Hace diez años este mes, mis hermanos obispos y yo promulgamos la Carta de Protección de Niños y Jóvenes y el documento acompañante Normas Esenciales, como una respuesta nacional a la crisis del abuso sexual en nuestra iglesia. En la carta, que estableció procedimientos y requisitos uniformes para tratar las quejas referentes al abuso sexual de menores, los obispos de los Estados Unidos se comprometieron a respetar una política de cero tolerancia y a tomar todos los pasos necesarios para crear un ambiente seguro y sagrado para todos, especialmente para los niños, los jóvenes y los adultos vulnerables.
En este aniversario, me pareció conveniente que yo describiera para ustedes una vez más los pasos que hemos tomado en nuestra propia diócesis para cumplir estas importantes metas. Aunque nuestro trabajo es continuo, me siento orgulloso de lo mucho que hemos avanzado y de que hemos instituido programas y procedimientos que nos han hecho progresar en los esfuerzos de eliminar la plaga del abuso sexual de menores.
Empezando con la publicación de este mes de Catholic Courier, y en nuestro sitio Web diocesano, www.dor.org, he pedido que se publiquen los nombres de todos los clérigos que han sido separados del sacerdocio desde el 2002 debido a quejas por una víctima o varias víctimas que han sido halladas creíbles después de nuestro proceso de revisión. También se mencionan las disposiciones finales de esos casos. Nuestra política ha sido y continúa siendo publicar en nuestras parroquias y en los medios de comunicación las alegaciones que han sido revisadas y halladas creíbles.
Tomo este paso para promover la causa de la franqueza y transparencia con relación a este problema tan crítico, para crear un recurso y punto de verificación para cualquier víctima que se presente, para ayudar al proceso de restauración de la confianza y para ayudar a las víctimas a sanar. He pesado cuidadosamente esta decisión, y pienso que es lo correcto.
Yo comprendo que esta lista le pueda resultar un recuerdo doloroso no solo a las víctimas, sino a individuos y a comunidades de fe que han experimentado la separación del sacerdocio de sacerdotes que los han servido en algún momento en el pasado. Si podemos ayudarlos, no duden en ponerse en contacto con Barbara Pedeville, nuestra coordinadora de asistencia a las víctimas, en el 585-328-3228, ext 1215.
Como ya he hecho muchas veces, les presento mis más sinceras excusas a cualquiera que haya sido dañado por un sacerdote y a todos los que han sufrido por la crisis del abuso. Como una persona que fue encargada de dirigir en la iglesia y de asegurar su santidad, siento todo lo que la crisis ha traído y rezo para que los pasos que hemos tomado sean una protección contra otros incidentes.
Esos pasos, muchos de los cuales se crearon varios años antes de la publicación de la carta, siguen varios principios. Los principios requieren que nosotros:
* respondamos rápidamente a cualquier alegación de abuso cuando se cree razonablemente que ha ocurrido un abuso;
* retiremos los privilegios ministeriales del supuesto ofensor rápidamente y lo refiramos para que reciba una evaluación médica apropiada e intervención, si la alegación está apoyada por suficiente evidencia;
* cumplamos con las obligaciones impuestas por la ley civil de reportar el incidente y de cooperar con cualquier investigación oficial;
* nos pongamos en contacto con las víctimas y sus familias y les comuniquemos nuestro sincero compromiso de lograr su bienestar espiritual y emocional; y
* lidiemos tan francamente como sea posible con los miembros de la comunidad dentro de los confines del respeto para la privacidad de los individuos involucrados.
En 1993, establecimos una Junta de Revisión Diocesana para ofrecer una guía para responder a esas alegaciones. La Junta de Revisión sigue reuniéndose en la actualidad y nos ayuda inmensurablemente en el proceso de determinar la credibilidad de las quejas de abuso sexual.
Al mismo tiempo, nombramos coordinadores de asistencia a las víctimas que reciben las quejas y organizan la ayuda que pueda resultar beneficiosa para las víctimas. Formamos e instituimos normas referentes al abuso y al acoso sexual, y proporcionamos entrenamiento a todos los sacerdotes y empleados en esas áreas. Hemos reportado las alegaciones de abuso contemporáneo a las autoridades civiles apropiadas, con el resultado que en algunos casos sacerdotes parroquiales han sido arrestados, enjuiciados y hallados culpables.
Después de la aceptación unánime de la carta por la Conferencia de Obispos de los EE. UU., en el 2002, nosotros:
* mejoramos nuestra Junta de Revisión, especialmente con la adición de individuos con extensa experiencia en el cumplimiento de la ley;
* fortalecimos nuestras relaciones con los oficiales de cumplimiento de la ley en los 12 condados de la diócesis;
* revisamos nuestras respuestas pasadas en casos individuales, y cuando resultó apropiado, separamos a los ofensores del ministerio público;
* fortalecimos el proceso de examen de los hombres que aplican a nuestros programas de seminario y formación de diáconos;
* instituimos un programa de verificaciones de historiales, incluyendo el historial criminal de sacerdotes, maestros, empleados y voluntarios que trabajarán con niños y adultos vulnerables;
* desarrollamos Códigos de Conducta y educamos a los sacerdotes, educadores, empleados y voluntarios sobre su aplicación en ambientes específicos. Esos códigos se pueden revisar en línea en www.dor.org;
* publicamos como ponerse en contacto con nuestros coordinadores de asistencia a las víctimas y ofrecimos entrenamiento a todos los sacerdotes, educadores, empleados y voluntarios sobre el proceso de reportar alegaciones; y
* alentamos a las víctimas a reportar a las autoridades civiles y a buscar ayuda. Además hemos continuado a reportar alegaciones actuales y pasadas a las autoridades civiles correspondientes.
Desde el 2002, hemos hecho verificaciones de historiales y hemos proveido entrenamiento a más de aproximadamente 25,000 sacerdotes, educadores, empleados y voluntarios por medio de nuestro programa Creando un Ambiente Seguro. En el 2010, iniciamos el programa Seguro y Sagrado con el objetivo de volver a entrenar a todos los que trabajan en la diócesis, en parroquias, en las escuelas y en nuestras agencias afiliadas.
Me place decir que hemos sido considerados como haber cumplido el código por todos los exámenes independientes que nos han hecho.
Como saben, la terrible tragedia del abuso sexual de menores no se circunscribe solo a la iglesia, sino que existe en la sociedad. Ese triste hecho no nos quita la responsabilidad de mantenernos vigilantes porque un solo caso de abuso sexual es demasiado.
Les aseguro en este décimo aniversario de la carta que nuestra promesa de protección y de sanación sigue en pie.
Tienen mi palabra con respecto a eso.
Paz para todos.