La comunidad nos sostiene en fe

"… queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio". (documento de la Conferencia Aparecida del 2007 de los obispos de la América Latina, n. 28.), "La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades… a todos cuantos yacen al borde del camino… ( Lc. 10, 29-37; 18, 2" (Aparecida, n. 29)

La comunidad de fe es el lugar donde los cristianos aprendemos a ir con Jesús. Es en esta comunidad donde cada quien va descubriendo quien es Jesús, y poco a poco deja atrás las ideas equivocadas sobre él. A partir de este encuentro inicia un dinamismo permanente de crecimiento, transformación y compromiso.

La misión que tenemos en nuestras manos debe llegar a todos y todas: no hay fronteras que la detengan, no hay prejuicios que la impidan, para quienes somos Iglesia nadie es extranjero. Por eso mismo aunque no sea una gran acción lo que haces… cada servicio pequeño y silencioso, las "migajas" de la buena noticia son suficientes para transformar nuestra vida y la vida de las personas (Mt.15.21-28)Jesús que parecía tan seguro de su propia misión, se deja enseñar y corregir por una mujer pagana. El diálogo de la cananea con Jesús es toda una estrategia. La mujer tiene claro que lo que Jesús puede aportarle es fundamental para su vida, y pone en acción muchos recursos a la vez: suplica, confía, convence, insiste, incluso adula. La mujer está decidida a no dejarlo ir. ¿Tiene esa intensidad nuestro trato personal con Jesús? ¿Es tan deseado, tan convencido?

Seguir a Jesús, ser su discípulo, no puede ser una aventura en solitario. En las situaciones de crisis necesitamos la calidez y cercanía de la comunidad. En esos momentos saber que podemos confiar en alguien que nos ayude a cargar nuestra cruz es una fortaleza. Muchas veces en la vida, de modo especial cuando sientes más exigente y extenuante tu misión, cuando las pruebas piden mayor madurez, uno recuerda las condiciones que pone Jesús a quien quiere seguirle. Hay cristianos que tienen que librar en sus vidas la diaria opción entre unos intereses atractivos (del placer, del dinero, del poder) y los criterios de Cristo, de entrega por los demás, de renuncia a los comportamientos contrarios al evangelio, de apertura hacia lo espiritual y no sólo hacia lo material e inmediato. Cada quien sabe en la propia experiencia qué puede significar "toma tu cruz y sígueme".

Constantemente necesitamos recuperar a Jesucristo como centro de nuestras vidas, por eso ver el testimonio de Pedro en el evangelio es reconfortante. Cuando escuchamos la palabra del Papa se anima nuestra fe, nos ayuda a discernir, nos une y confirma a la comunidad. En él encontramos la guía para tener siempre al Señor como fundamento único de nuestra fe, y nos indica la dirección hacia el Reino anunciado por Jesús.

Algo que distingue a la comunidad cristiana es saber "hablar con el hermano". Cada uno y cada una tienen el derecho de ponerlo en práctica. Esto no es fácil: porque no queremos "meternos" en la vida de los demás, "no te compliques la vida" decimos a veces, o simplemente juzgamos y condenamos. En las dos formas falta espíritu de auténtica fraternidad (ni es fraternidad el no meterse ni lo es hacerlo juzgando). Una comunidad que se pelea, que está dividida, que vive continuas tensiones o susceptibilidades; una comunidad que murmura, no es una comunidad cristiana. Como tampoco lo es una comunidad callada, en la que -por lo que sea- se deja la responsabilidad en manos de un pequeño grupo o quizás de una sola persona. Cuánto bien nos puede hacer una crítica amistosa y leal, una observación oportuna, el apoyo sincero en el momento en que nos desorientamos. Lo que más te ayuda a cambiar no son las grandes ideas ni los pensamientos hermosos, sino el haberte encontrado en la vida con alguien que ha sabido acercarse a ti amistosamente y te ha ayudado a reorientar tu vida.

La experiencia esencial de toda comunidad cristiana consiste en: "hacer memoria de Jesús", recordar sus palabras, acogerlas con fe y actualizarlas con gozo. Acoger el evangelio en las situaciones concretas de cada día nos permite entrar en contacto con Jesús y vivir la experiencia de ir creciendo como discípulos y seguidores suyos. "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos". No nos reunimos por costumbre, ni por obligación…Jesús es la fuente, es él quien alienta y da vida a nuestros encuentros. De estas reuniones "en su nombre" brotan las nuevas relaciones con los demás.

Mientras en otras partes del mundo se proclama el domingo 24 del tiempo ordinario la invitación a perdonar siempre y sin condiciones; la Iglesia en los Estados Unidos celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz.

Durante el verano varias jovencitas de las comunidades migrantes celebran sus quinceañeros, los papás o los padrinos les entregan una cruz para que lleven en su pecho. Esa crucecita encierra la fe de quien desea seguir al Señor. Tendrán una vida por delante para ir descubriendo el mensaje que tiene la cruz para ellas.

Jesús no escoge la cruz, pero tampoco se aparta de su camino aunque éste lleve a la cruz. Exaltamos el valor de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor a la cruz que estaba seguro y previó que le iban a imponer. La exaltación de la fidelidad de Jesús a la causa del Reino es lo que celebramos en esta fiesta y es lo que nos permite continuar comprometiéndonos a ser "discípulos y misioneros".

El Padre Flores es director del ministerio migrante de la Diócesis de Rochester.

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