Una labor de amor de 33 años se termina

ROCHESTER — Cuando su posición como director espiritual de la Universidad Norteamericana en Roma estaba próxima a terminarse, el entonces Padre Mateo Clark anticipaba volver a su Diócesis nativa de Albany después de una ausencia de siete años. Él no tenía una meta ambiciosa para un nuevo nombramiento, simplemente "asumir cualquier ministerio que el Obispo (Howard) Hubbard me asignara".

Entonces, su teléfono sonó, y esa llamada marcaría el comienzo de su jornada hacia la época más significativa de su vida.

"Yo estaba en mi cuarto el 23 de abril del 1979, sentado en mi escritorio", recordó él. "Era una mañana bella y soleada."

Minutos después estaba entrevistándose con el Arzobispo Ernesto Civardi, secretario de la Sagrada Congregación de Obispos, quien le transmitió una invitación del Papa Juan Pablo II para que el Padre Clark se convirtiera en Obispo de Rochester. Eso lo haría, a los 41 años de edad, uno de los obispos más jóvenes de la nación, junto con su buen amigo, el Obispo Hubbard.

"Yo me dije, si esto es lo que Dios desea que haga, lo haré", recordó él. Por lo tanto, comenzó a pasar tiempo en la biblioteca de la universidad, estudiando la sección de Rochester, del Directorio Oficial Católico "para hacerse una idea de los hechos y números. Me senté en un rincón de la biblioteca para que la gente no me preguntara por qué estaba leyendo sobre Rochester".

El Obispo Clark ahora conoce esta diócesis bien, tras haber pasado dos tercios de sus 50 años de sacerdocio aquí. Su tiempo como Obispo de Rochester terminará el año que viene en algún momento siguiendo la carta de renuncia que le envió al Papa Benedicto XVI cuando cumplió 75 años el 15 de julio, según la ley canóniga.

El Obispo Clark es el único obispo que la mayoría de los católicos menores de 40 años de esta diócesis pueden recordar. Su reino en Rochester es el segundo más largo en la historia diocesana, extendiéndose durante seis presidencias y partes de cinco décadas. Al haber tomado decisiones importantes que han afectado la Iglesia Católica local, sus decisiones inevitablemente han suscitado opiniones mixtas; sin embargo, él dice que su experiencia general con su rebaño ha sido de alegría y satisfacción.

"Ha sido mi vida", dijo el obispo, que planea seguir residiendo en esta localidad como obispo emérito. "Esta diócesis me ha nutrido, me ha dado fuerzas, me ha comprendido, ha sido paciente conmigo. Me ha dado más de lo que puedo identificar".

Raíces en Albany

El sacerdocio era una idea que le estaba dando vueltas en la cabeza a Mateo Harvey Clark desde que era un joven monaguillo en su parroquia de Sta. María de la Asunción en Waterford, hasta durante sus años en la Escuela de Secundaria Católica Central de Troy. De ahí fue a la Universidad Santa Cruz en Worcester, Massachussets donde estudió Educación. Aunque él también consideró estudiar leyes, la llamada a la vocación sacerdotal se intensificó y tras 18 meses de universidad, entró al Seminario Mater Christi en Albany. Un semestre más tarde vino al seminario San Bernardo en Rochester para una estancia de dos años. Luego terminó sus estudios en la Universidad Norteamericana y en la Universidad Gregoriana en Roma. Él fue ordenado sacerdote de la Diócesis de Albany el 19 de diciembre de 1962.

Sirvió como maestro y párroco por dos años antes de volver a Roma para estudiar ley canónica y recibió su licenciatura en 1966. Él fue nombrado como vicecanciller y párroco asistente en la Diócesis de Albany y como presidente de la junta de personal sacerdotal. En agosto de 1972 empezó un trabajo de siete años, dos como director espiritual asistente y cinco como director de la Universidad Norteamericana.

El Obispo Clark recuerda con humor cuan rápido se había regado la noticia de que él había aceptado el pedido del Papa Juan Pablo II de que fuera Obispo de Rochester. Después de haber recibido varias llamadas telefónicas de felicidades, llamó esa noche a su mamá, que lo había ido a visitar recientemente con su hermana.

"Mamá", le dije, "¿Puedes volver a Roma?" "Me encantaría, ¿Por qué?", dijo ella. "Así fue como se enteró".

Su nombramiento a Rochester en 1979, marcó su vuelta como obispo a una ciudad que había dejado como seminarista 20 años antes. Él tomó el liderazgo de Rochester del Obispo Joseph L. Hogan, que dejó el cargo por razones de salud. Fue ordenado obispo el 27 de mayo en Roma y fue instalado obispo el 26 de junio delante de varios miles de personas en el Rochester Community War Memorial.

Un obispo del Vaticano II

La ordenación sacerdotal del Obispo Clark hace casi 50 años, ocurrió justo algunas semanas después de la apertura del Concilio Vaticano Segundo. Un ejemplo concreto de sus esfuerzos para implementar la visión del concilio se ve en la renovación del 2003-2005 de la Catedral del Sagrado Corazón para tratar de hacer que el edificio concordara con las guías litúrgicas del concilio.

