Un ministro de una Iglesia se dio cuenta de que su congregación de feligreses aparentaba ir a la iglesia por el mero hecho de ir. No había pasión, ni alegría, ni fuego, ni dedicación, ni compromiso fuerte. Sus feligreses lucían adormecidos y complacientes.
Así que decidió invitar a su viejo amigo, de quien sabía que tenía una historia poderosa, para ir a visitar su iglesia el domingo para contar su historia.
Su amigo, que era bajito, viejo y cojo y lo único que podía hacer era arrastrar los pies hacia el púlpito llegó. Finalmente subió al púlpito, miró a la congregación y dijo: "Les quiero contar una historia que ha significado mucho para mí", y continúo:
"Un día en particular, un padre, que era un pescador experto, se llevó a su hijo y al amigo de su hijo a pescar. Todo iba bien hasta que sin anticipación una tormenta muy mala y violenta estalló en el mar. Dentro de un par de minutos todo cambió y su pequeño bote de pescar fue impactado por las olas de la gran tormenta — fue sacudido y zarandeado como un bote de juguete y se volcó".
Mientras este amigo del ministro estaba contando esta parte de la historia de la tormenta furiosa y el bote de pescar y sus pasajeros en peligro, los jóvenes en uno de los bancos de la iglesia comenzaron a animarse, escuchar y prestar más atención a ver qué había sucedido.
"Bien mientras el bote se volcaba rápidamente — nadie tuvo tiempo para coger nada — incluyendo sus chalecos de salvavidas.
"El padre pudo sostenerse del pequeño bote de pescar mientras se volcaba … ¡pero su hijo y el amigo de su hijo no pudieron! Y dentro de poco, fueron cargados por las olas masivas de la tormenta feroz.
"El padre sosteniéndose al bote y dándose cuenta de lo que le estaba sucediendo a los chicos pudo desamarrar una soga larga que tenía en el bote. Cuando finalmente pudo enredársela en la mano, sabía que solo podía tirarla una sola vez y solamente a uno de los chicos. Él no tenía tiempo. Solamente tuvo segundos para decidir lo que iba hacer y después de eso cada chico estaría fuera de su alcance.
"No podía rescatar a los dos chicos. Solamente podía rescatar uno y tuvo que tomar una decisión instantánea".
Mientras el viejo seguía su relato, los jóvenes estaban en la orilla de sus asientos escuchando. Él continúo diciendo:
"En ese momento el padre se dio cuenta de que su hijo sabía quién era Jesús, el Señor, y que tenía una relación verdadera con Él, pero, el amigo de su hijo no. Así que el padre tomó la decisión y gritó lo más alto y apasionadamente que pudo a su hijo, "¡Te amo mucho!", y le tiró la soga al amigo de su hijo.
El hombre viejo en el púlpito, luego concluyó diciendo que el ejemplo del padre de esta historia fue lo que le ayudó a darse cuenta cuanto Dios el Padre nos amó — al permitir que Su propio hijo sufriera y muriera por nosotros. Después del servicio, los jóvenes en el banco que se transformaron de aburridos en la Iglesia a escuchar atentamente a la historia fueron al hombre viejo y le dijeron, "Nos encantó su historia, pero no parece ser muy realista, práctica o posible. ¿Qué padre iría por encima de su hijo para salvar al amigo de su hijo?"
El hombre viejo con una mirada de compasión en su cara que los jóvenes jamás habían visto — miró directamente a sus ojos y les dijo, "No chicos, este amor es muy real. Pues vean, Yo soy ese padre en la historia y su pastor era el amigo de mi hijo".
Mis queridos amigos, que ustedes y yo nunca nos olvidemos, que siempre nos acordemos y seamos atraídos por el Amor más profundo que hay. Mientras contemplamos el sufrimiento y el sacrificio de Jesús por nosotros, que nunca nos olvidemos, nos acordemos y seamos atraídos siempre por el sacrificio increíble, inimaginable e indecible de Dios Padre que está detrás de todo esto.
El Dios gritó lo más alto y apasionadamente que pudo a Su Hijo, "¡Te amo mucho!" ¡Y nos tiró la soga!
El Padre Mugavero es el párroco de la Iglesia Santos Apóstoles en Rochester.