Una llamada a orar para justicia

La parábola de la viuda y el juez sin escrúpulos es una llamada a orar sin desanimarse, pero es también una invitación a confiar que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche. En la tradición bíblica la viuda es símbolo de la persona que vive sola y desamparada. Ahora, pensemos en la situación en que viven muchos hermanos indocumentados en este país, en que jueces y autoridades inmisericordes les definen su vida, y tienen que vivir en la angustia de ser deportados y separados de sus familias, de perder todo lo que han conseguido con su arduo trabajo. No nos queda más que orar sin desanimarnos, para que a estos hermanos nuestros se les haga justicia, haya una ley migratoria justa. Dios escuchará su llanto, y les hará justicia, porque el corazón de Dios está por encima de fronteras, muros y leyes.

Muchas veces tener poder o dinero nos hace sentirnos dioses, sentimos que todo nos lo merecemos, que estamos por encima de los demás, y despreciamos a los pobres y débiles, y nos sentimos muy seguros. Y sin saber que ofendemos a Dios nos paramos delante de Él para presumir nuestros logros. Tal como lo vemos en la parábola del fariseo y el publicano. Al mismo tiempo, observamos al pecador, que no tiene nada que presumir, por el contrario, se avergüenza, y suplica a Dios su perdón. Jesús nos dice que el publicano, que se humilló fue justificado, mas no el fariseo, que en su soberbia se creía salvado.

No importa si somos pecadores y hemos ofendido a Dios en el prójimo, lo importante es querer cambiar, levantarse. Zaqueo nos da un ejemplo de conversión, no se queda contento con lo que es, busca algo diferente, sabe que en Jesús está la respuesta, por eso aunque se sentía pequeño, por su pecado, va donde Jesús, se sube al árbol para verlo, y Jesús lo mira con ternura y entra en su vida, y como consecuencia se da el cambio total de Zaqueo.

Un grupo judío religioso y poderoso, los saduceos, que no creía en la resurrección, quiere poner a Jesús en aprietos con una pregunta capciosa. Pero Jesús reafirma que el Dios en el que creemos es un Dios de vivos no de muertos, a Él lo que más le interesa es nuestra vida, que seamos felices; le duele que estemos "muertos en vida", por eso se acerca a nosotros, como a Zaqueo, al publicano, a la viuda, para darnos vida en abundancia.

Por todo lo anterior podemos concluir que debemos poner nuestra confianza en Dios, no en las riquezas, el poder o la fama, porque todo eso es pasajero, como lo fue el templo de Jerusalén, que a pesar de ser portentoso fue destruido. Vivamos con humildad y confianza, sin temor, sabiendo que al final, Dios vendrá a dar plenitud a nuestra existencia humana, porque Él es un Dios de vivos, no de muertos, y Él hará justicia a los que claman día y noche.

Salgado es un ministro para migrantes para la Diócesis de Rochester.

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