Encuentre, renueve, viva la fe en esta Cuaresma

Mis queridos hermanos y hermanas en Jesucristo:

El 1º de marzo, la iglesia universal entró en la temporada sagrada de la Cuaresma. En su mensaje de la Cuaresma, el Papa Francisco nos recuerda: "Cuaresma es un nuevo empezar, un camino que lleva a la meta certera de Pascuas, la victoria de Cristo sobre la muerte. Esta temporada nos llama urgentemente a la conversión. Se pide que los cristianos vuelvan a Dios ‘con todos sus corazones’ (Joel 2:12), a rehusar conformarse con la mediocridad y crecer en amistad con el Señor" (Mensaje para la Cuaresma del 2017). Estas palabras presentan un reto serio y determinado, pero no es un mensaje nuevo. Más bien, nuestro Santo Padre está repitiendo lo que siempre ha sido el propósito de estos 40 días de renovación: oración, contemplación, ayuno, limosna y penitencia: para apreciar la profundidad salvífica y la gracia de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

El que toma en serio nuestra redención en Cristo no puede ignorar este tiempo privilegiado de la Cuaresma. En respuesta a la necesidad de entrar más en el misterio pascual, nuestras parroquias ofrecen más oportunidades para asistir a la Misa diaria y la adoración Eucarística, reconociendo que la más sagrada Eucaristía es el corazón de nuestra reunión con Cristo y la fuente y cumbre de la práctica de nuestra fe. Además, más horas para recibir el sacramento de reconciliación están disponibles en muchas parroquias. El martes, 28 de marzo, las parroquias en toda la diócesis celebrarán de nuevo un Día de Penitencia y Misericordia, haciendo que la confesión esté disponible a horas programadas durante todo el día. De nuevo, Jesús levanta Su mano en absolución y bendición, impartiendo el perdón por el ministerio sacerdotal.

En su mensaje de la Cuaresma, el Papa Francisco nos recuerda que: "La liturgia del miércoles de ceniza nos invita para una experiencia muy similar a la del hombre rico en la parábola del hombre rico y Lázaro (cf. Lucas 16:19-1). Cuando el sacerdote pone la ceniza en nuestras frentes, él repite las palabras: ‘Recuerda que eres polvo y al polvo regresarás’. Como se vio, el hombre rico y el hombre pobre ambos murieron, y la mayor parte de la parábola toma lugar en la vida después de la muerte. Los dos personajes de repente descubren que ‘no trajimos nada al mundo, y no sacamos nada de aquí (1 Timoteo 6:7)’". Como sabemos de la parábola, Lázaro, que sufrió terriblemente en su vida terrenal, ahora vive eternamente con Jesús, pero el hombre rico, indiferente al apuro del hombre pobre y consumido con satisfacer sus propias necesidades personales durante su vida, ha "fijado un gran abismo" y "ha encontrado tormento (Lucas 16:25-26).

Podemos pasar la vida creyendo solamente en y siendo dirigido por los aspectos materiales de la vida, olvidando que los valores eternos son de Dios. Los valores de Dios son trascendentales, mucho más allá de las limitaciones e imperfecciones de lo material y físico, y más allá de cualquier valor terrenal. Los dones de la más Sagrada Eucaristía, el sacramento de reconciliación, la Palabra de Dios, y la caridad extendida a una hermana o hermano en necesidad no tiene precio. Es solamente por la comunión con el Señor que al final de la vida dejamos el mundo de ceniza y polvo para participar eternamente en la vida divina de Cristo. La Cuaresma nos pide contemplar este fundamento muy básico de nuestra vida en Cristo. Lo que debe preocuparnos es que tan básicos que son estos dos grandes mandamientos y tan frecuentemente como han sido enseñados y proclamados, todavía hay tantos que no conocen a Dios. O ellos saben sobre Él, pero no le conocen como Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios amoroso que nos invita al amor de la Trinidad. Y si Dios no es conocido, ¿cómo Dios puede ser amado?

San Leo el Grande habló enérgicamente sobre nuestra membresía en la familia de Dios: "Sea consciente, cristiano, de su dignidad; y habiendo sido hecho un participante en la naturaleza divina, no vuelva a su anterior vileza por un comportamiento indigno de su familia. Recuerde quien es su cabeza y de qué cuerpo usted es miembro. Recuerde que usted fue sacado del poder de las sombras y llevado a la luz del Reino de Dios" (Cuaresma y Pascuas con los Padres de la Iglesia p.11). Durante estos días de Cuaresma, devoción, oración y meditación sobre las Estaciones de la Cruz, el camino de sacrificio de Cristo al Calvario, nos ayuda a entender la profundidad del amor de Cristo para cada persona, un amor siempre presente, pero tristemente ignorado o rechazado por algunos todavía hoy día. "Él vino a lo que era Suyo, pero Su propia gente no Le aceptó" (Juan 1:11).

Pero los brazos del Salvador nunca se cansan de estar extendidos esperando nuestro retorno a Él. Él constantemente repite el abrazo del padre en la parábola del hijo pródigo. "Cuando estaba todavía muy lejos, su padre le vio y se llenó de compasión. Corrió hacia su hijo, le abrazó y le besó". El padre dijo a sus sirvientes: "Celebremos con una fiesta porque mi hijo que estaba muerto, ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (cf. Lucas 15:20-25).

Pocos dudan de las muchas tristes divisiones, la ira y hostilidad, la violencia y guerras que cicatrizan nuestro mundo. Muchas discusiones abundan sobre la necesidad de unidad y reconciliación. Peroexiste? Nunca olvidemos que el Padre envió a su Hijo para salvarnos y que el Hijo oró: "rezo solamente por ellos, pero también para aquellos que todavía creen en mí por su palabra, de manera que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo les he dado la gloria que tú me diste, de manera que todos sean uno, como nosotros somos uno" (Juan 17:20-22). Igualmente, Jesús nos promete: "La paz dejo con ustedes; les doy mi paz" (Juan 14:27).

En suma, la Cuaresma es un tiempo para encontrar fe, renovar fe, vivir con fe, y reconocer la unión entre cuerpo, mente y alma, tierra y cielo. San Agustín nos ayuda a poner esta vida en perspectiva adecuada por sus palabras: "Virtualmente todo el mundo teme la muerte del cuerpo, pero pocos la muerte del alma. Todo el mundo se preocupa por la muerte del cuerpo, que ocurrirá tarde o temprano, y hace cualquier cosa para evitarla… Pero todo lo que uno hace para evitar la muerte es en vano… Si solo — y a nosotros con ellos — para amar la vida eterna por lo menos tanto como les gusta la vida pasajera" (Cuaresma y Pascuas con los Padres de la Iglesia (páginas 2-3).

… Usted que ayuna, provea para ellos. Sea generoso frente a las desgracias de sus hermanos y hermanas … Lo que usted da ciertamente no es una pérdida "(San Gregorio de Niza, Cuaresma y Pascuas con los Padres de la Iglesia, p. 102).

De qué modo tan diferente nos acercamos a la vida cuando realmente creemos el credo que profesamos cada fin de semana: "Creo en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro". ¡Que la Cuaresma nos lleve al gozo de Pascuas, la proclamación de Cristo de la vida eterna!

Invocando la intercesión de nuestra Madre María, nuestra Madre Dolorosa que estaba debajo de la cruz, y nuestro patrón, San Juan Fisher, que captó la luz que seguiría a su martirio al dar testimonio de la verdad, quedo,

Devotamente suyo en Cristo,

El Reverendísimo Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

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