Como María, diga ‘sí’ a Cristo

Agosto 2017

Mis queridos hermanos
y hermanas en Cristo:

Al celebrar este Año de la Eucaristía, contemplemos el compromiso a Dios hecho por Su Madre María. Nuestra Madre por su "sí’’, "Hágase su voluntad", hecho en respuesta al anuncio del Ángel Gabriel que María va a ser el tabernáculo de Dios. María concibió en su vientre a Jesucristo, el Verbo hecho carne (cf. Lucas 1:26-38).

Durante este mes, conmemoramos la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, un día sagrado de obligación. En esta solemnidad celebramos que: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos… "(Catecismo de la Iglesia Católica No. 966).

En su constitución apostólica, Munificentissimus Deus (Generoso Dios) del 1o de noviembre, 1950, el Papa Pio XII proclamó este principio de nuestra fe católica, que definió "la tradición que data de siglos de creencia en este misterio" (Nueva Enciclopedia Católica, Universidad Católica de América ©1967, p. 971). El Santo Padre abrazó la oración de la antigua liturgia bizantina, Tropario, Fiesta de la Dormición: "En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas" (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 966).

En medio de las actividades de verano, vacaciones y otras recreaciones, se nos recuerda de nuestro compromiso cristiano de seguir a Cristo en toda estación, como lo hizo María. Una vez que María dijo "sí" a ser la madre de Dios, ella acompañó a Jesús durante toda la vida terrenal de Él. "Los psicólogos comentan sobre el hecho de que la unidad original entre madre y niño representa uno de los mejores ejemplos de comunión entre dos personas" (Romanus Cessario, O.P., The Seven Joys of María [Las siete alegrías de María] (, p. 23).

Esta unión con Jesucristo resultado de la maternidad de María la hace íntimamente ligada a las alegrías y sufrimientos que son parte de cada vida. "Mientras más cercana está la persona de Dios, más cercana estará de la gente. Vemos esto en María. El hecho de que ella está totalmente con Dios es la razón por la que ella está tan cerca de los seres humanos. Por esta razón ella puede ser Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la cual todo el mundo se atreve a dirigirse en cualquier tipo de necesidad, en flaqueza y en pecado, porque ella tiene entendimiento de todo y es para todo el mundo el poder abierto de bondad creadora" (Benedicto XVI, María, pp. 66-67).

Ciertamente, quien dio a luz a su Hijo en un pesebre "porque no había sitio para ellos en la posada" (Lucas 2: 7), entiende la situación de los desamparados, los abandonados y los pobres. Ella une su corazón al corazón del refugiado que huye de la persecución por odio y violencia, al igual que ella y José huyeron con el Niño Jesús a Egipto para escapar de Herodes que buscaba destruir al Cristo. ¡Qué mayor dolor habría podido atravesar el corazón de María que el dolor que soportó en el Gólgota! "Nuestra Señora… en el Calvario selló el "sí" que pronunció en Nazaret unida a Cristo, Testigo del amor del Padre, María vivió el martirio del alma "(Benedicto XVI, op. Cit., P.115). Testigo del amor del Padre, María vivió el martirio del alma" (Benedicto XVI, op. cit., p. 115).

Al igual que el Sagrado Corazón de su Hijo late con amor por todos los que imploran y piden Su ayuda misericordiosa, el Inmaculado Corazón de Su Madre late con amor por sus hijos que piden su intercesión en las situaciones más desesperadas. "Desde la Anunciación hasta la Cruz, María es la que recibió el Verbo hecho carne dentro de sí y luego silenciado en la muerte. Es ella, por último, quien tomó en sus brazos el cuerpo sin vida de su Hijo que amó a los suyos ‘hasta el fin’ (Juan 13:1)" (Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis (Desarrollo de la fe), No. 33, 22 de Febrero, 2007). María toma en sus brazos a todo padre que ha perdido un hijo por enfermedad, violencia, guerra, condena y ejecución. Cuán irónico es que la trágica pérdida de María de su Hijo hiciera de su corazón un reflejo del corazón amoroso de su Hijo que trae esperanza a los desesperanzados, llevándolos con su Hijo al umbral de la eternidad.

Fue en la hora más oscura de la humanidad, en la crucifixión de Jesús, cuando, desde el costado herido fluyeron las aguas vivas de compasión y amor (cf. Prefacio de Sacred Heart [Sagrado Corazón]), que Cristo dijo al "discípulo amado, ‘He aquí tu madre’" (Juan 19:26-27). "En ese discípulo todos estamos representados: el Señor nos pone en las manos tiernas y amorosas de la Madre, para que podamos sentir su apoyo al enfrentarnos y superar las dificultades de nuestra jornada humana y cristiana; para nunca estar temerosos de la lucha, para enfrentarla con la ayuda de la Madre" (Papa Francisco, El Papa Francisco habla a nuestros corazones, p. 108).

Ruego para que el 15 de agosto no sea otro día cualquiera y que la Solemnidad de la Asunción de María no sea olvidada. Las necesidades de nuestro mundo, nuestra nación, estado y comunidades son muchas, y requieren nuestras oraciones ofrecidas a Dios a través de la intercesión de nuestra Madre. "Tenemos una Madre en el Cielo, el Cielo está abierto. El Cielo tiene un corazón" (Benedicto XVI, op.cit., p. 60).

Rogando por la intercesión de Nuestra Madre María y de nuestro patrón, San Juan Fisher, quedo, en este Año de la Eucaristía,

Devotamente suyo en Cristo,

Reverendísimo

+Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

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