"Somos testigos de todo lo que Él hizo en el pueblo de los judíos y en Jerusalén".
"Le dieron muerte colgándolo de un árbol. Dios levantó a este hombre en el tercer día y le concedió que fuera visible, no a todo el pueblo, sino a nosotros, los testigos escogidos por Dios por adelantado, que comimos y tomamos con Él después que se levantó de entre los muertos. Él nos encargó que le predicáramos al pueblo y que diéramos testimonio de que Él es el nombrado por Dios como juez de los vivos y de los muertos".
"Todos los profetas dan testimonio de Él, que todos los que crean en Él recibirán el perdón de sus pecados por su nombre". (Hechos de los Apóstoles, de las lecturas de la Pascua de Resurrección del 2012)
Esas palabras del Apóstol San Pedro fueron dichas hace más de dos mil años. Sin embargo, resuenan todavía para nosotros, especialmente cuando celebramos la resurrección del Señor el Domingo de Pascua.
Para San Pedro, escogido por el mismo Señor, un líder natural que predicó con celo, ésas eran más que solo palabras. Él dedicó su vida a dar testimonio de Jesucristo, y al final, murió como mártir por Jesucristo.
La Pascua de Resurrección nos recuerda no solo la gloria indescriptible que es que el Señor se levantara de entre los muertos y lo que eso significa para nuestra inmortalidad en los cielos con Dios, sino que nosotros también fuimos escogidos para dar testimonio de Cristo.
¿Cómo podemos hacer esto? No todos tenemos la fuerza de voluntad y la tozudez de San Pedro, o la elocuencia de San Pablo o de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Y muchos de nosotros nos sentiríamos incómodos poniéndonos de pie y predicando sobre Jesús a una multitud.
Sin embargo, hay otras maneras como nosotros podemos dar testimonio de Cristo y proclamar el mensaje de Pascua de esperanza y amor.
En una reciente charla en Roma, el Papa Benedicto XVI dijo que "el don del amor (de Cristo) nos ha sido encomendado a nosotros, a todos los cristianos. Es un don que debemos pasar a los demás, por medio del testimonio de nuestras vidas".
Su predecesor, el Bienaventurado Juan Pablo II, describió a los cristianos de manera famosa diciendo: "¡Somos el pueblo de la Pascua de Resurrección y aleluya es nuestro canto!"
Podemos dar testimonio de Cristo por la manera como vivimos nuestras vidas — practicando las virtudes de Cristo para que otros puedan ver su resplandor en nuestras vidas. Podemos dar testimonio de Cristo por medio de nuestra actitud de esperanza: tratando de ver las aleluyas en la música de la vida en vez de en las notas incorrectas.
Podemos dar testimonio de Cristo por nuestra conducta diaria, tratando, como hizo Cristo, a nuestros hijos, a nuestros familiares y a la gente con quien tratamos como las joyas preciosas que son; comprometiéndonos a diario a tratarnos los unos a los otros con compasión, respeto y perdón.
Podemos dar testimonio de Cristo tolerando a los que son diferentes de nosotros, tratando de no juzgar a los demás sino de buscar a Cristo en ellos.
Podemos dar testimonio de Cristo por medio de actos de fe, públicos y privados, por nuestras oraciones por los necesitados, yendo a Misa todas las semanas para ser parte de la comunidad de creyentes que Cristo quiere que seamos. "Dondequiera que dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo también", dijo él.
Jesús se dirigió a los decaídos, a los que están en la pobreza, a los que lloran una pérdida, a los incapacitados y descorazonados por las enfermedades, y a los esclavizados por la adicción.
¿Estamos tratando a los necesitados como Cristo lo haría?
La Pascua de Resurrección nos recuerda no solo el don supremo que Cristo nos dio, sino nuestras obligaciones hacia Él en tanto que verdaderos discípulos. Tratemos todos de dar testimonio de Cristo en este día glorioso y en todos los que lo siguen.
Paz para todos y ¡Felices Pascuas de Resurrección!