Cada cierto tiempo necesitamos ejercitarnos en un cambio de mirada, un cambio de mentalidad. Dejar de ver la vida con los ojos cansados de la desesperanza y comenzar a verla con la mirada de la esperanza de Dios sobre cada uno de nosotros. Se trata de convertirnos sobre como nos tomamos a nosotros mismos: mirarnos con los ojos del Padre pródigo. Conversión implica transformar también nuestra mirada sobre los hermanos, sus dones y deseos, verlos con ojos de hermano o hermana pródigos; contemplarlos desde las promesas de Dios, pues ésta es la identidad más profunda de cada persona.
Jesús hizo presente, con su propia vida, una imagen de Dios totalmente nueva, opuesta a la que difunden las religiones basadas en la exigencia y el rigor. Quienes escuchan a Jesús se dan cuenta de que saberse pecadores constituye de hecho una situacion privilegiada para acercarse a Dios…no para apartarse de él y sentirse indignos. Durante esta cuaresma, inspirados en la invitación del Papa Benedicto a renovar nuestra fe, podemos redescubrir esta imagen de Dios que los evangelios vieron en Jesús. Una auténtica vida de fe nace de la experiencia de saberse y sentirse amado/a por Dios. Una vez que llegamos a esa presencia del Dios "abba" que nos ama, todo imperceptiblemente comienza a modificarse, nuestra vida se afina, se enriquece.
Jesús seguramente se preguntaba: ¿como revelar a la gente la imágen de un Dios que ama a todos, pero que por encima de todo ama más a los desposeidos, a los pecadores? Un sin número de tentaciones asaltaron a Jesús, muchas dudas y vías fáciles para mostrar que éste es el Dios en quien vale la pena creer.
Entre los textos de esta cuaresma escucharemos el que resume simbólicamente este Dios de Jesús. En realidad es la síntesis de la Buena noticia, y la imagen que mejor refleja la vida y la persona de Jesús. Me refiero a Lucas 15,1-3.11-32: La parabola del hijo pródigo.
Este hermoso relato lo recibimos de una comunidad Cristiana, surgida entre paganos que por mucho tiempo vivieron en carne propia la exclusión y el rechazo por motivos religiosos. Esta parábola es una invitación gozosa, de esa comunidad primitiva, a experimentar el abrazo del padre, que nos ama incondicionalmente. Cuando se abraza la fe desde esta experiencia, podemos ya aceptar plenamente la realidad de las cosas como son, las amarguras y los gozos. En el momento en que logro asumir la realidad ,asi como es, entonces brota una energia que me transfirgura. Ahora, como ser humano, serás capaz de recrear el pasado y proyectar futuros cargados de esperanza, no solo para ti, sino especialmente para quienes han sido permanentemente dejados al margen.
Con Jesús, la fe es una experiencia transfiguradora: No olvidamos nuestros logros, ni dejamos de lamentar las veces que nos hemos equivocado. Algunas de estas experiencias nos dejaron cicatrices evidentes, pero todas ellas, si las incluimos en la fiesta del Padre pródigo, nos marcarán con la sabiduría de los verdaderos creyentes. Nos van a transformar de nuestra pequeña y egoista comprensión de nosotros mismos en misioneras y misioneros de misericordia. La fe asi, no puede ser ni negación de la realidad, ni varita mágica…se constituye en una serie de pequeñas acciones que van cambiando la obscuridad en luz.
Nadie que ha recorrido el camino de la fe con hondura, enfrenta la vida de la misma manera que lo hacía sin esta nueva visión. Puede ser que después de algunas experiencias "religiosas" vuelvas peor a tu vida y con una "fe" distorsionada, pero será porque no dejaste en el camino las imágenes equivocadas de dios. La fe, que siempre nos desafía a convertirnos, nunca nos deja iguales, ni nos deja donde mismo. Nos obliga a hacer opciones y a escarbar en lo más hondo de nosotros mismos, para avanzar mas allá de donde estábamos.
Por eso el Padre Dios tiene motivos para hacer fiesta, porque él está convencido de lo que podemos ser. Saliendo de las ataduras de nuestros propios prejuicios y de nuestras falsedades y dejándolo a él que rescate la riqueza que hay en nosotros.
El Padre Flores es director del ministerio migrante de la Diócesis de Rochester.