Durante la temporada de Adviento yo, al igual que ustedes, trato de mantenerme alerta y atento a la presencia y actividad de Dios en el mundo. Hacer esto significa dos cosas para mi: trato lo más posible de ver la realidad diaria de un nuevo modo y con ojos frescos; y trato de ver cómo Dios me habla por medio de todo eso.
Este esfuerzo durante el Adviento de ver las cosas de una manera nueva evoca en mí el recuerdo de una experiencia sencilla que tuve cuando estaba de vacaciones en julio del 1961. Dos compañeros míos de clases de la Universidad Norteamericana de Roma y yo pasamos nuestras vacaciones en Irlanda e Inglaterra. Una tarde, estábamos visitando una iglesia (no recuerdo el nombre) que estaba adornada con figuras y ornamentos tallados en madera. Mientras que mis amigos y yo caminábamos admirando ese maravilloso arte, noté que un joven, a medida que llegaba a cada figura, la tocaba despacio. Yo estaba fascinado con la atención especial que él le daba a la superficie de la madera y a las curvas y ángulos de la talla. Su ejemplo me llevó a hacer lo mismo lo que resultó en una nueva dimensión en mi apreciación de la belleza de la madera. Cuando mis amigos y yo salimos de la iglesia, tuve la oportunidad de acercarme al otro visitante y darle las gracias por mejorar mi visita con su ejemplo. Él respondió que la única manera como podía apreciar ese arte era por medio del sentido del tacto porque era ciego.
Casi 50 años después yo me acuerdo de esa experiencia y de algunas de las lecciones que me enseñó: que hay más de una manera de apreciar el mundo que nos rodea; que es importante desarrollar los dones que tenemos y no quejarnos por lo que no tenemos; que siempre podemos aprender más en la vida si estamos dispuestos a apartarnos de la manera usual que tenemos de hacer las cosas.
Tengo que confesarles que mantenerme atento de esa manera es siempre un reto para mí. Quizás sea el poder de la inercia en mi vida, pero me doy cuenta que tiendo a aferrarme a mis caminos usuales, a mis preferencias y opiniones, a no ser que intencionalmente me abra a otras voces y a nuevas posibilidades. Cuando logro abrir una puerta nueva, siempre expande lo que sé y lo que aprecio de la vida.
Si sienten que están estancados, frustrados o sin chispa, abran sus corazones a las invitaciones de la temporada de Adviento de mantenerse alerta, de despertarse y ver la vida de una manera nueva.
Paz para todos.