Mis queridos hermanos
y hermanas en Cristo:
Parece que acabamos de celebrar la Navidad, pero el 26 de febrero, Miércoles de Ceniza, comenzamos la temporada santa de la Cuaresma. En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco describe la Cuaresma como “un tiempo favorable para prepararse para celebrar con corazones renovados el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesús, la piedra angular de nuestra vida cristiana personal y comunitaria”. La proximidad de la Navidad a la Cuaresma nos recuerda poderosamente que el Niño de la cuna estaba destinado a convertirse en el Salvador en una cruz. En esta temporada sagrada, “Mantén tus ojos fijos en los brazos extendidos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando vayas a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de tu culpa” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresmal 2020, citando la Exhortación Apostólica, Christus Vivit, No. 123).
Como el tiempo transcurrido desde Navidad pasó tan rápido, también pueden pasar estos días de Cuaresma sin tener un impacto significativo en nuestras vidas. Quizás necesitemos reflexionar sobre nuestra experiencia de la temporada de Cuaresma anterior y revisar lo que esperábamos lograr pero no lo hicimos. Necesitamos tener objetivos concretos, que no sean difíciles de medir o identificar. La asistencia a la misa diaria sigue siendo la primera y la mejor manera de enriquecer nuestra relación con el Señor. En la capilla de nuestro Centro Pastoral diocesano, se ofrece la Santa Misa todos los días, de lunes a viernes, a las 12:15 p.m., y está disponible para los fieles de la diócesis.
Cuando hemos pecado, restaurar nuestra relación con el Señor a través del Sacramento de la Reconciliación nos trae sanidad, consuelo y nos ayuda a ser personas que perdonan imitando a Jesús. A medida que vemos a diario el aumento de la ira, la división, la hostilidad y la discordia en nuestra sociedad, la virtud de la reconciliación, el perdón, necesita ser cultivada, y comienza con cada persona reconociendo sus fallas personales: “¿Por qué ves la pelusa en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” (Mateo 7: 3).
La reconciliación es el camino hacia la caridad, que abre nuestros corazones a nuestros hermanos y hermanas necesitados, los pobres y los abandonados, y a “sentir compasión por las heridas del Cristo crucificado presente en las muchas víctimas inocentes de las guerras, en los ataques contra la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos, y en las diversas formas de violencia … Hoy, también, es necesario apelar a los hombres y mujeres de buena voluntad para compartir, dando limosna, sus bienes con los más necesitados, como un medio para participar personalmente en la construcción de un mundo mejor. Las donaciones caritativas nos hacen más humanos… ”(Papa Francisco, Mensaje Cuaresmal 2020).
Orar las Estaciones de la Cruz nos recuerda con gran fuerza el intenso amor de Cristo por nosotros al punto que Él soportó tanto sufrimiento en ese viacrucis. Su camino hacia el Calvario nos anima en nuestras propias luchas porque sabemos que Cristo comprende estos sufrimientos, convirtiéndose en nuestro Simón de Cirineo y cargando nuestras cruces libremente y con amor.
Ahora en este punto se está diciendo a sí mismo: “Bueno, nada de esto es nuevo”. No, no es nuevo, pero a veces parece que estos elementos básicos, esenciales, de la vida cristiana han sido olvidados, descuidados y descartados. Lamentablemente, la asistencia a Misa ha disminuido, el Sacramento de la Reconciliación no ocupa el lugar de prominencia que debería tener como un Sacramento instituido por Cristo, y la depresión ha crecido en nuestra sociedad ya que muchos se sienten solos y aislados. La caridad cristiana es atacada diariamente por actos de inhumanidad y desprecio por la dignidad de la persona humana como un hijo de Dios creado a imagen y semejanza de Dios.
En un mundo lleno de palabras y comunicación constante en diversas formas, podemos descuidar la necesidad de la soledad, la oración, la contemplación y la reflexión, una evaluación de nuestras vidas, y quedar atrapados en lo que el Papa Francisco llama “charla vacía, como la atribuida a los antiguos habitantes de Atenas, que “pasaban su tiempo en nada excepto contar o escuchar algo nuevo” (Hechos 17:21). Tal charla, determinada por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanalidad en todas las épocas; en nuestros días, también puede resultar en un uso inadecuado de los medios de comunicación” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresmal 2020).
Rezo para que la Cuaresma sea verdaderamente un tiempo real de crecimiento que fortalezca nuestra relación con el Señor, quien en última instancia es la fuente de nuestra paz y esperanza. ¡Aprovechemos el momento!
Unidos con ustedes en oración y pidiendo humildemente me recuerden en sus oraciones, permanezco,
Devotamente suyo en Cristo,
Reverendísimo
Salvatore R. Matano
Obispo de Rochester