Vivir en el Espíritu del Resucitado mediante la paz y el perdón

Este tiempo de Pascua, que se extiende por cincuenta días y concluye con la gran fiesta de Pentecostés es un tiempo para acoger los frutos de la resurrección en nuestra vida. El fruto fundamental de la resurrección de Cristo es la venida del Espíritu que habitando en nosotros nos transforma desde dentro, vence nuestro pecado y nos hace nuevos en Cristo.

Durante estas semanas escuchamos las lecturas del libro de los Hechos de los Apóstoles, que son nuestra historia de familia. En este libro encontramos cómo la familia de la Iglesia a la que pertenecemos por el Bautismo respondió a esa acción del Espíritu Santo en ellos y cómo al responder a la voluntad de Dios fueron transformados y transformaron, sanaron y convirtieron a muchos a su alrededor.

Durante la Pascua estamos llamados a dos experiencias fundamentales: 1) experimentar el encuentro con el Resucitado y 2) evangelizar y cumplir la misión que nos ha dado el Resucitado mediante la fuerza de su Espíritu.

Hemos escuchado los relatos evangélicos de cómo los discípulos experimentaron el encuentro con el Resucitado. Nosotros de igual manera estamos invitados a vivir ese encuentro. Este es un tiempo para traer a nuestra memoria y a nuestro corazón todas las ocasiones y situaciones en nuestra vida en las que hemos tenido ese encuentro personal con Jesús, que nos ama, que nos acompaña, que lentamente nos transforma y nos da fuerza para enfrentar la vida con esperanza renovada. Este es un tiempo para tener los sentidos atentos a descubrir los signos de nueva vida en nosotros, en los demás, a nuestro alrededor. No busquemos signos gigantescos, sino pequeños signos de la presencia del Dios de la vida que renueva a mujeres y hombres desde dentro y los invita a hacer del mundo un lugar mejor.

Este es tiempo para evangelizar, no tanto mediante la predicación sino mediante el testimonio de nuestros actos. En los Evangelios de esta temporada está claro cómo estamos llamados a evangelizar. El Resucitado tiene un mensaje para quienes lo encuentran: "La paz esté con ustedes". En este sentido nuestra misión como discípulos del Resucitado movidos por su Espíritu es traer paz a todos aquellos que se encuentran con nosotros o comparten la vida con nosotros. Preguntémonos honestamente: ¿Soy un agente de paz para quienes viven o trabajan conmigo? Cuando alguien comparte tiempo conmigo, ¿se va con más paz que cuando nos encontramos? Como discípulos de Jesús estamos llamados a traer paz como El lo hizo. Jesús le da a sus discípulos una misión concreta, les dice reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen sus pecados les quedan perdonados. Nuestra misión entonces es ser instrumentos del perdón de Dios que Cristo ganó para nosotros mediante el sacrificio de la cruz. Es tiempo de perdonar; de perdonarnos a nosotros mismos y perdonar a los demás, sabiendo que cuando le negamos el perdón a otros no sólo les estamos negando nuestro perdón sino que les estamos negando la oportunidad de experimentar el perdón de Dios y estamos negando el sacrificio de Cristo en la cruz por nosotros.

Resumiendo, esta temporada de Pascua y Pentecostés es un tiempo de gozo para vivir el encuentro con el Resucitado y permitir que el Espíritu Santo nos transforme en agentes de paz y perdón, verdaderos discípulos de Jesús que construyen comunidad y dejan atrás la mujer y el hombre viejo de orgullo, rencor y violencia para ser como Cristo, mujeres y hombres de servicio, amor, humildad, generosidad, perdón, paz y unidad.

¡Que el Dios de la vida que nos salvó por la muerte y la resurrección de Cristo y habita en nosotros mediante el Espíritu Santo haga de cada una y cada uno de nosotros verdaderos discípulos!

El Padre Ruiz Sierra es vicario pastoral en la Parroquia San Benedicto en Canandaigua.

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