Mis queridos hermanas y hermanos en Cristo:
En este número del Catholic Courier, deseo aprovechar la oportunidad para compartir con ustedes mi declaración sobre suicidio asistido por el médico, en el caso que usted no esté consciente de esta declaración respecto a un asunto tan crítico que ahora se está debatiendo en la Legislatura del estado de Nueva York. La declaración dice como sigue:
En medio de las alegrías de esta vida hay una que asoma por encima de todas los demás, la alegría de los padres que dan la bienvenida a su hijo recién nacido a sus vidas. Cuando ellos mecen este don precioso de Dios en sus brazos, no hay palabras para expresar adecuadamente la alegría en sus corazones. Cielo y tierra se unen en el maravilloso don de vida. Y así comienza una jornada para la cual no hay mapas o gráficos certeros. El camino está lleno de tantas sorpresas y eventos no esperados, muchos jubilosos, algunos desafiantes, otros desconcertantes; hay momentos ansiosos, tiempos de preocupación y hasta de angustias. Pero a través de todo esto los padres nunca dejan de abrazar a sus hijos; ellos tienen un amor sin límites, sin restricciones, siempre vivo y sin duda alguna.
La vida preciosa de un niño recién nacido es la misma vida preciosa de los ancianos y los frágiles, los débiles y los que sufren, los enfermos, los perturbados y los afligidos. Del mismo modo como cuidamos al niño, así debemos cuidar a todas las personas en el amplio espectro de la vida humana. Cuando determinamos subjetivamente cuando la vida comienza y termina, cuando es viable o no, o cuando es una carga demasiado pesada para soportar, comenzamos un camino hacia la autodestrucción. La vida ya no es preciosa, pero solamente es otra mercancía en el negocio de la vida. Relativismo llega a ser lo absoluto, y hasta el valor de la vida misma se cuestiona.
El valor de las personas que están gravemente enfermos y/o al final de sus vidas se cuestiona ahora y sus propias vidas están amenazadas por un movimiento creciente en nuestra sociedad para terminar la vida prematuramente. En la Legislatura del Estado de Nueva York hay ahora dos proyectos de ley pendientes que legalizarían el suicidio asistido por el médico para pacientes diagnosticados con una enfermedad terminal. Ellos se titulan eufemísticamente la "End-of-Life Options Act" (Ley de Opciones para el Final de Vida S.3685/A.2129-A) y la "Patient Self-Determination Act" (Ley de Autodeterminación del Paciente S.5814/A.5261-B). Estas propuestas piden a los miembros de la profesión médica, una vocación dedicada al servicio de la vida, que asistan en la terminación de las vidas propias que ellos han jurado sanar y consolar en los momentos más críticos de la vida. El Doctor Herbert Hendin, Director Ejecutivo de Iniciativas para la Prevención de Suicidio en la ciudad de Nueva York, ha instado a los legisladores de Nueva York para rechazar la legislación de suicidio asistido por un médico y en su lugar centrarse en el cuidado asequible de calidad al final de la vida. Él declara: "La evidencia sugiere que la buena medicina paliativa puede ayudar a las personas a enfrentar la muerte con dignidad; el suicidio asistido está muy lejos de esta meta". (http://noassistedsuicideny.org/in-state-resources/ vea Iniciativas para Prevención de Suicidio, Ciudad de Nueva York).
Dr. Michael Brescia, Director Médico Ejecutivo del Hospital Calvary en Bronx, un hospital especializado que sirve a pacientes con cáncer avanzado, observó recientemente que con los adelantos revolucionarios en las medicinas para el dolor, "los aspectos físicos del dolor pueden ser controlados efectivamente para todos los pacientes. Hemos encontrado que con asistencia, cariño y atención de alta calidad podemos prevenir que los pacientes digan que ellos quieren morir" http://noassistedsuicideny.org/in-state-resources/ vea Calvary Hospital, Bronx, New York). De verdad, no debemos abandonar a nuestros hermanos y hermanas terminalmente enfermos.
