"Un obispo diocesano que ha cumplido 75 años de edad debe presentar su renuncia a la oficina del Santo Padre, que tomará sus previsiones después de haber examinado todas las circunstancias".
Esas palabras del Canon 401 del Código de Ley Canónica tienen un significado especial para mí y para todas las personas de la Diócesis de Rochester, porque cumplo 75 años el 15 de julio del 2012. En esa fecha, enviaré mi carta de renuncia a la Santa Sede después de haber sido su obispo por 33 años.
Por mi parte, lo haré con todas las emociones que se pueden imaginar: tristeza de que el privilegio de servirles como obispo de esta maravillosa diócesis llega a su fin; esperanza de que Cristo sonría al ver el trabajo que hemos hecho juntos; preguntas sobre el camino por el que Dios me llevará en los años venideros y sobre la manera como continuará mi ministerio. Yo acepto de buena voluntad presentar mi renuncia y emprender esta nueva fase de mi vida con un espíritu feliz. Comprendo la sabiduría de la iglesia de que el puesto de obispo requiere mucho en la actualidad y que a los 75 años de edad nuestras energías no son lo que eran antes, y que más tiempo para descansar, rezar y meditar es una verdadera bendición.
Espero que comprenda entonces, como lo hago ahora, de que esto no se trata solo de mí. Este será un tiempo de transición importante para nuestra diócesis y para todos nosotros. Naturalmente, todos tendremos preguntas, interés y curiosidad por lo que nos traiga el futuro.
Ya, cuando viajo por la diócesis, la gente me pregunta cómo es el proceso de nombrar a un sucesor y qué cambios o ajustes tendremos que hacer bajo un nuevo liderazgo.
Esas preguntas e intereses son lo más natural del mundo y surgen en todas las diócesis en momentos como este. Las reacciones varían. A algunas personas les gusta el cambio, lo encuentran retador y estimulante; otras, lo encuentran muy difícil.
Además, hay un elemento personal. Para las personas que estaban satisfechas con mi actuación, esta transición significa una cosa; para aquellos que le dan buena acogida a un enfoque diferente de liderazgo pastoral, significa algo bien distinto.
Pero sean cuales sean nuestra disposición general o opiniones personales, el cambio vendrá. Cómo actuamos en este tiempo de transición como individuos y como comunidad de fe es, en mi opinión, muy importante. Si lo acogemos con fe activa en Dios y con oraciones para todos los involucrados, recibiremos muchas bendiciones. Yo creo profundamente que será un tiempo de gracia especial y de renovación para todos nosotros. Teniendo eso en mente, pienso que ayudará si ofrezco mis ideas sobre el proceso y si respondo a algunas de las preguntas que me han hecho.
Ante todo, debo decirles que yo no sé quien será nuestro nuevo obispo, ni cuando lo nombrarán. Como ya dije, mi carta de renuncia comenzará el proceso por medio del cual se nombrará a un sucesor. Recientemente, ese proceso ha tomado 10 meses, aunque puede tomar 15 meses o más. Una vez que la carta de renuncia se envía, el proceso queda en las manos de la Santa Sede, que trabajará diligentemente, y con oraciones, para proveer un buen liderazgo a la diócesis.
Segundo, yo rezo para que este periodo de transición sea un tiempo de renovación para nuestra diócesis. Será un momento privilegiado para que recordemos nuestra historia, agradezcamos nuestras bendiciones, consideremos como Dios nos llama a la conversión y que pongamos en orden cualquier cosa que no esté como se deba o como quisiéramos que estuviese.
Tercero, puede ser un tiempo en el que convirtamos nuestras preguntas, preocupaciones, esperanzas, deseos y miedos en ideas constructivas, en oración y en diálogo sobre temas importantes de interés común, que conteste a las preguntas siguientes. ¿Cómo entendemos que es el oficio de obispo? ¿Cuál es la relación entre el obispo y sus sacerdotes? ¿Entre el obispo y las comunidades parroquiales? ¿Cómo une el obispo a las distintas comunidades? ¿De qué manera nos podemos preparar para que cuando el nuevo obispo llegue encuentre a una diócesis involucrada y no a una que espera pacientemente su llegada?
