Promesas y fidelidad

Cuando yo era pequeña y Papi se enojaba, a veces le oía decir, "¡Bien, yo no necesito a nadie, yo nací sólo!" Desafortunadamente hay veces cuando no sé quedarme callada y un día lo reté al preguntarle, "Bueno, si así fue ¿dónde estuvo tu mamá durante tu nacimiento, dónde estuvo la partera, dónde estuvo Dios….?" Y por ahí seguí nombrando personajes que estuvieron presentes el día que él nació. Se pueden imaginar cómo terminó esa conversación. En este mundo, nosotros NUNCA estamos solos. Dios es fiel y siempre cumple lo que promete. Jesús nos hizo varias promesas y entre ellas, en el Evangelio de San Mateo, vemos: "Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos." (Mt 28,20) Sta. Teresa de Ávila nos recuerda que, "Jesús no tiene otro cuerpo en la tierra que el tuyo…" Dios usa a otros como instrumentos en nuestras vidas y de esa manera Él cumple con sus promesas.

Al leer las lecturas dominicales de este mes, un punto seguía resaltando: DIOS ES FIEL. Él nunca nos falla, nunca se va de nuestro lado y nos deja bandeárnosla solos; Él siempre pone en nuestros caminos pruebas de todo esto. Vean las promesas que rodean el nacimiento de nuestro Salvador, Jesús. En tantas ocasiones, la humanidad de algunas de las personas a quien Dios escogió pudiese haber terminado con todo pero, Dios andaba con ellos en cada paso; moviendo obstáculos, hablando a través de sueños, etc. Él es persistente a través de sus hechos y mensajes. Lo único que Él pide es que confiemos en Él. Una frase que Mami siempre me ha dicho y la cual he adaptado en mi vida es: Dios sabe por qué hace las cosas. Confía en Él.

Nosotros como humanos no podemos entender completamente lo que significa la fidelidad de Dios y muchísimas veces no vemos como Él obra. Nos dejamos gobernar por incertidumbre y nuestros propios deseos de cómo queremos que resulten nuestras situaciones. Estamos acostumbrados a controlar nuestro alrededor y eso causa dudas, inquietudes y ansiedades porque requiere que aceptemos ayuda y nos sentimos dependientes de otros. Un ejemplo excelente es San José. ¿Cuántas veces por poco "se nos iba a caer la torta" porque San José tenía miedo y no confiaba hasta que Dios tuvo que hablarle para calmar sus ansias?" No podía ver más allá de los obstáculos que le rodeaban.

En los momentos más difíciles, la fidelidad de Dios es evidente. Pero si no nos abrimos a aceptar que nosotros no podemos hacer las cosas solos, no veremos la mano de Dios obrando. Durante este mes que leemos sobre las grandes promesas de Dios cumplidas, meditemos en estas preguntas: ¿Dónde veo las manos de Dios obrando en mi vida? ¿Quiénes o cuáles son los instrumentos que Dios ha puesto en mi camino para que yo sepa que Él no se ha olvidado de mí? ¿Cómo me está llamando Dios a servir como instrumento para otros?

Johnston es especialista de programas interculturales de los Servicios Diocesanos Parroquiales y Clericales de la Oficina de Diversidad Cultural.

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