ROCHESTER — "¿De dónde es Ud.?", le preguntó Dan Lill a la persona que tocó a la puerta un sábado por la mañana a mediados de noviembre.
"De África".
"¿Y Ud. vino caminando desde allá?" Lill preguntó con buen humor.
Esa broma hizo sonreír al joven, que había llegado al almacén a pie — como cientos de personas que van a R Community Bikes — pero que esperaba irse con una bicicleta. Él había llegado al lugar correcto. Dentro del local de 6,000 pies cuadrados, había fila tras fila de bicicletas, y voluntarios trabajaban en varias de ellas.
"Aquí hay de 500 a 600 bicicletas esperando a ser arregladas", dijo Lill.
Y pensar que todo esto empezó con el ofrecimiento de arreglar una goma ponchada.
R Community Bikes, fundada por Lill y Bill D’Anza, es una iniciativa a través de la cual se recogen, reparan y redistribuyen las bicicletas entre residentes de la ciudad necesitados. El trabajo de reparación se lleva a cabo en el almacén cuatro días por semana, y las donaciones se hacen los miércoles y los sábados de 9:30 a.m. a 1:00 p.m. durante todo el año.
La organización, que recibió dinero de la Petición de Navidad en el 2008, ha dado más de 4,000 bicicletas desde sus comienzos. A finales del 2009, estaba camino de doblar el total de 654 donaciones hechas el año anterior.
Lill comentó que las condiciones económicas están haciendo más retadores los costos de transportación para los residentes de la ciudad, algunos de los cuales no tienen hogares. Aunque R Community Bikes da algunas bicicletas con fines de recreación, especialmente las bicicletas de niños, Lill dijo que el 80 por ciento de lo que el ministerio da va a adultos que necesitan las bicicletas para ir al trabajo, a la escuela y a programas de recuperación de la adicción a drogas. La demanda es alta aún en los meses fríos.
"Recibimos un agradecimiento muy sincero de las personas que dependen verdaderamente de las bicicletas para el transporte", dijo D’Anza.
R Community Bikes opera principalmente en el local de Hudson Avenue y hace las reparaciones en la Casa de Hospitalidad de San José, en South Avenue durante los meses de verano. Lill, un feligrés de Santa Mónica en Rochester, dijo que la organización está tratando de expandirse hacia el oeste de la ciudad, donde no existen servicios comparables.
Los recipientes pertenecen a muchas comunidades étnicas — anglo, afroamericana e hispana — y también incluyen a refugiados de países tales como Cuba, Ucrania, Irán, Sudán, Bhután, Kenya, Nepal, Myanmar (Burma), Vietnam, Iraq, Somalia y Tailandia. Los adultos deben traer una carta de referencia de una agencia de servicios sociales, una iglesia o empleador, para reducir las posibilidades que una bicicleta sea vendida o canjeada para propósitos ilícitos. Los que no tienen una carta pueden ganar las bicicletas trabajando en el almacén.
Esta operación comunitaria comenzó simplemente en el 2001, cuando D’Anza, un feligrés de la iglesia El Santo Nombre de Jesús en Greece, ofreció arreglar la bicicleta de un miembro del personal mientras ayudaba a servir almuerzos en la Casa de Hospitalidad de San José. La semana siguiente uno de los clientes le pidió a D’Anzio que le arreglara una goma ponchada, y poco después él empezó a hacer reparaciones gratis en el parqueo junto con Lill, otro voluntario de la Casa de Hospitalidad de San José. Desde entonces, D’Anza y Lill vieron crecer su ministerio por medio de anuncios en los boletines de las iglesias y de palabra.
La iniciativa es apoyada por negocios del área, iglesias y grupos comunitarios que hacen donaciones y ayudan a arreglar la recogida y donación de bicicletas. Los ingresos se obtienen por medio de subvenciones y de la venta ocasional de alguna bicicleta de colección o por donaciones de piezas de repuesto. Una lista de voluntarios de 200 personas incluye algunos mecánicos con experiencia profesional, aunque Lill dijo que siempre se le da una buena acogida a nuevos voluntarios, especialmente si son residentes de la ciudad.
"Los voluntarios son magníficos", dijo Lill, un maestro retirado de la Escuela para Sordos de Rochester.
D’Anza añadió que los miembros de la comunidad también pueden ayudar llevando las bicicletas que no usen a R Community Bikes y haciendo una donación que pueden deducir de sus impuestos. Aunque no todas se pueden arreglar, D’Anzio dijo que muchas se pueden reparar aunque no lo parezca.
"He visto a gente poner bicicletas con la basura, cuando lo único que necesitaban era que les inflaran las gomas. Quizás necesiten que se les ajuste el manubrio o que se les ponga una goma nueva".
D’Anzia, un administrador jubilado del Centro de Psiquiatría de Rochester a quien le encanta ir en bicicleta, dijo que está contento de poder contribuir su experiencia a una causa noble.
"Vale más la satisfacción de hacer lo que hago, que lo que dono. La gente queda verdaderamente agradecida la mayor parte de las veces y es muy divertido", comentó él.
Entretanto, Lill se maravilló al ver en el almacén tantas bicicletas donadas con buena voluntad y a tanta gente dispuesta a ayudar a repararlas.
"Yo me paro aquí y me pregunto, ‘¿De dónde vino todo esto?’ Hemos recibido muchas bendiciones", dijo él.