Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Cada año con la celebración de Navidad, nos centramos en imágenes de aquella primera Navidad, una cueva donde el Salvador del mundo nació. Ciertamente, reconocemos que la Encarnación alteró radicalmente la historia. Pero al reconocer la gran transformación nacida en Belén, tenemos que darnos cuenta de la simplicidad que rodeó el nacimiento de nuestro Salvador. Nuestra sociedad ha llegado a ser tan compleja que la simplicidad, que puede ser una virtud, ahora es una virtud perdida.
Muy recientemente hemos terminado una temporada muy difícil de campaña política, que muchos analistas políticos describieron como sin precedentes en la historia de nuestra nación. Las enormes cantidades de dinero que fueron gastadas en estas campañas necesariamente tienen que causar que nos preguntemos si hemos de examinar el proceso de campaña para hacerlo más eficiente o incluso reestructurarlo. Cuando las cantidades de dinero gastadas fueron publicadas, pensé en cómo los pobres servidos por las Caridades Católicas de la Diócesis y los programas de alcance de nuestras parroquias hubieron sido ayudados por solamente una fracción de los costos de estas campañas. Pensé en nuestras escuelas católicas que están luchando para sobrevivir y los estudiantes que no pueden asistir debido a los costos de matrícula; el costo de un anuncio que a menudo no fue muy positivo o edificante podría haber beneficiado a muchos de estos estudiantes. Lamenté el número de los pobres de Dios cuyas vidas hubieran recibido una chispa de esperanza, pero no recibieron, de los costos de un evento de la campaña. Pensé en tantos de ustedes que trabajan tanto para sobrevivir – verdaderamente oré, "Dios, por favor bendice a América".
¡Qué gran diferencia entre Belén y la campaña electoral! Y una falta de simplicidad se puede encontrar en tantas áreas de la vida. Durante nuestras preparaciones de Adviento para Navidad, podemos olvidar que las celebraciones más grandes son con la familia y amigos, visitando y pasando tiempo juntos o por correo electrónico, pero hablando de persona a persona; llegando a ser uno con Nuestro Señor en la recepción de la Sagrada Comunión; encontrando perdón y paz en el Sacramento de Reconciliación, la confesión.
Adviento es el tiempo para dejar el ruido del mundo y permitir que el silencio envuelva nuestras mentes y corazones para que podamos hablar con Dios. La unión con Dios o la triste falta de unión con Dios afecta cada aspecto de nuestras vidas. Es necesario entrar en el silencio nacido de la simplicidad para comprender verdaderamente quienes somos como seres humanos creados por Dios. En la simplicidad de la Cueva en Belén, José y María entendieron su relación conyugal, su vocación como padres y la fe que es esencial para cada vida. En el silencio de aquella noche, la Sagrada Familia oyó la voz de Dios en la presencia de Su Hijo.
En su libro, The Blessings of Christmas (Las bendiciones de Navidad), Benedicto XVI escribe: "Navidad nos invita a este silencio de Dios… Silencio significa desarrollar los sentidos internos, el sentido de conciencia, la sensibilidad para lo eterno en nosotros, la capacidad de escuchar a Dios" (pp. 91-92). Las palabras de Benedicto XVI encuentran su inspiración en el Libro de la Sabiduría, donde leemos: "Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas y la noche llegaba en mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente bajó del trono real en medio de ese país condenado a la destrucción" (18: 14-15).
Navidad nos desafía a reconocer la dignidad más grande que tenemos: que somos hijas e hijos de Dios, que nos atrevemos a llamar a Dios "Padre nuestro". Elevándose por encima de toda la creación y realidades terrenales es la gloria de la persona humana hecha en la imagen y semejanza de Dios; la persona humana ha de ser reverenciada y respetada desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Así es que "El silencio que la fe requiere significa que el hombre no esté tan absorto completamente por el sistema de la civilización económica-tecnológica que quede reducido a una función en el sistema. Debemos aprender de nuevo a comprender que hay algo entre ciencia y superstición: esa percepción más ética y religiosa que solamente puede desterrar la superstición y hacer al hombre humano por verle a la luz de Dios" (Benedicto XVI, op.cit., p. 94). Silencio, nos dice el Papa Francisco, "nos ayuda a descubrir nuestro misterio; nuestro misterio de encontrar al Señor, nuestro misterio de caminar por la vida con el Señor" (homilía diaria del 20 de diciembre, 2013).
Los Magos, también llamados astrólogos o los Tres Reyes, dejaron la complejidad de sus vidas para hacer un viaje arduo hacia un pueblo pequeño y humilde, Belén, y a una vivienda muy pobre en una cueva. ¿Podrían haber ido a un lugar que hablara más elocuentemente de la simplicidad? Ellos viajaron al más simple de los lugares, irónicamente, porque "ellos eran hombres buscando algo más, buscando la luz verdadera, que podría indicar el camino a seguir en la vida. Ellos eran personas que estaban seguros que en la creación hay algo que podemos definir como la "firma de Dios", una firma que el hombre puede y debe tratar de descubrir y descifrar" (Benedicto XVI, homilía en la Solemnidad de Epifanía, 6 de enero, 2011).
Mis hermanos y hermanas, durante esta época del Adviento al prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesucristo, no permitamos que el bullicio de una temporada llegue a ser tan comercial que nos robe del silencio y simplicidad necesarios no solamente para oír la voz del Salvador, sino también para unir nuestros corazones con el Suyo. "Dios no se manifiesta en el poder de este mundo, sino en la humildad de Su amor, ese amor que pide que nuestra libertad sea escuchada para transformarnos y hacernos capaces para llegar a Él que es Amor" (ibid).
Que la alegría y paz de este sagrada época de Adviento y Navidad bendigan sus vidas, especialmente las vidas de los pobres y de los sufridos, los refugiados y los que están buscando una nueva vida en nuestro país, los desamparados y los marginados, los que cuyo único hogar es la cueva en Belén. Seamos sus Magos y les llevemos los dones de la atención, compasión y caridad cristiana.
Invocando la intercesión de nuestra Madre, María, cuyo consentimiento permitió que el Verbo llegara a ser Carne, y a San Juan Fisher, patrono de nuestra diócesis, permanezco
Devotamente suyo en Cristo,
El Reverendísimo Salvatore R. Matano
Obispo de Rochester