"¿Quién es ése, Salvador y Redentor? ¿Quién es ése que su Espíritu nos deja y transforma nuestra vida con su amor?" Las preguntas del cántico esperan nuestra respuesta. "¿Quién es ése que su nombre quiero oír?" Gradualmente los discípulos de Jesús habían llegado a conocer y amar a Jesús por caminar juntos a él, pero cuando él murió y resucitó, ellos no lo reconocieron. No entendieron el por qué de su muerte. Cuando él apareció a sus discípulos después de su muerte y resurrección y les dijo "La paz esté con ustedes," él les mostró las manos y el costado para que ellos creyeran que era su amigo Jesús. Por tantos siglos el pueblo de Israel había añorado y esperado al Mesías y por el don de la fe algunos aceptaron a Jesús como el Mesías, pero tantos otros no lo aceptaron como el Mesías. Jesús no era el nombre que ellos.
Al leer la primera carta de Juan sabemos que muchos creyeron que Jesús era el Mesías. Por creer en él y su mandamiento de amor les fue posible vencer al mundo — del mal. Jesús, al aparecer a sus discípulos inició la presencia y la acción del Espíritu entre ellos: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar." Jesús pidió a ellos perdonar a los líderes religiosos y políticos y al pueblo que habían herido a él y a ellos. Así él continuó una vida y ministerio de amor. Repetidas veces en su evangelio y cartas Juan insiste que tenemos que obedecer y vivir el mandamiento del amor si queremos permanecer en Dios. El perdón es parte de ese mandamiento; si no perdonamos, no amamos. ¿Perdona usted a los que le han ofendido y herido?
¿Quién es ése? Es el santo. Es el justo. Es el Señor. Es Dios. Es el Siervo. Es el Señor Jesús. Es el Buen Pastor. Es Jesús de Nazaret. Es el Hijo de Dios. Es su amigo. Es la verdadera vid. Es la piedra angular. Tantos nombres, títulos y descripciones tenemos para Jesús durante este mes. ¡Es Jesús! ¿Lo conoce? ¿Cree en él? Quizás usted lo conozca y se relacione con él bajo uno de estos títulos. Como los discípulos lo conocieron en el camino y Pablo había visto al Señor en el camino a Damasco, tenemos que caminar con él y escucharle, verlo y ser testigos del bien hecho. Nosotros tenemos varias posibilidades de conocerlo en nuestro tiempo y en nuestra caminata de la vida: celebraciones de los sacramentos, la oración personal y comunitaria, la formación en la fe por medio de la lectura de la biblia y los estudios bíblicos, los grupos de oración, las comunidades cristianas de base, los cursos y cursillos, los talleres, los días de oración, los retiros, la dirección espiritual y los libros espirituales. Hay que alimentarse espiritualmente para conocer mejor al que se sigue, Jesús.
Los discípulos después de la resurrección y ascensión de Jesús empezaron su misión, predicando y actuando en el nombre de Jesús. ¡Qué poder y energía tenía ese nombre para los que creyeron en Jesús como el Mesías! Los discípulos predicaban con fuerza y entusiasmo, lleno del Espíritu Santo; hicieron milagros; estuvieron respetados; sanaron a los enfermos; viajaron a otros países para predicar, y predicaban la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. De a poco surgieron comunidades que tenían su base en Jesús, ese hombre santo y justo que actuaba por amor para ayudar a los demás. De tantas maneras Jesús decía que el que no ama no conoce a Dios. Juan nos exhorta: "No amemos solamente de palabra; amemos de verdad y con obras." Así otros van a creer en su amor cuando conozcan sus obras. ¿Dónde está usted en todo esto? ¿Cómo predica el amor de Dios? ¿Cómo vive el amor de Dios? Más rápidamente otros van a detectar el verdadero amor en una acción de amor o caridad que en escuchar a otra persona hablar del amor. Jesús hablaba de la importancia de dar su vida por sus amigos, pero cuando él murió en la cruz por el amor, entonces sus discípulos empezaron a entender el tremendo regalo del amor que él dio a sus amigos—a todos nosotros. ¿Otros pueden contar con usted, con su entrega, cuando ellos tengan necesidades?
Durante nuestras vidas el reto es transmitir el mensaje de Jesús a otros en lugares que carecen del conocimiento de Jesús, no solamente en casa, en el trabajo o la escuela, sino donde la gente no ha recibido el mensaje de Cristo. Jesús dijo, "He dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre." Ahora nos toca a nosotros dar a conocer lo que hemos oído y conocido de Jesús. ¿Para dónde tiene que ir usted para poder dar fruto? Siempre se acuerden que el Padre les concederá cuanto le pidan en el nombre de Jesús. No sean tímidos. ¡Qué poder tiene ese nombre — esa persona! "Es Jesús, es Jesús, Dios y hombre que nos guía con su luz."
La Hermana Schwenzer, RSM, es ministra pastoral a la comunidad hispana de los condados de Yates, Ontario y Wayne.