Él también ha sido un fuerte defensor de la visión del concilio de que haya una participación mayor del laicado. Entre los ejemplos más notables se halla el proceso de planificación pastoral diocesano que le dio a los feligreses participación en como ocurren las reconfiguraciones parroquiales, el proceso del sínodo que tuvo lugar al principio de la década del 90 y solicitó las opiniones de católicos de toda la diócesis, la creación a mediados de los años 90 de la posición de administradores pastorales que le permitió a los laicos administrar parroquias, en el 2009, la impresión de su libro, Adelante con Esperanza: Diciendo Amen al Ministerio Eclesial Laico que explora como las mayores oportunidades ministeriales para hombres y mujeres laicos están cambiando la faz de la Iglesia Católica.

El obispo es conocido local y nacionalmente por apoyar fuertemente a las mujeres y a los homosexuales y por permitir debates abiertos sobre temas controversiales. Sin embargo en el 1998 él hizo una línea entre discusión y lo que es permitido por la ley de la iglesia, cuando quitó al Padre James Callan del puesto de administrador de la Iglesia Corpus Christi de Rochester después que los líderes parroquiales violaron repetidas veces las enseñanzas de la iglesia en lo referente a intercomunión, uniones del mismo sexo y mujeres en papeles litúrgicos.

El Obispo Clark considera a corpus Christi como una de sus experiencias más dolorosas como obispo. Sin embargo, él dijo que la crisis de abuso sexual que culminó en el 2002 y resultó en que él quitara del ministerio a numerosos sacerdotes, "es sin rival, ni igual la crisis más devastadora de su servicio".

Él también ha dirigido la diócesis durante una serie de cierres de iglesias y de escuelas, y durante una época de disminución de vocaciones y de feligreses que van a Misa los domingos, tendencias que ha experimentado la iglesia en todo el noreste de los Estados Unidos.

"Estos han sido años de tremendos cambios en la iglesia. … Yo no anticipo que el mundo pase por un estado utópico en los años venideros", dijo él. Pero continúa recordando a los fieles "que somos un cuerpo en Cristo y que no tenemos nada que temer".

El toque personal

El Obispo Clark les da el crédito a los empleados del Centro Pastoral diocesano y a los líderes parroquiales por los muchos éxitos de su ministerio de 33 años. "He sido bendecido con gente muy talentosa’. Sin embargo, él no se alaba a sí mismo, manteniendo que él es una obra "en progreso".

"La gente puede tener la impresión que los obispos cuando son ordenados y nombrados obispo son un producto terminado por virtud de su ordenación, que saben todo lo que necesitan saber para hacer su trabajo sin problemas", dijo él. "Pero confrontamos un reto constante para "crecer".

La naturaleza humilde del obispo le permite hacer conexiones fácilmente con los fieles cuando preside en Misas y otras reuniones en la diócesis.

"Siempre trato de llegar temprano para poder saludar a la gente cuando llega y trato de hacer las más conexiones personales posibles, aunque sean breves", dijo él invocando la parábola del grano de mostaza. "El grano de mostaza es pequeño, parece insignificante. Cuando se cultiva y se nutre puede crecer mucho. El Obispo Clark dijo que sus esfuerzos para llegar hasta las personas son inspirados por los ejemplos de Jesús que comunica el mensaje de los Evangelios, por sus acciones más que por sus palabras.

El frecuentemente usa el buen humor y ha dejado mostrar sus emociones cuando habla desde el altar.

"Me lleva tiempo calmarme física y emocionalmente", dijo él, explicando sus respuestas emocionales que pueden ser provocadas por una oración, por la gente con las que se halla o por algún recuerdo."Algo me toca profundamente y me resulta difícil mantener una voz serena".

El próximo capítulo

Aunque la mayoría de los miembros de su rebaño renuncian al trabajo diario cuando tienen 75 años, el Obispo Clark no ha limitado su programa diario, continuando sus reuniones locales, regionales y nacionales, visitando parroquias por toda la diócesis, reuniones con sus amigos y con gente necesitada, visitando parroquias, y recibiendo visitantes en el Centro Pastoral.

"Me siento muy bien, pero muy bien. De veras, saludable y enérgico", dice él, aunque añade: "Noto más la importancia de una siesta. Mis amigos se burlan y me dicen que tengo el don de dormir".

Su reemplazante como obispo llegará probablemente el año próximo y por lo tanto el Obispo Clark ha tenido muchos momentos nostálgicos últimamente. "Me asombra en este momento de transición en mi vida, como todo me trae un recuerdo en estos días", dijo. Sentado en la catedral para esta entrevista con El Mensajero, él vio la cátedra, el asiento del obispo, y dijo "Cuando llegue el nuevo obispo me habré sentado en ese asiento por la última vez".

Sin embargo, dice que espera con ansias la próxima etapa de su vida.

"Estoy encantado con todo", dijo añadiendo que el retiro le dará tiempo para reflexionar. "Para terminar. Para conectar los puntos que no he conectado hasta la fecha".

Aunque él planea hacer más viajes a su Albany natal, él continuará a residir en la diócesis diciendo que "con mis amistades y conexiones, prefiero mucho quedarme aquí".

Cuando le preguntaron sobre su legado como pastor de los católicos de Rochester, él hizo una pausa de varios segundos y con emoción dijo simplemente:

"Me gustaría que me recordaran como alguien que los amó".

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