"No he venido a traer la paz, sino la división".
Uno de los anhelos más grandes de nuestro mundo es la paz. En muchos rincones del mundo esperan con ansia a los "constructores de paz", los "mediadores en los conflictos". La historia del cristianismo tiene en su memoria hombres y mujeres que han dado su vida por la paz.
Sin embargo, donde menos lo esperamos surgen los conflictos y las divisiones: Parejas que conocimos y tenían una vida estable, después los vemos separados. Padres y madres que, cuando quieren educar a sus hijos para el bien, encuentran oposición y rechazo, porque los muchachos piensan de otra manera. Los conflictos y diferencias en los ambientes de trabajo.
Los escritos del Nuevo Testamento, aclaran la vida y misión de Jesús: Lejos de ver a Jesús como alguien que trae paz, entendida como tranquilidad sin conflictos; nos insisten en que la vida y misión de Jesús provoca rupturas, divisiones pues lo que él propone entra en contradicción con todo lo que sostiene el mundo envejecido. Al entender así al maestro, los creyentes somos invitados a recorrer las contradicciones y rechazos que vienen por nuestra decisión de seguirlo. Confiando que siguiéndolo a él entramos en el camino de la salvación.
Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios bueno. Jesús nos lo recuerda a todos: "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha". La salvación no es el privilegio de algunos elegidos.
Jesús critica a la gente de su generación porque no va más allá de sus afanes, no perciben la presencia del Reino entre ellos. Esforzarse por entrar por la puerta estrecha, quiere decir que hay mucho que hacer desde nuestras capacidades y posibilidades para nuestra propia salvación.
Para acoger la salvación de Dios nos corresponde imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: "Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso"; "No juzguen y no serán juzgados"; "Perdonen setenta veces siete", como su Padre; "Busquen el reino de Dios y su justicia".
Para entender correctamente la invitación a "entrar por la puerta estrecha", hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: "Yo soy la puerta; si uno entra por mí se salvará" (Juan 10,9).
A quienes se comprometen en la dinámica del reino de Dios, buscando un mundo más humano y fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de ser anterior a las relaciones interesadas y a la búsqueda de prestigio.
En el reino … nadie ocupa los primeros lugares, ni por derecho propio, ni por cortesía. Aquellos que ni siquiera habrían soñado en tomar parte en el banquete del Padre, son los huéspedes de honor. "Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos".
Nos alejamos tanto del Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad y el amor familiar están marcados por el interés. No hemos de engañarnos. Este camino es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando sólo en el bien del otro.
Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.
Jesús se atreve a decir al fariseo que lo había invitado: "Dichoso tú si no pueden pagarte". Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que muchos cristianos nunca han oído hablar de ella. Sin embargo, contiene un mensaje muy querido para Jesús: "Dichosos los que viven para los demás sin recibir recompensa. El Padre del cielo los recompensará".
La gente de fe de todas las épocas sabe que la auténtica vida Cristiana es una vida de renuncia. Las razones de estas renuncias están en que el ser humano siente la tentación de conformarse con poco, con apariencias de felicidad. La invitación al Reino es una oferta más ambiciosa, de mayor plenitud humana. Pero todas las mediocridades atrayentes nos atrapan y acabamos viviendo para ideales superficiales que nos vuelven menos humanos.
En un extremo está el Reino, la plena realización humana; en el otro extremo está el fracaso, la deshumanización. En medio, el Espíritu, alentando, soplando, despertando, invitando… siempre a más.
Jesús sabe que este dilema es muy radical. El ser humano puede realizarse y puede fracasar. Y por eso son radicales las expresiones de Jesús.
Es la sabiduría de las parábolas de Jesús: no tires tu vida; tú eres mucho más que todo eso; el Espíritu te invita a mucho más.
No se trata de dejarlo todo a ver si consigo encontrar a Jesús y su Reino, sino de encontrarlo y participar de su alegría, de manera que el valor de las demás cosas palidece e incluso desaparece.
No es primero la renuncia para llegar a la alegría: es primero la alegría del encuentro, de ahí vienen las renuncias … que no son ya algo negativo sino el inicio de una vida nueva.
El Padre Flores es director del ministerio migrante de la Diócesis de Rochester.