Paramédicos llevan a un paciente al hospital. Los paramédicos de la ciudad de Nueva York llevan a un paciente al Centro Médico Maimonides el 7 de abril de 2020 durante la pandemia de coronavirus. (Foto CNS por Brendan McDermid/Reuters)

Pandemia de coronavirus se convierte en Vía Crucis en 2020

Moisés Sandoval column logo

Al cumplir dos semanas encerrado en mi casa en West Hartford, Connecticut, y viendo que las nieves de enero y febrero por fin llegan, pienso de una novela de 1953 del escritor surafricano Alan Paton, con el título: «Demasiado tarde el falaropo».

Es la historia de un hombre blanco más alto, inteligente y exitoso que sus compatriotas. Comete un crimen imperdonable en esa sociedad en los tiempos de apartheid: relaciones sexuales con una mujer negra.

Pero no se da cuenta del destino que le enfrenta hasta que un día ve al pájaro raro, el falaropo. Su condena lo arruina y también a toda su familia. No hay misericordia ni redención.

Ya hace muchos años que leí esa novela, pero el sentido es de perdida, de un futuro de repente desaparecido para siempre y recuerdo lo que vivimos hoy día. Sabemos que como vivíamos el mes pasado ha desaparecido, junto con nuestras inversiones, y que muchos de nosotros no veremos la recuperación — y, aunque tuviéramos ese lujo, la vida no va a ser igual.

Aquí y ahora, lo que nos condena es la arrogancia. Hace sólo unas semanas el presidente Donald Trump invitó preguntas sobre el coronavirus en una conferencia de prensa durante un viaje a la India para alardear que todo estaba bajo control.

Hubo oportunidades para actuar antes que fuera muy tarde. En octubre de 2019 oficiales de salud de la ciudad de Nueva York ensayaron su respuesta a una pandemia como la que sufrimos ahora. Ese ejercicio reveló lo inadecuado que responderíamos a tal eventualidad. Si nos hubiéramos movilizado, hubiéramos tenido varios meses para prepararnos.

Los primeros casos de infección aparecieron simultáneamente en Corea del Sur y Estados Unidos en los últimos días de enero. Los coreanos se movilizaron para producir cientos de miles pruebas de la infección y así identificar donde estaban los enfermos para aislar y asistir a las víctimas. Limitaron el contagio del coronavirus.

En los Estados Unidos se hicieron menos pruebas, pero aún, eran pruebas que no funcionaban bien. Hasta esta fecha nuestro país no ha hecho las pruebas de infección que hizo Corea del Sur, un pequeño país de 51 millones. Eso en cuanto al mito de la excepcionalidad norteamericana.
Y ahora, ya que la pandemia he llegado a todos los estados, la oportunidad de aislar y controlar la infección ha desaparecido. No hay modo de recuperar oportunidades perdidas; como escribió Paton, «Demasiado tarde el falaropo».

Nuestro destino está sellado.

Los hospitales van a ser arrollados. Los médicos van a tener que decidir quien vive y quien muere, como ya esta pasando en Italia, careciendo de los equipos para salvar vidas. En el evitable triaje, la categorización entre los que tienen más y menos expectativa de vida, nosotros los ancianos que hemos vivido muchos años, vamos a carecer de suerte. Por eso, mi hija María, profesora de matemática en Colegio de Trinidad en Hartford, consultó con sus hermanos y hermanas y nos dijo: «Mamá y Papá, queremos que no salgan de casa durante las próximas semanas. Yo hago todas sus compras de comida y sus recetas de medicinas».

Afortunadamente ella está en sabático este semestre. Cada sábado ella viene a cenar con nosotros, que siempre anticipamos con alegría, y después vemos a una película en el televisor. Y el domingo asistimos a la misa televisada.

Oramos por los niños sufriendo hambre porque solo comían cuando iban a la escuela; por los milliones de obreros desempleados sin ningún salario; los trabajadores en las tiendas de comestibles, los médicos, enfermeras y otros trabajadores en las salas de emergencia y cuidado intensivo, los miembros de la Guardia Nacional levantando hospitales del campo, los choferes de ambulancia, los gobernadores que claman sin cesar por ayuda; y aquellos líderes nacionales firmes en su lucha por el bien común en una época de tribalismo político.

Qué Dios nos ayude a todos.

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