María modeló el amor por la vida

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Este mes de octubre se centra en dos tradiciones muy hermosas de nuestra fe católica, principalmente la denominación de octubre como el mes del Santísimo Rosario y el Mes de Respeto a la Vida. Los dos temas están muy entrelazados, ya que María por su fiat permitió que la Palabra se convirtiera en carne; su a la vida puso en marcha la maravilla de la Encarnación de Cristo.

Los misterios del Rosario entretejen la vida de María y la vida de su Hijo, Jesucristo. Con el paso de cada año, la vida de María llega a ser una con la vida del Hijo; tanto así que en el Gólgota, los sufrimientos de Él son los sufrimientos de ella; el perdón que El da a los que le han llevado a la cruz es el propio acto de misericordia de ella hacia los verdugos de su Hijo. La valentía del crucificado es la valentía de María; San Ambrosio escribe acerca de ella: "Su madre de pie frente a la Cruz, y, mientras los hombres huyeron, ella permaneció impávida…No temía a los torturadores…Su Madre se ofreció a sus perseguidores". (De institutione virginis, o sea, La Formación de la Virgen).

Al meditar sobre la unión de María y Cristo, la Fortaleza de ella apoyó la Fortaleza de Él, el Cardenal James Hickey (que fue mi rector en el seminario mayor, me ordenó al sacerdocio, y a quien continúo reverenciando) escribió:

Aquí estaba la valentía que solamente una madre posee. Algo de eso puede verse cada día. Las madres permanecen con sus hijos moribundos sin importar cuán terriblemente afligidas estén. Las madres encuentran valentía para consolar a sus niños que mueren de inanición o del sangrado de sus heridas. Su propio sufrimiento no cuenta; todo lo que importa es que ellas permanecen junto a sus sufridos hijos. (Maria at the Foot of the Cross, p. 52).

Este vínculo inquebrantable entre la madre y el niño se revela una y otra vez en las situaciones más trágicas de los múltiples desastres humanos y acciones violentas informadas diariamente en las noticias. El Gólgota se vive de nuevo una y otra vez, y los misterios dolorosos del rosario se convierten en las vidas de tantas hermanas y hermanos sufrientes. Sin embargo, María experimentaría el júbilo que siguió a la gloriosa resurrección de Cristo. La mujer que permaneció de pie junto a la cruz, ahora, con el amor de una madre, permanece con su Hijo y espera nuestro retorno a la tierra natal, el cielo, para que al fin podamos "tener vida y tenerla en abundancia" (Juan 10:10).

El amor de María por la vida de su Hijo es el mismo amor que ella tiene para cada persona porque cada vida es sagrada, cada persona es creada por Dios, cada persona es Su hijo o hija. Por eso una vez más en este mes dedicado a María, nos unimos a la Iglesia Católica por todos los Estados Unidos y rezamos por una renovada reverencia por toda vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Al igual que María no huyó del escándalo del Calvario, nosotros no podemos huir de nuestra responsabilidad de crear una cultura de vida. Ser pro vida significa que a veces tenemos que embarcarnos en el camino menos transitado, para hablar con la humildad de Jesús y la humildad de Su madre:

Evitar cualquier forma de elitismo y acercarnos a todas las personas sin tener en cuenta su estado y sin temor a ser rechazado o burlado, la Iglesia se une a Cristo para sembrar la semilla de su Palabra no sólo en jardines cuidadosamente cultivados sino en todas partes, incluso entre las zarzas y espinas. La Iglesia no se imagina que su mensaje es demasiado elevado para la gente común; por el contrario, es asequible para todos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, educados y sin educación, pecadores empedernidos y los virtuosos (ibíd., p. 66).

En su exhortación después del sínodo, Amoris Laetitia (Alegría del Amor), el Papa Francisco enfatiza la magnificencia de toda vida humana, empezando con el niño recibido al mundo por los padres amorosos:

Los niños, apenas nacidos, comienzan a recibir como don, junto a la comida y los cuidados, la confirmación de las cualidades espirituales del amor. Los actos de amor pasan a través del don del nombre personal, el lenguaje compartido, las intenciones de las miradas, las iluminaciones de las sonrisas. Aprenden así que la belleza del vínculo entre los seres humanos apunta a nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor … ¡y esto es amor, que trae una chispa del amor de Dios! (párrafo 172).

Pero este amor incondicional por el niño empieza al momento de la concepción. Con lenguaje muy claro, el Papa Francisco defiende el derecho a la vida de todos los niños en esta misma exhortación después del sínodo: "… si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada, constituye una contradicción lacerante que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada"(párrafo 83). Y esta protección del don de vida de Dios se extiende por toda la gama de la existencia humana; porque de nuevo el Santo Padre subraya que: "La familia protege la vida humana en todas sus etapas, incluyendo la última" (ibíd.). Al igual que el niño es amado, así deben ser amadas todas las personas: los débiles, los frágiles, los pobres, los enfermos y los ancianos. Estas personas no son cargas para la sociedad, sino hermanos y hermanas que nos ofrecen la oportunidad de ser su Simón el Cirineo a medida que les ayudamos a cargar sus cruces.

Podría llegar a ser muy desalentador que en una era tan avanzada científicamente todavía existe la necesidad de proteger la vida tan vigorosamente. Sin embargo, la tecnología puede disminuir la calidad de la interacción humana y, en el proceso, la vida humana se convierte en una mercancía para ser desechada cuando cesa de tener uso práctico. La defensa de la vida nos presenta la oportunidad de devolver a la sociedad su corazón y alma, su misma esencia: la persona humana. Éste es un deber del cual nunca debemos separarnos. Como María, nosotros, también, decimos: "Hágase tu voluntad", ¡y permitir que el Señor trabaje a través de nosotros in nuestra misión de proclamar la dignidad de cada persona!

El 4 de septiembre, 2016, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, presidió sobre las ceremonias de canonización de Madre Teresa de Calcuta. La Madre Teresa continuó su misión de servir el don de vida de Dios incluso en las circunstancias más deprimentes y desesperadas. Recogiendo a las personas abandonadas que eran dejadas para morir en las calles de Calcuta y se asombraban de que alguien cuidara de ellas, la Madre Teresa les decía: "Ustedes son la creación de Dios. Dios les creó en Su imagen, y por lo tanto yo veo a Jesús en ustedes y deseo darles la dignidad de morir con respeto" (A Call to Mercy, Hearts to Love, Hands to Serve, Mother Teresa, editado con una introducción por Brian Kolodiejchuk, MC, p. 133). La Madre Teresa continuó su misión, quizás cansada pero nunca rendida, y ahora ella vive eternamente con Jesús y María y, sin duda, con incontables almas rescatadas por ella de las cunetas de las calles de la ciudad. Honremos su canonización imitando su valentía para proteger, servir y proclamar la santidad del don de vida de Dios.

El 2 de octubre, 2016, nuestra Misa por la Vida Anual fue celebrada en la Catedral del Sagrado Corazón. En la Misa dimos gracias a Dios por los 20 años de servicio del Proyecto Rachel y la dedicación del Padre James E. Hewes a este ministerio sanador, donde voluntarios capacitados se acercan a las mujeres y hombres afectados por la terminación de la vida en el vientre materno. ¡Oré también por todos los que de tantas maneras trabajan para defender la vida dada a nosotros por nuestro Creador!

Invocando la intercesión de María, nuestra Madre, y a Santa Madre Teresa de Calcuta y San Juan Fisher, nuestro patrón diocesano, y asegurándoles de mis oraciones y rogando por ser recordado en sus buenas oraciones, quedo

Sinceramente suyo en Cristo,

Reverendísimo

Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

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