El Padre Jesús Flores, que celebró 25 años como sacerdote el mes pasado, parece haber estado destinado a servir a la comunidad migrante.
Mientras crecía en el pueblo fronterizo de Nogales, México, el Padre Flores dijo que recuerda haber visto a mexicanos del sur y a inmigrantes de América Central pasar en su camino a los Estados Unidos. Cuando era un joven sacerdote sirviendo en la Diócesis de Hermosillo, el Padre Flores, volvió a encontrar inmigrantes que huían de la guerra civil en Nicaragua y en El Salvador que paraban en su parroquia para pedir ayuda.
"Muchos llegaron a la parroquia", dijo él. "Los acogíamos, les dábamos comida para recuperarse y para seguir".
Esas experiencias también lo llevaron a retarse a sí mismo, preguntándose a dónde lo debía llevar su ministerio, dijo el Padre Flores, que fue ordenado en la Diócesis de Hermosillo en Sonora, el 25 de abril de 1985, después de pasar cinco años como maestro de filosofía en el Seminario de Hermosillo. No estando acostumbrado a celebrar aniversarios, el Padre Flores dijo que él conmemoraría ese acontecimiento con otros sacerdotes de la Diócesis de Rochester en una Misa en mayo.
Durante los estudios que hizo en Roma después de su ordenación, pasó un verano trabajando en una fábrica de automóviles en Alemania y conoció a trabajadores de Turquía. Ese verano también formó parte de la experiencia del Padre Flores con inmigrantes. Luego él trabajó durante 10 años como párroco en su diócesis, antes de que se le presentara la oportunidad de viajar a Rochester con la Hermana Luci Romero para ayudar a los trabajadores migrantes del área de Sodus.
La Hermana Romero, con quien él había trabajado en el ministerio a los jóvenes en México, recibió una invitación del personal de la Diócesis de Rochester que estaba trabajando en México para que sirviera a los inmigrantes mexicanos en la Diócesis de Rochester. Como su inglés era limitado, la Hermana Romero le pidió al Padre Flores que viniera con ella. Él dijo que al principio no estuvo seguro porque aunque él había aprendido italiano y un poco de alemán, su inglés no era muy fluido . Sin embargo, se hicieron los arreglos necesarios para que él la acompañara a Rochester y mejorara su inglés. Llevó casi un año finalizar los planes, añadió él, que también incluyeron la ayuda del Padre Bob Kreckel para que el Padre Flores viviera en la Comunidad Católica de Nuestra Señora del Lago en Finger Lakes.
"Así empezó mi aventura aquí en Rochester", dijo el Padre Flores, que tiene 56 años.
El Hermano Juan Lozada, director del Apostolado Hispano de la Diócesis, dijo que la comunidad había recibido una bendición cuando el Padre Flores decidió quedarse aquí para trabajar con la comunidad migrante indefinidamente. Las necesidades de esa comunidad lo hicieron quedarse, dijo el Hermano Lozada, y el Padre Flores subsecuentemente se convirtió en el director del ministerio migrante de la Diócesis.
"Su trabajo con la comunidad migrante es invaluable", añadió el Hermano Juan. "El Padre Jesús llegó a Rochester para estar unos tres meses y gracias a Dios ya lleva muchos años con nosotros y hace una tarea extraordinaria. Gracias a la visión de él y de Bernard (Grizard) la comunidad migrante está muy bien servida".
Durante la última década, el Padre Flores dijo que ha visto deteriorarse las condiciones de vida de los trabajadores. Antes del incremento de la presencia de los agentes de la ley en años recientes, los trabajadores podían vivir sin el miedo constante a una posible detención. Hasta los trabajadores que son residentes legales o que tienen documentos de trabajo viven ahora con miedo de ser hostigados, dijo él.
"Sin embargo yo si veo una madurez", dijo él. Han crecido en su sentido de ser una comunidad eclesiástica. Han crecido en sus deseos de desarrollar servicios".
Y el Padre Flores ha tenido gran impacto en las dificultades de la comunidad con el aumento de las redadas durante los últimos años, comentó la Hermana Romero.
"Ha sido muy querido por la gente", añadió ella. "Es una persona muy honesta … muy evangélico".
El Padre Flores también la ha apoyado personalmente, a medida que ella sigue haciendo frente a sus dificultades con el idioma inglés, comentó la Hermana Romero.
"Ha sido una bendición para la diócesis y lo sigue siendo", dijo ella. "Como conoce la cultura y la gente, se ha ganado el cariño y la confianza por su honestidad, y por su solidaridad con la gente".
"El ministerio del Padre Jesús Flores entre los migrantes es un verdadero don para todos nosotros, y les ha dado a otras personas de la Diócesis un entendimiento sobre las tradiciones y la profunda fe de los migrantes", dijo Bernard Grizard, director de los Ministerios de Apoyo a las Parroquias de la Diócesis, que supervisa el ministerio migrante. "Su liderazgo pastoral nos ayuda a todos a experimentar a Dios de una manera nueva y a ver la imagen de Cristo en los trabajadores del campo, como nunca habíamos hecho antes".
"No tengo palabras para describir la importancia del ministerio del Padre Jesús", dijo el Hermano Juan. "Será una gran pérdida el día que se retire".
El Padre Flores dijo que no está seguro sobre su futuro. Él ha pensado en volver a las raíces que lo trajeron a este país — quizás trabajar como misionero en la frontera Mexicana, añadió él. O tal vez se quede aquí y continúe trabajando con la comunidad migrante.
"Esta comunidad necesita acompañante", añadió el Padre Flores. "Quiero confiar más en lo que el Espíritu va poniendo y va indicando".