Que Navidad haga una diferencia en nosotros

Adviento/Navidad 2015

"Porque Él asumió en su primera venida la humildad de la carne humana, y así cumplió el plan que formaste hace mucho tiempo, y abrió a nosotros el camino hacia la salvación eterna…"

Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo:

Estas palabras dirigidas a Dios, Nuestro Padre, y tomadas del Prefacio I del Adviento, nos recuerdan maravillosamente que estamos ahora en la época litúrgica de Adviento, preparando para la gran fiesta de Navidad, el nacimiento de Nuestro Salvador, la Palabra hecha carne: "Él asumió … la humildad de la carne humana … y abrió a nosotros el camino hacia la salvación eterna …"

Al contemplar el maravilloso milagro de la Encarnación, se puede preguntar: ¿Cómo sería el mundo si la Navidad no hubiera ocurrido? ¿Cómo todo sería diferente, en este año 2015, si no tuviéramos el año Uno para datarlo desde ahí, si el mundo todavía estuviera esperando ser salvado? ¿Si la imagen de un establo oscuro en una noche de nieve, un hombre trabajador y su esposa, y un bebé acostado sobre las pajas entre los animales no tuvieran relación alguna con nosotros?

Durante estos días, el mundo de la política ha recibido mucha atención de los medios de comunicación; así que preguntamos, en primer lugar: ¿Qué diferencia ha hecho la Navidad en nuestras instituciones sociales? Los principios nobles de justicia, libertad, igualdad, la dignidad de la persona, que todos deben estar tejidos en la tela de cualquier movimiento social o político, ¿acaso no nacieron ellos en Belén precisamente con Él que nos mandó a amarnos unos a otros?

San Pablo nos da un plan de lo que el ideal cristiano ha de ser en la manera de cambiar nuestros valores humanos. Él escribe a los Gálatas: "Todos ustedes fueron bautizados en Cristo. Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre quien es esclavo y quien hombre libre… todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús." (Gálatas 3:27-28). En la medida en que el Evangelio tuvo éxito en alumbrar el mundo pagano oscuro que le rodeó, las barreras que dividieron las razas, las naciones, debieron desaparecer. Y al mismo tiempo, la dignidad de la naturaleza humana se afirmaría; todo el mundo estaría frente a Dios como sus hijos e hijas y juntos levantarían sus voces rezando el Padre Nuestro a lo que el Papa Francisco refirió como "la escuela del encuentro" durante la homilía en la Misa en Madison Square Garden, Nueva York, el 25 de septiembre.

Cuando los pastores vuelven a sus rebaños, no hemos terminado el cuento de la Navidad. Su lugar en la cuna es tomado por los tres hombres sabios del este y la creencia cristiana siempre ha enfatizado un punto significativo de su venida: El nacimiento del Salvador fue para el mundo entero; toda la humanidad llegó a ser hermanos y hermanas en la familia de Dios cuando su Hijo, el Cristo, llegó a ser hombre. Y así cantaron los ángeles: "Gloria a Dios en las Alturas y paz a los hombres de buena voluntad…"

Y cuando Cristo el Niño nació, la aceptación (Fíat) de una mujer renovó el lugar noble de todas las mujeres en el mundo. El historiador y teorista político, William Edward Lecky (1838-1903), no conocido particularmente por avanzar opiniones positivas hacia la cristiandad, en su libro con el título History of the Rise and Influence of the Spirit of Rationalism in Europe (Historia de la Alza e Influencia del Racionalismo en Europa), escribió esto sobre la Madre de Dios: "El mundo está gobernado por sus ideales, y raras veces o nunca ha habido alguien que ha ejercido una influencia más profunda y en conjunto, más solidaria que la concepción medieval de la Santísima Virgen. Por la primera vez la mujer fue elevada a su puesto legítimo… la mujer se levantó, en la persona de la Virgen Madre, a una nueva esfera, y llegó a ser el objeto de homenaje reverencial de lo cual la antigüedad no tenía idea (London, 1910, Tomo I, capítulo 3, p. 78). SÍ, ¿cómo sería el mundo si la Navidad no hubiese ocurrido?

Y de esta cuna nacieron las virtudes más preciosas de humildad, caridad y pureza. En humildad, el Hijo de Dios tomó sobre Sí mismo nuestra humanidad y nuestra salvación fue forjada por Su humillación en una cruz. Ya sea en una cuna en Belén o de rodillas lavando los pies de Sus discípulos en la Sala Alta del Cenáculo, o en la mesa con publicanos y pecadores, o en el Viacrucis, o por fin en la cruz de Gólgota, el Hijo de Dios fue el servidor humilde, sufriente cuya vida transformó el mundo para siempre.

¡Y caridad! En Belén encontramos el origen del Buen Pastor y, para los seguidores de Jesús, caridad hacia los totalmente desconocidos ha llegado a ser una manera de vida, un hábito para nosotros. Esto ha llenado el mundo con hospitales y orfanatos, escuelas, casas para los enfermos y moribundos, comedores de beneficencia y limosnas de sacrificio – todo debido a Belén. Cristo vino entre nosotros y el altruismo cristiano llegó a ser una manera de vida. Porque Jesucristo vino a redimirnos cuando éramos desconocidos que no teníamos derecho sobre Él, y trajo redención para todo el mundo lejos y cerca, nosotros también damos la bienvenida al extranjero en medio de nosotros, vemos la necesidad de dar de comer a los hambrientos, vestir a los pobres, visitar a los enfermos y a los encarcelados.

¡Y pureza! Cada persona es una criatura de Dios, un ser humano precioso, el tabernáculo de un alma transcendente en su esencia, un hijo o hija de Dios que ha de ser respetado y nunca usado como un objeto del placer egoísta del otro. Esto, también, debemos a Belén – la memoria de la maternidad virginal que nos salva a todos nosotros.

¡Qué diferencia la Navidad seguirá haciendo si solamente permitimos que esta diferencia modele nuestras mentes, nuestros corazones, nuestras almas, nuestro ser entero! Navidad es el corazón del Año de Misericordia, comenzando el 8 de diciembre, 2015, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción; Navidad es el corazón de la Nueva Evangelización. Ninguna voz nueva que habla a nosotros en el nombre de la religión tendrá algún atractivo para nosotros si no nos lleva al establo en Belén – allí para humillar nuestro orgullo, aumentar nuestra caridad y profundizar nuestro sentido de reverencia para cada persona desde el momento de la concepción hasta que Dios nos llame a casa para la eternidad donde la alegría de la Navidad es para siempre.

Deseándoles a ustedes y sus familias las bendiciones del Niño nacido en Belén y con la garantía de mis oraciones, quedo

Devotamente suyo en Cristo,

El Reverendísimo

Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

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