Aprecié mis experiencias con las culturas hispanas

Siempre me fascina cuanta gente tiene curiosidad sobre qué exactamente hacemos en el seminario. Están interesadas en nuestro horario, en lo que aprendemos, en qué hacemos para divertirnos y qué opinamos sobre la iglesia de hoy. Como la mayoría de los estudiantes universitarios venimos a finales de agosto y nos quedamos hasta mediados de mayo, con las vacaciones usuales entre semestres. ¿Qué hacemos entretiempo? Les puedo asegurar que nos mantenemos ocupados durante el verano con una variedad de actividades que van desde internados en parroquias u hospitales hasta estudios en áreas específicas. Recientemente, el obispo nos ha pedido a muchos de nosotros que participemos en programas de inmersión en español, que nos expone a ese idioma en el caso que tengamos que usarlo en nuestro ministerio en el futuro.

Les diré un poco sobre mí antes de continuar. Yo nací en Elmira, una pequeña ciudad del sur del estado donde me crié. La única exposición que tuve a una lengua extranjera fueron 7 años de francés en la escuela. Siempre quise aprender otra lengua así que cuando la oportunidad de estudiar en Colombia se me presentó el invierno pasado, acepté con el entusiasmo y alegría con el que uno emprende un nuevo reto. Antes de irme pude pasar varias semanas en casa para prepararme al largo viaje. Me preparé lo mejor que pude para vivir en una nueva cultura y aprender un nuevo idioma, pero sabía que todo el estudio y todas las preguntas que hice no me podían preparar adecuadamente. Cuando llegué, mi familia adoptiva me recibió calurosamente y me sentí parte de ellos. No viajé solo; otro de nuestros seminaristas, Frank Vivacqua, viajó conmigo. Conocer a otra persona que habla su idioma hace una gran diferencia, pero me empecé a dar cuenta de lo difícil que eran las cosas para algunos seminaristas de nuestra diócesis que no son nativos de los Estados Unidos pero han sido invitados a Rochester a formar parte de nuestra diócesis. Se mudan a un lugar donde no tienen amistades ni familiares. Hemos sido benditos con su presencia y con sus contribuciones a varias de nuestras parroquias. La mayoría viene del área de Medellín, así que consideré como un intercambio el tiempo que pasé en la misma área de donde vienen nuestros hermanos. Después de unos días me pregunté ¿Es esto lo que algunos de nuestros hermanos de Colombia sienten cuando se mudan a los Estados Unidos? No me tomó tiempo apreciar las diferencias en el idioma y la cultura que existen entre ambos países. Aprender un nuevo idioma es difícil, pero entenderlo lo suficiente para comunicarse en todos los aspectos de la vida diaria es más difícil aun. Cuando se cumplieron mis seis semanas me sentí trastornado. Después de aprender, viajar y hacer nuevos amigos tenia que dejar atrás a las personas que me habían hecho sentir como uno de ellos y me habían hecho sentir en familia. Sin embargo, sabía que era tiempo de empezar a trabajar y poner a prueba lo que había aprendido.

Cuando volví a los Estados Unidos a finales de julio, fui inmediatamente a la parroquia Sta Francisca Javier Cabrini en Rochester. Esto me dio la oportunidad de experimentar como el español es usado en la vida de la parroquia. Ya fuera en la Misa, en un funeral o en una reunión de comité fui capaz de usar lo aprendido.

Algo que aprendí rápidamente es que las cosas se hacen diferentemente en las diversas culturas hispanas. Sin embargo, encontré que esos retos eran inspiradores y me hicieron interesarme más. El uso del español es diferente entre las culturas que experimenté, pero algo era igual; tenía que practicar la fe en un idioma que no era el mío. Había varias diferencias entre el estilo de culto de la Iglesia Católica en Colombia y en las iglesias hispanas de Rochester, lo que hizo las cosas más interesantes para mí. En Colombia, la vida devocional y las raíces de la Iglesia Católica me asombraron porque vi iglesias repletas a diario. En Rochester, vi a una comunidad orgullosa de su estilo de hacer el culto y que está dedicada a ayudar a sus semejantes. Para alguien que aspira al sacerdocio ambas son muy formativas e importantes. Esto me ayudó a tomar un sentido de dirección para mi ministerio y me quitó un poco del miedo que tenía de trabajar con personas cuya lengua nativa era diferente a la mía. Lo importante es que nuestra fe en Cristo y fe en sus promesas nos asegura a ambos. Nuestra iglesia local tiene muchos retos pero para mí significa una invitación del Señor a seguir mas de cerca a la gente de Dios, no importa su idioma o su cultura.

Les escribo desde mi cuarto en el seminario Sta. María de Baltimore. Me quedan dos años más de estudios y espero volver a estar con ustedes pronto. Les pido que recen por mí y yo rezaré por ustedes. Estos no son tiempos fáciles para ser sacerdote. Espero que se den cuenta cuanto su amor y oraciones significan para nosotros. Para aquellos de ustedes que conocí este verano, les agradezco desde el fondo de mi corazón sus oraciones, apoyo, amor, amabilidades y encorazonamiento. Ustedes compartieron sus vidas conmigo y me invitaron a compartir la mía con ustedes. A los que no conozco todavía, espero que nuestros pasos se crucen pronto.

Matt Jones es un seminarista de la Diócesis de Rochester.

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