Dios nunca falla en cumplir con sus promesas

¿Cuántas veces en su vida usted desilusionado ha dicho estas palabras a un miembro de la familia, al jefe o a un amigo: "¡Pero usted lo prometió!" Peor, ¿cuántas veces estas palabras de frustración y sentirse herido han sido lanzadas a usted debido a alguna falla de su parte?

Probablemente todos nosotros hemos tenido la experiencia del sentimiento desalentador de contar con alguien, de confiar en la palabra de alguien, para ver que la promesa se derrite como la nieve del invierno bajo el sol de la primavera. Desde luego, todos somos humanos y las circunstancias y nuestra propia falibilidad dificultan el que cumplamos siempre con nuestras mejores intenciones o promesas a los demás. Tratamos, pero a veces fallamos.

Pero Dios no falla. Nuestro Dios nunca ha fallado en cumplir una promesa. Y esto nunca ha estado más claro que en la Pascua de Resurrección o ilustrado más maravillosamente que en el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Después de nuestra caída de la gracia, Dios prometió enviar un Salvador para liberar a la humanidad del mal, un redentor que nos ayudaría a vencer el pecado y nos llevaría a la Gloria del cielo.

No solamente Dios cumplió con su promesa magnífica, sino que lo hizo de una manera tan "personal" como le fue posible. "Porque Dios amó tanto al mundo que dio su único Hijo y cualquiera que cree en él no perecerá sino que tendrá la vida eterna, "nos dice San Juan.

Jesús llegó a ser el cumplimiento vivo, respirando de esa promesa hecha a nosotros y de la confianza que podemos tener en Dios no importa lo que se presente en nuestro camino. "No se turben," dijo Jesús a sus discípulos. "Ustedes confían en Dios. Confíen también en mí. Yo estoy siempre con ustedes," dijo. Y Jesús mostró que está "con nosotros" no solamente en espíritu, sino de una manera muy profunda en la cruz en el Calvario: Jesús sufrió por nosotros el peso de todos los pecados de la humanidad pasando por un sufrimiento horrible para redimirnos.

Jesús supo que podía contar con Dios para cumplir la promesa de Pascua. En lo peor de su agonía él mostró su confianza absoluta. "No se haga mi voluntad sino la tuya," dijo Jesús.

Aun en el preciso momento de su muerte en la cruz, Jesús tuvo la confianza de decir a Dios,"En tus manos encomiendo mi espíritu."

Y en las manos compasivas de Dios, en esas manos que siempre han trabajado para nuestro bien y para nuestra salvación, Jesús subió en gloria de entre los muertos.

¡Qué manera increíble para cumplir una promesa! No solamente Dios nos redimió, sino la muerte humana misma fue derrotada y todos nosotros obtuvimos la promesa de vida eterna. .

La promesa de Dios sigue desplegándose y tenemos mucho que esperar. Porque no solamente tenemos vida eterna con Dios, sino nuestra felicidad en esa vida estará más allá de nuestra capacidad de comprender. Todo el dolor y el sufrimiento que tanto sufre la humanidad en esta vida desaparecerá. Nuestro Dios bondadoso, nos dice el Libro del Apocalipsis, "enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas."

Por eso cantamos aquel salmo de júbilo en el Domingo de Pascua, "¡Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos!"

Porque en este día, en la mañana de Pascua, la promesa más grande jamás hecha se cumplió, para usted, para mí, para siempre.

Felices Pascuas para usted y paz para todos.

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