Médicos discuten la salud del refugiado

ROCHESTER — Confrontando el inmenso trabajo de ocuparse de refugiados de varios continentes que hablan 65 idiomas diferentes, el Hospital Rochester General (HRG) ha tomado la delantera en ofrecer consejos sobre como tratar una población tan diversa.

Hace solo dos meses, el hospital abrió una clínica en Alexander Park, esclusiva para el cuidado pediátrico de las familias de refugiados. El hospital proporciona cuidados para refugiados en otros tres sitios: Clinton Family Health Center, Genesee Internal Medicine y el departamento de pacientes externos del hospital, explicó James Sutton, un asistente de doctor bilingüe que trabaja con HRG desde 1997.

El hospital intenta proporcionar servicios de traducción profesionales por medio de traductores del Centro Católico para las Familias, un servicio de video y traducción simultanea remota por medio de auriculares usados por el médico y el paciente similares al modelo de las Naciones Unidas, como el medio de proporcionar el mejor cuidado posible a estas nuevas poblaciones del área de Rochester, explicó Sutton, que es también director de medicina comunitaria para el HRG.

"Cuando uno ve a una familia por primera vez, uno tienen que ganar su confianza", añadió Stephanie Brown, enfermera pediátrica que trabaja dos días a la semana en la clínica Alexander Park. "Cuando los refugiados hablan de diversas cosas en su propio idioma, eso los ayuda…Escuchar lo que ha ocurrido antes de que vinieran aquí también ayuda".

Para ayudar a los proveedores como Brown a aprender a ser más sensibles culturalmente y a satisfacer mejor las necesidades físicas y sicológicas de los refugiados provenientes de todo el mundo, Sutton dirigió la planificación de la primera conferencia nacional sobre el cuidado de la salud de los refugiados. La conferencia atrajo a más de 400 participantes de 29 estados durante el evento que duró dos días el mes pasado, dijo él.

Los talleres enfocaron una variedad de temas, entre ellos, la perspectiva histórica y la orientación cultural de algunos grupos de refugiados, apoyo para el bienestar de niños, las diferencias en la salud de poblaciones de refugiados y enseñar competencia cultural para reducir las diferencias en la salud. La salud mental de los refugiados también se trató en un taller que estudió traumas y sanación.

"Esto no se trata solo de tener la ayuda de personas que son fluentes en los diversos y a veces arcanos idiomas de los clientes refugiados, sino de entender las diferencias culturales necesarias para proporcionar los cuidados de manera apropiada al cliente o paciente" dijo en un correo electrónico Jim Morris , director asociado de servicios para refugiados del Centro Católico para las Familias. "Además de eso hay que tomar en cuenta de donde ha venido el refugiado, proporcionando cuidados especiales si ha sufrido traumas tales como torturas o violación. ¿Han sido separados de los miembros de su familia inmediata? ¿Han crecido en un campo de refugiados? Hay muchos elementos que tomar en consideración. Es por eso que conferencias y reuniones como la conferencia sobre la salud de los refugiados son tan importantes porque promueven un mejor entendimiento de todas estas áreas y permiten que se reúna un forum de proveedores de servicios y discutan nuevas maneras de confrontar estos retos".

Marius Kother, que es ahora un estudiante de doctorado en la Universidad de Rochester, confrontó algunos de estos traumas cuando ella sufrió a los ocho años de edad de fiebre amarilla mientras vivía en un campo de refugiados en Bene, a donde se había mudado su familia tras dejar Togo, su país de origen. Su madre cargó a Kother en sus espaldas, mientras cargaba en los brazos a un hijo menor hasta llevarlos a una clínica de las naciones unidas. Pero a Kother le negaron una y otra vez cuidados porque la familia había aceptado un plan de reasentamiento, que les ofrecía un pago financiero que no incluía cuidados médicos. Ella contó su historia durante uno de los talleres el 12 de abril.

"Yo le tengo mucho miedo a los profesionales de cuidados de la salud", dijo ella. "Cuando más los necesité, me rechazaron. Todavía tengo mucha ansiedad".

Ella y otra presentadora, Bethany Shwa, de Burma, dijeron que sus comunidades necesitan voluntarios para ayudar a las familias refugiadas que son dejadas a sus propios recursos pocos meses después de su reasentamiento, para que los ayuden a ir a los turnos para cuidados de la salud y los enseñen a trasladarse dentro del área de Rochester.

