Pascua me recuerda a un niño de 12 años, de cuerpo torcido y mente lenta, que estaba en segundo grado. Su nombre era Jeremy y parecía incapaz de aprender — aunque de vez en cuando, hablaba clara y distintamente. Su maestra, Miss Miller, trataba de tolerarlo, pero la mayoría de las veces se exasperaba e irritaba con él. En realidad ella deseaba que él no estuviera en su clase e inútilmente intentó sacarlo.
Eventualmente la primavera llegó en el año escolar, y los niños hablaron sobre la Pascua. Su maestra les dijo la historia de Jesús. Para enfatizar la idea de la nueva vida que brota (surge), Miss Miller le dio a cada uno de los niños un huevo plástico grande y le dijo, “Quiero que lleven esto a sus casas y lo traigan mañana con algo que demuestre nueva vida. ¿Entienden”?
Todos los niños muy entusiasmados asentaron con sus cabezas excepto Jeremy. Al parecer Jeremy entendió, y no le dio a la maestra su usual mirada en blanco. Pero, ¿habría entendido?
Ella iba a llamar a sus padres y explicarle el proyecto pero estuvo muy ocupada y no lo hizo. A la mañana siguiente los 19 niños llegaron sonriendo y hablando, a la vez que ponían sus huevos en el escritorio de la maestra y llegaba el tiempo de abrirlos.
El primer huevo tenía dentro una flor. Miss Miller dijo, “Oh, sí, una flor ciertamente es signo de nueva vida. Cuando las plantas empiezan a salir de la tierra, sabemos que la primavera está aquí”. Un niño levantó su mano y dijo, “¡Ese es mío!”.
El segundo huevo tenía una mariposa que parecía real. Miss Miller respondió: “Todos sabemos que la oruga crece y se convierte en una hermosa mariposa – y si ¡esto es nueva vida también!” Otro niño levantó su mano, “¡Ese es mío!”
El tercer huevo tenía una piedra con musgo, y nuevamente Miss Miller respondió: “El musgo también demuestra nueva vida”. Un niño en el salón muy sonriente dijo, “¡Mi papá me ayudó con eso!”
Cuando Miss Miller abrió el cuarto huevo, quedó muy asombrada. Seguramente este debe ser de Jeremy, pensó. En este momento ella se acordó que se olvidó llamar a sus padres y obviamente, al perecer Jeremy no entendió. No queriendo avergonzarlo, muy calladamente puso el huevo a un lado y alcanzó otro.
Repentinamente Jeremy habló. “Miss Miller, ¿no va a hablar de mi huevo?” Poniéndose nerviosa la maestra le dijo, “Pero tu huevo está vacío.”
El la miró directamente a sus ojos y le dijo, “¡Si, pero el sepulcro de Jesús también estaba vacío!”
El tiempo se detuvo para la maestra. Cuando pudo hablar nuevamente, ella le preguntó, “¿Sabes porque el sepulcro estaba vacío”?
“¡O, si!” dijo Jeremy, “¡Jesús fue asesinado y puesto allí, y luego Su Padre lo levantó”!
La campana del receso sonó y los niños corrieron afuera a jugar. Miss Miller lloró, y el frío que ella aguantaba en su corazón por Jeremy se derritió.
Tres meses después, Jeremy murió. Aquellos que fueron a su velatorio se sorprendieron al ver diecinueve huevos en su ataúd — todos ellos …
¡Vacíos!
Mis amigos, Jeremy entendió y ayudó a los demás niños a entender. ¡Esperanzadamente también nosotros entenderemos!
¡Él resucitó!
¡Él resucitó!
¡Aleluya!
¡Aleluya!
¡Verdaderamente él resucito!
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El Padre Mugavero es el párroco de la Iglesia Santos Apóstoles en Rochester.