La conmovedora homilía del Padre Dan Tormey durante la tarde del 18 de abril en la liturgia fúnebre del Dr. Robert Joynt, impresionó a mucha gente. La reflexión sobre la historia de Pascua de Resurrección de los discípulos en el camino de Emaús consoló y alentó a Margaret, la esposa de Bob durante 58 años, a sus hijos y a toda la familia
Estoy seguro que él también ayudó a todos los que estábamos presentes en la liturgia a lidiar con un par de problemas, que tocan nuestras vidas. Yo los describiría como nuestro esfuerzo constante por tener una vida más profunda y la confrontación de nuestra propia mortalidad. Por mi parte, sé que me ayudó a confirmar mi fe de que los que morimos con Cristo nos levantaremos con Él en el último día. Las bondadosas palabras de Dan me hicieron renovar una oración que nos ha acompañado a muchos durante nuestras vidas: Señor, yo creo, ayúdame con mi incredulidad.
Las palabras de Dan me unieron no solo a la familia Joynt y a todos los otros que nos acompañaron en ese bello acto de culto, sino a otro grupo con el que Dan y yo compartimos los dos últimos días. Me refiero a nuestros sacerdotes y administradores pastorales que nos habíamos reunido para nuestra convocación anual.
Debido al cambio de liderazgo que vamos a experimentar en nuestra diócesis en los meses venideros, nos reunimos bajo el tema: "Tiempos que Cambian y una Iglesia que Cambia". En esa asamblea, recibimos palabras de ayuda de Ed Hahnenberg, Ph.D., un profesor laico de teología de la Universidad John Carroll. Ed nos alentó a agradecer y celebrar los dones que recibimos, a recordar nuestra historia y a confiar nuestras preocupaciones al amor y a la dirección del Espíritu Santo.
En mi sesión con mis compañeros de trabajo traté de alentarlos con la historia de Emaús, primero para que reflexionaran en todos los retos que han confrontado en esta difícil era de la historia de la iglesia y segundo para celebrar las cosas maravillosas que han logrado en esos años.
Yo nombré lo que considero que han sido algunos de los logros más importantes. Ellos respondieron enumerando los que ellos han considerado más importantes, utilizaron sus propias palabras, y dijeron que todos se basan en la gracia de Dios y en la bondad de la comunidad.
El funeral y la convocación, cada uno en su estilo, fueron una invitación a imitar la experiencia de Pascua de Resurrección de los discípulos en el camino de Emaús. Recordamos las palabras y las obras del Señor. Compartimos nuestras historias con nuestras hermanas y hermanos. Conocemos la sanación y la vida que nos ha dado el Señor Resucitado.
Agradezco a Dan y a mis hermanas y hermanos presentes en la liturgia fúnebre y en la convocación por todo lo anterior.
Espero que el sendero que estén recorriendo en estos días de la temporada de Pascua, les den la oportunidad de compartir su historia de fe con sus compañeros de camino y de escuchar las de ellos. Cuando eso sucede, el Señor está siempre presente.
Paz para todos.