"Aquí las cosas suceden muy rápidamente, tan rápido que se hace difícil reconocer las cosas y aprender", añadió Shwa.

Después de la conferencia, Sutton hizo una encuesta y todos los que respondieron dijeron que ellos volverían para asistir a otra conferencia y que se lo recomendarían a otra persona. Tambien ha habido pedidos de que la próxima conferencia se lleve a cabo en Syracuse, dijo Sutton. Una proveedora de servicios de Arizona le dijo que ella había estado buscando informaciones de ese tipo por años, dijo él

Él espera que la conferencia se convierta en un evento anual en los próximos años a medida que los proveedores de servicios de la salud se acostumbren al cuidado de refugiados, dijo Sutton.

"Evidentemente hay una necesidad de este tipo de conferencia en el país", observó él.

Por décadas, unos 800 refugiados al año se han establecido en Rochester, añadió Sutton. El año pasado, el número llegó a 700, y la mayoría de los refugiados vinieron de Bhutan, Burma, Cuba, Irak y Somalia. En la actualidad unos 10,000 refugiados de países africanos, Afganistán y Nepal se han establecido en Rochester.

Un refugiado reciente es Aung Naing Hot, que llegó a Rochester de Tailandia hace tres meses por intermedio de la Organización Internacional para la Migración, una organización intergubernamental dedicada a proveer asistencia humanitaria a los migrantes que la necesiten.

El 19 de abril, él trajo a su hijo de dos años, Basee Roler, para una visita de seguimiento a la clínica pediátrica para refugiados de Alexander park, en el antiguo Hospital Genesee de Rochester. Después de vivir por años en un campo de refugiados, Hot dijo que se mudó con su familia a Rochester, donde sus padres se habían establecido hace dos años.

"Cuando uno vive en un campo de refugiados, no tiene esperanzas" dijo por intermedio de Nay Thorn, un traductor del Centro Católico para las Familias, que también vivió en un campo de refugiados en Tailandia.

"Aquí podemos caminar, obtener un trabajo y ahorrar dinero", dijo Hot. "Es una vida mejor".

Aunque en el campo de refugiados donde se encontraba, proveían cuidados médicos, la calidad del cuidado y las instalaciones no se aproximaban a lo existente en los Estados Unidos, añadió él.

"Los doctores aquí son muy amables", dijo él. "Nos tratan muy bien".

Las necesidades de los refugiados son únicas, no solo en lo referente al lenguaje y la cultura, sino porque confrontan condiciones médicas que son desconocidas en la medicina occidental, dijo Sutton.

Esas condiciones fueron ilustradas por un caso que contó la Dra. Francesca Gany una de los dos conferencistas principales durante la conferencia nacional. Gany es miembra de la facultad de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York y fundadora del Centro para la Salud de los inmigrantes, una red de miembros de la comunidad, científicos sociales y profesionales de cuidados médicos y de salud pública.

Durante la década del 1980, Gany trabajó con un grupo de hombres de Senegal que se habían establecido en un barrio particular de la ciudad de Nueva York y trabajaban largas horas como choferes de taxi. Uno por uno los hombres se enfermaron con los mismos síntomas de dolor de estomago que irradiaba hacia la espalda y que los llevaba a buscar cuidados en el departamento de emergencia del hospital Bellevue.

"Los doctores, perplejos", dijo Gany, "hicieron muchas pruebas".

Fue solo cuando fueron referidos a su clínica que Gany pudo ver un patrón. Tras buscar la ayuda de un antropólogo, visitar el lugar de trabajo de los hombrtes y hablar con gente de la comunidad, los doctores fueron capaces de diagnosticar que los hombres tenían una condición conocida en Senegal como "tooy", que aflige a la gente que es desarraigada, que vive vidas solitarias sin una estructura familiar y que tienen poco tiempo para descansar.

Le dieron a los hombres gelatina Knox, que es similar a kell, una planta seca que es la cura en Senegal, y les hablaron sobre sus problemas.

"Pudimos mover a la comunidad para ayudar a la gente", dijo Gany. "Uno a uno los pacientes mejoraron y pudieron volver a trabajar y se sintieron mejor."

Los refugiados son resistentes y tienen el valor para desarraigarse y emprender el arduo trabajo de venir a los Estados Unidos, dijo Gany. Pero su caso muestra la importancia de establecer relaciones y de conocer la población de refugiados que uno tiene a su cuidado.

"Llegan con mucha esperanza y fe", dijo ella. "Este es un modelo del cuidado que se debe dar".

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