ROCLA presenta Premios de Paloma Blanca

GATES — Cecilia Morán Santos fue una estudiante que trabajaba en una agencia del gobierno en la capital de El Salvador el 25 de septiembre, 1980, cuando fue secuestrada por soldados.

En el primer día de su cautiverio, ellos vertieron ácido sobre sus manos. Ella fue sometida a choques eléctricos.

La tortura por los soldados salvadoreños duró toda la noche. Entonces ellos la pusieron en una celda por ocho días hasta que ella firmó una "confesión" — un pedazo de papel en blanco que ella firmó mientras sus captores sujetaban sus manos.

Finalmente, Morán Santos pasó tres años en la prisión y fue liberada por un acuerdo de amnistía con el gobierno de los Estados Unidos. Ocho días después de estar en libertad, ella llegó a la Ciudad de Nueva York y dijo:

"Yo estaba al punto de vida o muerte".

Ella contó su historia el 11 de marzo durante la 28º "Comida de Arroz y Habichuelas" anual auspiciada por el Comité para América Latina de Rochester (siglas en inglés ROCLA). Morán Santos y el Centro para Justicia y Responsabilidad recibieron los Premios de Paloma Blanca Internacional del comité. Otra vez Nut Butter Collective, una compañía propiedad de los empleados, recibió el premio paloma blanca nacional de ROCLA.

No mucho tiempo después de llegar a Nueva York, Morán Santos se mudó a Rochester y vivió con las Hermanas de San José en su casa en la Calle Peck. Ella empezó educando a varios grupos de fe sobre los abusos de los derechos humanos en El Salvador. Ella empezó reuniéndose con legisladores y llevó una delegación a El Salvador y a un campamento de refugiados en Honduras.

"Comprendí que no estábamos solos. Hay un movimiento internacional para detener la violencia allí", dijo ella.

Arnold Matlin de ROCLA dijo que la organización no estaba consciente de su conexión con Rochester cuando ellos la escogieron para el premio.

"Ella encarna todo lo que ROCLA trabaja para (apoyar)", añadió él. "Más allá de sufrir, ella fue lo suficientemente valiente como para tomar el reto y confrontar a la gente que la había torturado".

En el 2005, la Agencia Central de Inteligencia llevó a la corte un caso contra el Coronel Nicolás Carranza, el vice-ministro de defensa en El Salvador desde el 1979 hasta el 1981 que supervisó las fuerzas de seguridad del país. Durante el juicio, Morán Santos dijo que ella y varias otras mujeres que fueron torturadas en El Salvador llegaron a ser las voces para los que no sobrevivieron sus pruebas. Subsiguientemente Carranza fue encontrado culpable de delitos contra la humanidad.

Tales actos de valentía son razones por las que el premio de Morán Santos es bien merecido, dijo la Hermana Bárbara Lum. Ella vivió con Morán Santos cuando estaba en Rochester, pero no sabía todo lo que ella había logrado después de salir del área, añadió la Hermana Lum.

"La gente necesita saber", la Hermana Lum dijo refiriéndose a la historia y el trabajo de intercesión de Morán Santos. "Cuando yo me encontré con ella por la primera vez y le pregunté sobre ella misma, ella dijo, ‘Soy una ciudadana del mundo’. Nunca voy a olvidar eso".

Luego de salir de Rochester, Morán Santos entró a la escena nacional y dirigió protestas contra la guerra civil en El Salvador, explicó ella. También ella cabildeó con éxito para el status de refugiado político en los Estados Unidos para la gente que fue forzada a salir de El Salvador, añadió.

En los principios de la década del 1990, Móran Santos empezó a trabajar con la población creciente de centroamericanos en Long Island. La mayoría de ellos no tenían trabajo o papeles de inmigración para encontrar trabajo, dijo. Su trabajo con esta población llevó a la creación del Centro Salvadoreño, que ella dirige actualmente.

Los esfuerzos de intercesión del centro incluyen luchar para que el gobierno federal otorgue status de protegido temporeramente y eventualmente asilo para los refugiados para quienes el centro trabaja, explicó Morán Santos. Muchos de estos refugiados son analfabetas, así que el centro provee ayuda con el papeleo legal.

"Muchas de estas personas… no pudieron ser parte del proceso político en sus (países natales) y ser una voz para otros", dijo.

Su propia vida ha sido dedicada a ser una voz para los que murieron en El Salvador, incluyendo miembros de su propia familia. Su hermano, José Gregorio Morán, murió cuando estaba dirigiendo a un grupo de periodistas que estaban informando sobre los abusos contra los derechos humanos en su país natal, observó ella.

Ella dedicó su Premio de Paloma Blanca a su hermano y su padre que fue el que la enseñó primero a defender lo que era correcto. Su supervivencia le dio una responsabilidad para toda la vida para luchar por la justicia social.

"Yo estoy viva por algo", dijo. "Yo tengo que hacer algo".

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