"Rasguen sus corazones, no sus vestimentas, y vuelvan al Señor su Dios porque él es misericordioso, lento para la ira y grande en misericordia."
Con estas palabras de las lecturas de la Misa para el Miércoles de Ceniza, 9 de marzo, empezaremos nuestra jornada annual de Cuaresmas hasta el nuevo amanecer de la mañana de Pascua Yo rezo para que sea un tiempo de gran crecimiento espiritual para ustedes y para todos nosotros–un tiempo en el que examinaremos seriamente nuestra relación con Dios y con los demás por medio de la oración y la abstinencia, y en el que daremos todo lo que podamos a aquellos que necesitan nuestro amor y ayuda por medio de la práctica de Cuaresmas de dar limosnas.
El profeta Joel nos hace comenzar esta jornada de 40 días con un reto y una oportunidad. Joel, refiriéndose a la antigua práctica de rasgar sus vestiduras como gesto de dolor, arrepentimiento y pena, nos pide que demos un signo mucho y más poderoso de total dependencia y necesidad del amor y guía de Dios, que abramos nuestras emociones y nuestro ser interior, nuestro corazón y nuestra alma. En resumen, estamos llamados a rendirnos completamente a Dios.
Claro que esto no es fácil. En tanto que seres humanos estamos dotados de egos, deseos y temperamentos de muchas clases. Estas son características ricas y complejas que nos hacen humanos y nos separan de los otros seres vivientes. Pero también pueden ser un obstáculo para lograr una relación íntima con Dios. Porque no rendimos facilmente nuestros corazones. Y, si somos honestos con nosotros mismos, quizás descubramos que ni siquiera hacemos esto por Dios, por mucho que lo queramos creer y desear.
La Cuaresma es una oportunidad de examinar cuanto estamos dispuestos a confiar en Dios y a darle todo, entregar nuestros corazones y eliminar el sentimiento de que podemos lograrlo todo. Es un tiempo en el que cada uno nos podemos preguntar si verdaderamente hacemos eco de las palabras de Jesús durante su agonía en el huerto: "Que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
El Miércoles de Ceniza, el acto de ponerse las cenizas simboliza no solo nuestra voluntad de arrepentirnos, sino nuestra vulnerabilidad como mortales, y nuestra necesidad de la misericordia de Dios y de la redención.
¿Como tratamos de "entregar completamente nuestros corazones y de volver al Señor?
¿Cómo tratamos nosotros de aceptar completamente en nuestras mentes y en nuestros corazones la promesa de Jesús a sus discípulos en la Ultima Cena: "Tengan confianza en Dios; y tengan confianza en mí".
Las tres practicas de Cuaresma que ya he mencionado: oración, ayuno y dar limosnas, nos pueden ayudar cuando tratamos de eliminar los obstáculos que nos separan de Dios de alguna manera. Cada una de ellas, y las tres juntas, actúan poderosamente para ablandar la dureza de nuestros corazones e invitar a Dios a entrar a ellos. Ayunar, por ejemplo, significa sacrificar y renunciar a algo que nos guste, como chocolates, café o carne, o nuestra resistencia espiritual a la voluntad de Dios para nosotros.
Me recuerdo del antiguo dicho de "Dejemos todo en las manos del Señor "
Paz para todos.