Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo Jesús:
Nuestros jóvenes ya miran hacia el mes de junio y el final de otro año académico. Al repasar el año escolar pasado con sus muchos desafíos, estoy consciente de que, en medio de los muchos problemas complejos de la sociedad actual, en nuestra Diócesis, nuestras escuelas católicas se esfuerzan por mantener fuerte su identidad católica.
Este mismo tema es objeto de la reciente Instrucción de la Congregación (Dicasterio a partir del 5 de junio de 2022) para la Educación Católica titulada “La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo”. La Instrucción aclaraba “que la acción educativa que realiza la Iglesia a través de la escuela no puede reducirse a meras obras filantrópicas destinadas a responder a una necesidad social, sino que representa parte esencial de su identidad y misión” (n. 10). El Primer Maestro es Jesucristo en quien la escuela católica establece su identidad: “i.e. su referencia a una concepción cristiana de la vida centrada en Jesucristo” (ib., n. 20).
La unión de la misión de la Iglesia de enseñar y evangelizar está necesariamente respaldada por la administración y el cuerpo docente de nuestras escuelas católicas y depende en gran medida de ellas. Más que ocupar un oficio, quienes sirven en nuestras escuelas están llamados a ser discípulos misioneros, una vocación para enseñar como enseñó Jesús. “La vida del maestro católico debe estar marcada por el ejercicio de una vocación personal en la Iglesia, y no simplemente por el ejercicio de una profesión” (ib., n. 24).
Para que una escuela católica cumpla su primera misión, a saber, revelar la persona de Cristo y crear el ambiente que permita al alumno encontrar a Cristo, la Instrucción subraya: “Todos tienen la obligación de reconocer, respetar y dar testimonio de la Identidad católica (de fe) de la escuela…. Esto se aplica al personal docente, al personal no docente y a los alumnos y sus familias” (ibíd., núm. 38). Nuestras escuelas católicas están llamadas a ser comunidades de fe donde se venera el nombre de Jesús, se proclama el Evangelio y se elevan las voces en oración.
Como comunidades de fe, nuestras escuelas trabajan en cooperación con los padres, los primeros maestros de sus hijos, en los caminos de nuestra fe católica. Asimismo, al proclamar la verdad del Evangelio, nuestras escuelas están llamadas a la comunión con la Iglesia. En efecto, “el carácter eclesial de las escuelas católicas, que se inscribe en el seno mismo de su identidad como escuelas, es la razón del ‘vínculo institucional que mantienen con la jerarquía de la Iglesia, que garantiza que la instrucción y la educación se fundan en los principios de la fe católica e impartida por maestros de recta doctrina y probidad de vida (cf. canon 803, Código de Derecho Canónico)’” (ib., n. 50).
Ciertamente, lo que se dice de nuestras escuelas católicas también es cierto de nuestros maestros en nuestros programas de educación religiosa que trabajan tan diligentemente para compartir la fe católica con nuestros jóvenes. Con un verdadero espíritu cooperativo, estos dos ministerios educativos de nuestra Diócesis desempeñarán un papel muy importante en el Avivamiento Eucarístico que comenzará en todo Estados Unidos en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi, el 19 de junio de 2022, y continuará por un período de tres años. Es mi esperanza que nuestras escuelas católicas y programas de educación religiosa celebren la presencia permanente de Jesús en el Santísimo Sacramento con misas especiales, devociones eucarísticas y catequesis. Nuestras oficinas brindarán actualizaciones y recursos sobre este momento extraordinario en la vida de nuestra Diócesis.
La semana del 2 de mayo ha sido designada Semana de Agradecimiento a los Maestros. El 3 de mayo se celebró una misa especial en la Catedral del Sagrado Corazón en observancia de esta semana especial, orando por todos en el apostolado de la educación católica.
La Instrucción de la Congregación para la Educación Católica se refiere a la Iglesia como madre y maestra, recordando que “El Papa Juan XXIII abrió el Concilio [Vaticano II] expresando la alegría incontenible de la Iglesia de ser madre universal: Gaudet Mater Ecclesia (Iglesia Madre se Regocija). El ícono de la Madre Iglesia no es sólo expresión de ternura y caridad, sino que también tiene el poder de ser guía y maestra” (ib., nn. 8-9).
Con esta imagen de la Madre Iglesia ante nuestros ojos, invocamos la intercesión de Nuestra Madre María en este mes dedicado a ella, pidiéndole que guíe a nuestros niños y jóvenes hacia su Hijo, el Primer Maestro, que es el Camino, la Verdad y la vida.
Pidiendo la bendición de Nuestro Señor sobre ustedes y asegurándoles mis oraciones, quedo, con gratitud por el privilegio de servirles como su pastor,
Devotamente suyos en Cristo,
Reverendísimo
Salvatore R. Matano
Obispo de Rochester