La Navidad trae alegría entre los desafíos de la vida

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

El Adviento ha comenzado, el tiempo litúrgico nos prepara para la celebración navideña del nacimiento de Nuestro Salvador, Jesucristo. Incluso en los momentos más difíciles, la Navidad trae una alegría que nos sostiene en medio de los desafíos y las angustias de la vida. Los últimos meses han sido muy difíciles para la iglesia a nivel local, nacional y en todo el mundo. Cuánto necesitamos todos para redescubrir el gozo que emana del nacimiento de Cristo.

La Navidad nos llama a la cueva de Belén para mirar a Jesús, que es el corazón de nuestra fe. Los pecados de la humanidad no destruyen la inocencia y la pureza del Niño nacido en Belén. Más bien, el Niño nos invita a imitar esa pureza y al liderazgo de la iglesia a arrodillarse frente a la cuna para pedir perdón por la inocencia de los hijos de Dios tan amedrentados por algunos en la iglesia. Con el Niño de Belén, estos niños nos llaman a la renovación, el arrepentimiento y la restauración. El Niño Jesús nos llama a la comunión con Él, una unión que nos traerá esperanza y alegría al contemplarlo en la Santísima Eucaristía.

¿Y no es realmente extraordinario que la redención de la humanidad haya sido iniciada por un niño en el entorno humilde y pobre de una cueva? Tal vez la sociedad y la iglesia se han sumergido tanto en las cosas de este mundo que hemos olvidado el mundo por venir. Necesitamos que nos recuerden la belleza y la dignidad de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural, que cada vida es un regalo precioso que Dios nos da y que se eleva por encima de todo lo demás. En un mundo cada vez más enojado, dividido, a veces abrumado por la tecnología, y muy a menudo amenazado por actos de violencia sin sentido – un mundo con tantos que buscan una compás moral – en todas estas preocupaciones tan reales del mundo, el Niño se osa a llamar a la sencillez de Belén, donde se ven las virtudes reales de la vida: pureza, santidad, verdad, fe, esperanza y caridad.

Esta Navidad, al ver la imagen del Niño Jesús en los pesebres y en las escenas de nacimiento de nuestras iglesias, observemos el altar donde ya no vemos una imagen, sino el verdadero Cristo, cuerpo, sangre, alma y divinidad – la esperanza y la alegría de la humanidad que nadie puede destruir: la Navidad eterna.

Deseándoles una feliz Navidad y un feliz Año Nuevo, quedo

Devotamente tuyo en Cristo,

Reverendísimo Salvatore R. Matano

Obispo de Rocheste

Copyright © 2023 Rochester Catholic Press Association, Inc. All rights reserved. Linking is encouraged, but republishing or redistributing, including by framing or similar means, without the publisher's prior written permission is prohibited.

No, Thanks


eNewsletter