del amor para con Dios y con el prójimo, comprendemos el verdadero significado del mensaje evangélico que Jesús vino a enseñarnos. Si tenemos en cuenta esto, entonces podemos decir abiertamente que conocemos a Jesús, que somos Cristianos Católicos no sólo de nombre sino también de obras. Y para poder aprender a Cristo debemos leer la sagrada escritura, ir a visitar al santísimo, y en especial asistir a la Eucaristía con fervor, porque como el Señor nos dice: "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18: 20). Por lo tanto, Ama para que puedas decir soy Católico porque conozco a Jesús.
Ramirez Velasquez es un seminarista de la Diócesis de Rochester.