Un hombre de Rochester es ‘un ejemplo para los demás’

ROCHESTER — La necesidad de comunicarse trasciende todas las barreras.

Esa es la historia de Ángel Luis Martínez, un trasplantado de Puerto Rico que nació sordo y mudo. No solamente desarrolló su propio lenguaje por señas para "hablar" con su familia y amigos, sino que también desarrolló una ética de trabajo muy fuerte que empezó con su trabajo en una granja en su pueblo natal Coamo.

Cuando se mudó a Rochester a los 18 años de edad, siguió los pasos de su padre y obtuvo un trabajo junto a él en la planta de embotellamiento de Coca-Cola en la Avenida Hudson. Él trabajó para la compañía por cuatro décadas hasta su retiro hace tres años.

Durante una visita a la casa de su familia cerca de la Avenida Clinton Norte el 2 de enero, él orgullosamente mostró un póster tamaño mural firmado por sus compañeros de trabajo cuando se retiró. Su hermana usó gestos para hacerle preguntas durante la entrevista para esta historia, y casi siempre sus respuestas estaban acentuadas con una sonrisa.

Su madre de 94 años de edad, Santiaga Martínez, le conoce mejor, dijo su hermana Josefina Rivera. Él fue el tercero de una familia de 11 hijos, dijo Rivera, que es la menor. Dos de los hermanos fallecieron.

Su padre, Juan Martínez, también fallecido, se mudó a Rochester a principios de la década del 1960, explicó Rivera. Él encontró trabajo y una casa lo suficientemente grande para toda la familia, añadió, y lentamente el resto de la familia le siguió.

Santiaga Martínez dijo que criar todos esos niños fue "mucho trabajo".

Pero no habiendo tenido otros familiares sordos, ella estaba sorprendida cuando Martínez no hablaba cuando ya había empezado a caminar, dijo. Otro miembro de la familia observó la falta de respuesta cuando él de niño pequeño no respondía cuando se le llamaba, y entonces se dio cuenta de que era sordo, añadió ella.

Pero ella tenía un primo que era mudo, comentó Santiaga Martínez.

Por eso, la familia se adaptó y usó diferentes señas para los nombres de todos los hermanos así como para otras palabras. Por ejemplo, él identifica un hermano señalando la base de su cuello indicando el largo del cabello. Para otro, él toca su mejilla para indicar que tiene pecas.

Ángel Martínez, que cumplirá 70 años el 18 de febrero, se rió cuando repasaron las distintas señas para los miembros de su familia.

"Él tiene un nombre para todo el mundo", dijo Rivera.

En el principio, él también demostró una afición por trabajar duro en los campos de una granja vecina a los 14 años de edad, dijo Santiaga Martínez. Él aprendió a usar el machete junto a su padre, a quien él seguía a la granja desde niño pequeño, añadió.

"Ganaba 5 pesos a la semana. Le daba 4 a su papá y se quedaba con uno," dijo su mamá.

Él se mudó a Rochester en el 1969 luego de varios años de ir y venir a Puerto Rico, dijo. Solamente siete días después de llegar, él empezó a trabajar en la Coca-Cola. Él trabajó en la línea de ensamblaje mezclando los refrescos, explicó Martínez a través de su hermana.

"Él hizo mucho", dijo Rivera. "Nunca pude entender cómo él podía comunicarse".

Martínez, quien asiste a Misa en la Iglesia San Miguel, aprendió algo del Lenguaje por Señas Americano cuando asistió a la Escuela para Sordos de Rochester por un par de años, dijo su hermana. Él indica que aprendió un poco pero no lo suficiente, aunque él practicaba con algunos de los amigos que hizo en la escuela.

"Todos los sábados, venían como 5 ó 6 muchachas y estaban un rato," su madre embromó con él, a lo cual él se rió. "Hablaban con señas."

Fermin Sabastro dijo que los compañeros de trabajo en la Coca-Cola no sabían el lenguaje por señas, así que ellos simplemente le enseñaban el proceso a medida que trabajaban en la línea de ensamblaje. Y cualquier trabajo que le asignaban en esa línea, Martínez lo hacía bien, añadió Sabastro. Ambos trabajaron juntos en la planta de la Avenida Hudson de la compañía, dijo.

"Era bien bueno," Sabastro dijo. "Él hacía todo lo que uno le decía."

Sabastro dijo que aunque los compañeros siempre encontraban la manera de comunicarse con Martínez, ellos siempre se aseguraban de la seguridad de él. Y era asombroso como a veces Martínez sabía lo que la persona estaba pensando antes de que tuviera la oportunidad de demostrárselo, añadió.

"Él conocía la Coca-Cola por arriba y por abajo", Sabastro comentó. "Sabía más que yo … y hacía toda las cosas bien".

Ángel Martínez hizo gestos para demostrar cómo el personal le enseñaba los pasos para los diferentes trabajos en la fábrica. Si no podían explicar algo, lo escribían, dijo a través de su hermana. Él nunca aprendió a leer los labios, pero aprendió a leer y a escribir en inglés y español, dijo Rivera.

"Dios quita algo pero te da algo a cambio," comentó.

Martínez está especialmente orgulloso del póster que le dieron sus compañeros de trabajo. Invita a los visitantes para que vean el póster que cuelga en un porche adyacente a su cocina. Él también muestra fotos de la fiesta de retiro que le hizo la compañía y la chaqueta de cuero para carreras que le regalaron.

Esa clase de orgullo en el trabajo de uno ofrece inspiración a todos, pero especialmente para la gente que se queja de tener que trabajar duro o que no desea trabajar, comentó Félix Martínez Marrero, feligrés de los Santos Apósteles, acerca de su primo.

"Nunca se reconoce a la gente como él", añadió. "Pero él es un ejemplo para otros".

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