Orando por la paz en nuestra comunidad

El 9 de enero, 2015, la comunidad de Gates fue invitada para demostrar su apoyo por el personal de cumplimiento de la ley del área y sus esfuerzos para mantener relaciones positivas y beneficiosas con la comunidad. Esa misma mañana, tuve el privilegio de ofrecer la santa Misa por esas mujeres y hombres a las 8 a.m., en la capilla de nuestro Centro Pastoral Diocesano. Ahora comparto con ustedes las reflexiones que ofrecí ese día en mi homilía, con la esperanza de que todos nos convirtamos en instrumentos de Dios para crear unidad y paz en nuestras ciudades, vecindarios, comunidades y parroquias.

En el Evangelio de hoy tomado del quinto capítulo del Evangelio según el evangelista San Lucas, versos 12-16, se nos dice que "grandes muchedumbres se reunieron para escuchar a Jesús y para ser curadas de sus dolencias".

Esta mañana, unidos como una comunidad de fe, venimos a escuchar a Jesús y nosotros, también, en las palabras del santo Evangelio, "rogamos a él" para que cure los males sociales y sufrimientos de nuestras comunidades. De manera particular, reconocemos y rogamos por nuestros hombres y mujeres que sirven para hacer cumplir la ley. Hoy, a nombre de ustedes, mis queridos hermanos y hermanas, invocamos la intercesión de las huestes celestiales, los mártires y santos, y, en particular, San Miguel Arcángel, Patrón del Personal de Cumplimiento de la Ley, y nuestro Patrón Diocesano, San Juan Fisher, quien ahora se encuentra frente al trono de Dios. Pedimos a éstos, nuestros antecesores en la fe, para que les protejan, les guíen y fortalezcan su amor por y esperanza en la comunidad, a pesar de los actos inhumanos que cruzan sus caminos. Pedimos que tengan la valentía de san Juan Fisher, que siempre permaneció sirviendo a Dios sobre todas las cosas.

Por su amor a Dios y amor al prójimo, ustedes se han dedicado y comprometido a proteger a los ciudadanos de nuestro estado, nuestras comunidades y nuestros vecindarios. Reconociendo la verdad de Jesucristo de que toda vida es sagrada y que toda persona es un hijo de Dios, ustedes los que sirven para hacer cumplir la ley han dedicado sus vidas mismas para asegurar que el derecho de uno a la vida, libertad y la búsqueda de la felicidad sea conservado. Su amor por Dios y por su prójimo está consagrado en su noble profesión.

A pesar de los muchos retos que enfrentamos en el área metropolitana de Rochester en el Estado de Nueva York, somos personas libres. Disfrutamos de esta libertad por su dedicación valiente para asegurar que todas las personas vivan en libertad y sean respetadas como hijas e hijos de Dios. Nuestro Señor dijo: "Uno no puede tener amor más grande que el que da su vida por sus amigos" (Juan 15:13). De hecho, ustedes ponen sus vidas en riesgo serio para que otros puedan disfrutar de los beneficios de una sociedad libre. Su propio hermano, Daryl R. Pierson del Departamento de la Policía de Rochester, fue trágicamente asesinado a tiros el pasado septiembre. Hoy oramos de nuevo por el reposo de su alma; oramos por su querida esposa, Amy, y su hijo, Christian y su hija, Charity. Esposo, padre, oficial de la policía, él sacrificó su vida en el desempeño de su deber. ¿Qué más pueden dar a sus hermanos y hermanas que los sacrificios personales que hacen para defender a nuestras comunidades y para asistir a los que sufren persecución, violencia, prejuicios y ridículo?

Cada vez que ustedes dejan sus familias y hogares y un cónyuge dice adiós a su familia, los sacrificios que ustedes hacen pueden llegar a ser muy reales y mucho más de lo que las palabras pueden expresar. ¿Qué más pueden dar, qué más se puede pedir? Tener esta oportunidad de orar con ustedes y por ustedes y sus queridas familias es un momento privilegiado para toda la comunidad de fe expresar su gratitud.

En unos pocos momentos, al entrar a la Liturgia de la Eucaristía, rogaré al Señor, suplicando que nos conceda la paz y unidad de Su Reino celestial. En ese momento recordamos que en el atardecer de aquel primer Domingo de Pascua, Jesús se apareció a Sus discípulos y les saludó con estas palabras: "La paz sea con ustedes". En esta Eucaristía, nosotros intercambiamos la señal de la paz. Paz es el trabajo y carácter de nuestra fe.

Hoy oramos por ustedes, nuestros hermanos y hermanas, que trabajan para traer la paz y los derechos humanos a los lugares en turbulencia. Pensando en ustedes mismos, pero motivados por el deseo de ayudar a los que están desesperados por conocer la paz y tranquilidad en sus vidas, ustedes dejan la comodidad de sus familias y amigos para servir la causa de los derechos humanos. Sus dones sin egoísmo nos llaman para que todos nosotros trabajemos por la paz: paz en nuestros hogares, nuestras comunidades, nuestro estado, nación y el mundo. La constante y trágica pérdida de vidas en violencia es un mandato a los líderes locales, nacionales e internacionales para que busquen la paz y la justicia, para que encuentren soluciones que no destruyan el preciado don de Dios que es la vida.

Todos, el amor a Dios, amor a la familia y al ser humano y amor al país les traen al reto de cada día, un reto que en algunos días parece una tarea imposible. No podemos ignorar ese amor, esa devoción, su compromiso para lograr la paz y justicia para las víctimas inocentes de la inhumanidad, cuyos esfuerzos laudables, te rogamos Dios, en última instancia pavimenten el camino hacia la paz.

En vista de estos retos, con esperanza en nuestros corazones, levantamos nuestros ojos a los cielos y oramos como una familia, con los que están encargados de hacer cumplir la ley y con todos nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios, con una voz clamamos a Aquel que dijo: "¡La paz sea contigo"!

Rogamos también por nuestros hombres y mujeres en las fuerzas armadas por todo el mundo que trabajan en nuestro nombre para mantenernos como gentes libre y que trabajan para que todas las gentes sean libres.

Oramos por todos los que han perdido sus vidas en guerras y te suplicamos Señor para que nos guíes hacia una era de paz.

Oramos por todos nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios, pidiendo al Señor que ayude a todas las gentes a darse cuenta de que todos pertenecen a Él, que toda vida es sagrada y que tenemos la responsabilidad de crear un mundo digno de ser heredado por nuestros niños en los años venideros.

Mis hermanos y hermanas, no pasa un día sin que rece por ustedes, doy gracias a Dios por ustedes, oro por sus familias y ruego que siempre regresen salvos a sus casas. Que Dios les acompañe en cada momento de su jornada, que Dios y todas las huestes celestiales les guarden y protejan, les bendigan y guíen y que el Príncipe de Paz bendiga a nuestro mundo, estos Estados Unidos de América, este Estado de Nueva York y la Diócesis de Rochester.

Ahora rezamos la Oración por la Paz escrita por el Papa San Juan XXIII: "Señor Jesucristo, llamado el Príncipe de la Paz, que eres tú mismo paz y reconciliación, que a menudo dijiste, "Paz sea contigo", danos la paz. Has que todos los hombres y mujeres sean testigos de la verdad, justicia y el amor fraternal. Destierra de sus corazones todo lo que pudiera poner en peligro la verdad. Ilumina a nuestros gobernantes para que puedan defender el gran don de la paz. Que todos los pueblos de la tierra lleguen a ser hermanos y hermanas. Que la paz por largo tiempo ansiada florezca y reine por sobre todo. Amén."

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