Amistad que llega a ser maravillosa

Ayudar a un desconocido es admirable. En alguna ocasión u otra, todos nosotros hemos beneficiado, como cuando el motor de mi camioneta dejó de funcionar el otro día a 20 millas de mi casa.

Pero ofrecer amistad a la madre de un hombre acusado de la muerte de su hijo es maravilloso.

Orlando y Phyllis Rodríguez, de White Plains, Nueva York, perdieron su único hijo, Greg, en 9/11 en el Centro Comercial Mundial. Más tarde Phyllis brindó su amistad a Aicha el-Wafi, madre de Zacarias Moussaoui, el llamado atracador número 20, acusado de ser parte de la conspiración y condenado a prisión por el resto de su vida.

La historia de cómo los Rodríguez lidiaron con su pesadumbre apareció en 2006 en el Village Voice de Nueva York, titulada "Llorando Con El Enemigo," y escrita por Bernice Yeung.

Antes de mudarse a White Plains, los Rodríguez habían vivido en nuestra aldea, Croton on Hudson, y su hija Julia había sido compañera de clase de Mary la más joven de nuestras hijas.

El 9/11 Greg, de 31 años y casado, era vicepresidente de seguridad de correo electrónico en la impresa de inversiones Cantor Fitzgerald, situada en el 103 piso de la torre norte del Centro Comercial. Momentos después que el primer avión estalló, llamó al hogar de sus padres para avisar que estaba bien. Fueron las últimas palabras que recibieron.

Phyllis, en ese entonces un maestra por horas, y Orlando, profesor de sociología en la Universidad de Fordham, trataron de aliviar su dolor reuniéndose con familiares y con otras familias del 9/11. Consultaron con consejeros, cesaron de ver películas y televisión, leyeron libros sobre la tristeza y la muerte, y durmieron. Aún no se sintieron en paz.

Para Phyllis la primera etapa fue desconsuelo. Luego perdió la voz y después sintió ira contra los atracadores, que no alivió porque ya habían muerto. En seguida vino ira contra Osama bin Laden y también contra el gobierno de los EE.UU. porque Phyllis y Orlando no creían que guerra contra Afganistán era solución. También se sintió culpable, pensando si hubiera fallado hacer algo que hubiera evitado la presencia de Greg en la torre norte en el día fatal.

"Por fin, lo único que le trajo consuelo fue ofrecer amistad a Aicha el-Wafe", escribió Yeung.

Pero Phyllis no pensó de la madre de Moussaoui hasta que vio su foto en el periódico y leyó que dijo a los reporteros que extremistas islámicos habían lavado el cerebro de su hijo en Inglaterra. "Sentí compasión hacia ella como madre", dijo Phyllis, "el deseo de acercarme a ella". Eventualmente, ella y varios otros miembros del grupo 9/11 se reunieron con el-Wafi por medio del grupo Víctimas de Homicidio para La Reconciliación.

La madre de Moussaoui les dijo: "No se si mi hijo es culpable, pero quiero pedir perdón por lo que les pasó a ustedes y sus familias."

Después, Phyllis y Aicha comunicaron por tarjetas postales y en 2006 se reunieron en Francia.

Phyllis resolvió que lo único que podía hacer es no rendirse a la tragedia y definirse por ella. "No siento miseria", le dijo a Yeung. "De hecho, la más bueno que pueda hacer como resultado de ella, será: ayudar a Aicha, abogar por más comprensión entre los pueblos, tratar de comprender lo que hace a personas hacer hechos extremistas. ¿Qué podemos hacer para eliminar las condiciones que hacen a los pueblos tan rabiosos"?

Tal amistad es posible cuando uno cree, como Phyllis Rodríguez, que lo bueno pesa más que lo malo y que lo bueno es más común más que lo malo.

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