Claramente, el rechazo del suicidio asistido por un médico no es solamente una opinión católica, sino que es un imperativo de los derechos humanos. La Iglesia Católica es la defensora de la vida conjuntamente con médicos, enfermeros, farmacéuticos y otros profesionales de servicios de salud; juntos con ellos buscamos proteger a las personas que tienen discapacidades físicas y mentales, las que sufren situaciones que amenazan la vida y los que no tienen a alguien que hable a sunombre, de ser vistas como cargas para la sociedad, cuando ellos son nuestros hermanas y hermanos en la familia humana. Lo que se necesita es apoyo y exploración adicional de las medidas del cuidado de salud que alivien efectivamente el dolor, de manera que los enfermos terminales puedan conocer y sentir el amor, apoyo, compasión y asistencia de una sociedad que les protege y les quiere. ¡Esto, de por sí, alivia el dolor mayor que ataca el corazón cuando la gente siente que nadie se preocupa!
La Iglesia Católica, unida con personas de otras creencias y gente de buena voluntad, se preocupa especialmente de aquellos que son los más débiles entre nosotros. Y nuestra preocupación no es irracional. Es una preocupación muy razonable y noble, que aprecia el valor de la persona humana en sus momentos más difíciles de la vida. En el 2011, los Obispos de los Estados Unidos declararon: "El respeto de la vida no exige que tratemos de prolongar la vida usando tratamientos médicos que son inefectivos o excesivamente onerosos. Tampoco significa que debemos privar de las medicinas para el dolor necesarias a los pacientes que sufren por el temor equivocado o exagerado de que puedan tener el efecto secundario de abreviar la vida" ("Vivir cada día con dignidad: Una declaración sobre el suicidio asistido por un médico," USCCB, julio 2011, p. 10, http://www.usccb.org/issues-and-action/human-life-and-dignity/assisted-suicide/to-live-each-day). Los Obispos del Estado de Nueva York, en su "Catholic Guide to End-of-Life Decision-Making, Now and at the Hour of Our Death (Guía católica para la toma de decisiones para el final de la vida, ahora y a la hora de nuestra muerte)," del 2011 observan que "por el respeto profundo por el don de la vida, siempre debemos aceptar, y otros deben proveer, las medidas médicas ordinarias para preservar la vida. Medidas ordinarias son las que nos ofrecen una esperanza razonable de beneficio y no impondrían una carga excesiva a nosotros, nuestra familia o la comunidad. (p. 3, http://www.nyscatholic.org/wp-content/uploads/2011/11/End-of-Life-booklet-final.pdf). ¡Pero la eutanasia deliberada, el acto deliberado y consciente de dar muerte a los que están enfermos, discapacitados o agonizando, es moralmente inaceptable y una ofensa trágica contra la vida!
Yo insto a los legisladores del Estado de Nueva York que rechacen la legalización de suicidio asistido por un médico, porque esto pondrá inevitablemente una presión tremenda sobre nuestros ciudadanos más vulnerables para poner fin a sus vidas. Como hace muchos años (1994), el Grupo de Trabajo sobre la Vida y la Ley del Estado de Nueva York, en una época de racionamiento de asistencia médica y recorte de costos, amonestó que el suicidio asistido podría subir fácilmente al nivel más aceptable, barato y hasta esperado del "tratamiento" para la enfermedad terminal. Debemos a nuestros hermanos y hermanas en la familia humana mucho más.
Rezo para que la razón prevalezca y sea guiada por una Sabiduría aún más grande. Shakespeare lo dijo bien hace muchos años: "Hay una divinidad que forma a nuestros fines, sin importar como querramos ceñirlos" (Hamlet, V .ii). Verdaderamente hay Alguien más grande que nosotros mismos y Él dijo, "Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10:10).
Rogando al Señor que bendiga nuestros esfuerzos en el servicio de Su don de vida y unido en oración por todos nuestros hermanos y hermanas que sufren en este Año de Jubileo de Misericordia, quedo,
Devotamente suyo en Cristo,
+ Reverendísimo
Salvatore R. Matano
Obispo de R