El mes que viene espero profundizar más sobre algunas de estas áreas. Por el momento, basta decir que pienso que debemos hacer de esta época un tiempo de examen de nosotros mismos, nuestras parroquias y nuestros otros lugares de ministerio. ¿Cómo van las cosas? ¿Qué debemos cambiar? ¿Qué nos está pidiendo Dios?
Con esto en mente, me he fijado varias prioridades a las que deseo dedicar mi tiempo y energía en el tiempo que queda:
Dejar nuestra Diócesis en las condiciones financieras más estables y positivas posibles. Ahora estoy tratando de recaudar fondos para fortalecer los recursos financieros para la educación de nuestros seminaristas y para apoyar a nuestros sacerdotes mayores.
Continuar trabajando juntos para profundizar nuestra vida espiritual. Esta otra, es una meta común que espero que compartamos: esforzarnos por darle buena acogida al Nuevo Misal Romano el próximo Adviento.
Tomar la responsabilidad de hacer frente a los retos del presente y no dejarle a mi sucesor problemas difíciles porque son muy arduos o impopulares.
Seguir trabajando en la labor ecuménica e interreligiosa que hemos emprendido y alentar a otros a que se nos unan en este trabajo.
Mantener nuestra tradición de ayudar a nuestras hermanas y hermanos necesitados, por servicio directo y por medio de la abogacía.
Crear un ambiente hospitalario, caluroso y honesto para darle la bienvenida a nuestro nuevo obispo.
Un obispo es un sucesor de los apóstoles esté retirado o no. Bajo las tradiciones y leyes de la iglesia, al dejar el puesto, el obispo pierde su poder y jurisdicción sobre una iglesia diocesana, pero él sigue siendo obispo para siempre, y está ligado a la iglesia universal y a la conferencia episcopal, y naturalmente, tiene un lazo de unión especial con la diócesis de la que fue pastor y con los fieles que estuvieron confiados a su cargo. No se trata de una jubilación con el sentido usual del término.
Por lo tanto, como "obispo emérito", que es el título que se le da a los obispos cuando dejan el cargo, tengo la intención de ayudar lo más posible a la iglesia de Rochester y al nuevo obispo de una manera que está por determinar.
Yo dejaré el apartamento del obispo de la Catedral del Sagrado Corazón cuando llegue el momento para prepararlo para el nuevo obispo, pero tengo la esperanza y la intención de quedarme en el área metropolitana de Rochester. No sé todavía donde. Personalmente, tengo la esperanza de seguir mi ministerio en la Diócesis de Rochester visitando parroquias, apoyando a nuestros párrocos y compartiendo la Eucaristía con nuestra gente. Me gustaría tener la oportunidad de confirmar a nuestros jóvenes, de ayudar en el ministerio de las casas de retiro y los hospitales y de ofrecer consejería espiritual cuando pueda por medio de retiros o proyectos de espiritualidad, algo que me encanta hacer.
Otra tarea importante que sé que puedo hacer es rezar constantemente por las intenciones individuales de cada uno de ustedes y de esta maravillosa diócesis en general. Muchos dicen que una de las actividades preferidas de los obispos eméritos es el "ministerio de la intercesión". Que la unión más estrecha y la responsabilidad más importante ante Dios que un obispo emérito tiene hacia aquellos que le fueron confiados y a quienes les dedicó su vida es la oración.
Escribiré más sobre este tema en los próximos meses a medida que julio del 2012 se acerca, y trataré de mantenerlos lo mejor informados posible sobre este tiempo de transición.
Este es un tiempo interesante e inquietante, pero rezo para que recuerden que estamos guiados en todas nuestras jornadas por el Santo Espíritu. A medida que emprendemos esta nueva jornada juntos, como peregrinos en una nueva aventura por Cristo, mantengámonos completamente abiertos al Espíritu y a los sueños que tenemos para el futuro.
Paz para todos.