Vamos al banquete

La vida de Jesús, sus actitudes, sus amistades, sus compromisos, todo en él tiene sentido porque experimenta a Dios como su Padre.

 

Jesús invoca a Dios como Padre mientras se acerca a las personas buscando que sean más humanas. Él designa a Dios como el que rompe toda opresión, incluso la opresión religiosa: actuando de este modo, a favor de la vida, es como se atreve a llamarlo Padre.

Las parábolas que leemos estos domingos son la expresión de un conflicto de los valores del reino de Jesús con la enseñanza y la vida de los fariseos (un sistema religioso que en lugar de ayudar a las personas a realizarse las paraliza). Él abre nuevas ventanas, nuevos horizontes, para descubrir la presencia de Dios. Los primeros cristianos, particularmente la comunidad del evangelio de San Mateo, reúnen lo que aprendieron de Jesús sobre cómo debía ser y vivir la comunidad de discípulos que cree en el Reino y lo buscan.

Los domingos anteriores leímos las hermosas parábolas del Reino de Dios. Estos domingos vemos sorprendidos al Dios del Reino.

El Dios del Reino quiere que nuestras relaciones estén guiadas por el perdón. El Dios del Reino acoge prostitutas y pecadores, y en su Reino los últimos son los primeros. Jesús ofrece un Dios sin los intermediarios de la ley, el culto, las normas, los sacerdotes, el templo…

El encuentro con este Dios se retrata en la parábola del Rey que invita al banquete de bodas de su hijo. Ser invitado a comer con otros es un privilegio. Los que nos sientan en su mesa nos hacen partícipes de sus bienes, de lo que alimenta su vida, de su intimidad. La mesa compartida crea convivencia, acuerdo, alianza. En la mesa de fiesta se establece comunidad de vida y se participa de un espíritu. Entre los platos y las copas corre la generosidad, la entrega, el servicio, el interés por el otro, los bienes compartidos. Los invitados son siempre los personajes más importantes.

Todos estamos invitados a este banquete que prepara el Dios del Reino.

Hay quienes se niegan, nos negamos, a ir al banquete: los violentos, los que golpean y matan a los enviados: «Los convidados no hicieron caso. Uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos». Los personajes que se niegan tienen cosas más "urgentes".

Una cosa es lo urgente y otra cosa es lo importante. A nosotros nos toca decidirnos por lo importante. Muchas veces en nuestra propia experiencia, pasamos mucho tiempo dedicados y angustiados en diferentes asuntos y no encontramos el tiempo para realizar las cosas que verdaderamente mejorarían nuestras relaciones humanas y que pueden traernos gozo y superar nuestras frustraciones y penas.

Todos estamos llamados al banquete. También los que somos pecadores, los que hemos perdido el rumbo o estamos destruidos. Estamos llamados, pero tenemos que cambiar. En esta Mesa, no se puede sentar uno de cualquier manera. Comer y participar en este banquete es un modo de vivir, de ser. Hace falta «el traje de fiesta», el cambio, la transformación, el arrepentimiento.

Vestirse de fiesta es construir la fraternidad

Todos entran al banquete de la vida. Todos comen, todos participan del gozo común, todos viven en la presencia de Dios. Pero hay un detalle final en la parábola que no hay que olvidar. El rey entra en la sala y encuentra uno que no lleva el traje de fiesta: Es excluido de la fiesta, de la vida, y arrojado a la oscuridad, a la muerte. Porque no lleva traje de fiesta.

La gracia de Dios ha llegado a ti, te invita, te salva, te saca de la oscuridad y los peligros de los caminos para conducirte al banquete. Cambiar de traje es cambiar de vida, es celebrar la fraternidad, entrar en la luz del Reino, comportarnos como hijos, como hermanos, y no como extraños.

Las lecturas de estos domingos nos recuerdan que Dios nos invita a vivir en la fraternidad, a compartir el pan de cada día y compartir la vida, a perdonarnos a no excluir a nadie. Somos invitados al banquete, podemos ser también portadores de esta alegría y convidar a quienes se sienten olvidados o excluidos.

El Padre Flores es director del ministerio migrante de la Diócesis de Rochester.

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