Lo que iba a ser una visita relativamente corta a nuestras Hermanas de la Misericordia en Chile se hizo más corta aun cuando una tormenta demoró nuestra salida por 24 horas.
Aunque nuestra estancia en Chile no fue larga, fue muy agradable debido a amistades renovadas y a los buenos recuerdos. Me acompañaron la Hermana Janet Korn, RSM, que sirvió en Chile por 16 años, y mi sobrina, Grace Hastings, que me ha acompañado a varias visitas a Brazil y Chile.
La visita de este año, marcó el décimo tercer aniversario de mi primer viaje a Sudamérica en 1981. Volver a Chile y pasar un corto tiempo con nuestras hermana, no solo me trajo muchos recuerdos de mi primera visita a la misión de las hermanas de la Misericordia, sino que también me hizo reflexionar sobre los cambios que todos hemos experimentado de entonces a acá.
Aquella vez, las Hermanas Janet Caufield, Janet Korn, Janet Sahl, Margaret Mungovan y Kay Schwenzer estaban en la misión de Chile. Desde entonces muchas otras hermanas de Rochester han servido allá por un tiempo y luego, vuelto a Rochester. Las Hermanas Margaret Mungovan y Janet Caufield gozan ahora de la plenitud de la vida.
Pensé en todas esas hermanas durante mi viaje a Chile y recé en gratitud por todos sus años de servicio, de amabilidad y de apoyo, por el testimonio de fe que dieron y por las gracias que ha habido en nuestra iglesia local por sus generosos ministerios. Me encantó estar con ellas otra vez, y oír las historias de xu experiencia de misión durante estos años. Algunas historias fueron cómicas, otras tristes y algunas trágicas. Pero todas nos dan una idea del amor leal que Dios inculcó en ellas y en la gente a quienes sirven.
Desde el principio, nuestras hermanas han tenido muchas colegas en el ministerio. Entre ellas se hallan Hermanas de la Misericordia de Nueva Zelanda, de Australia, de Irlanda y de diversas partes de los Estados Unidos. Ellas también han trabajado con los Padres Columbanos, con laicos, y con el clero y los religiosos de las diversas diócesis donde han servido con el correr de los años. En la actualidad, La hermana Margaret Milne de Nueva Zelanda y Josephine Twomey de Irlanda forman parte de la comunidad de la Misericordia.
Gracias a Dios uno de los acontecimientos que han tenido lugar ha sido la profesión de religiosas chilenas, un signo de promesa para el futuro. Nuestro primer día en Chile, nos reunimos en la Comunidad de San Luis, para celebrar el 25 aniversario de la profesión de la Hermana Marie Inés.
Otro signo de promesa fue el establecimiento y desarrollo del programa Asociados de la Misericordia en Chile. Estos asociados son hombres y mujeres que se sienten atraídos por la presencia y carisma de las Hermanas de la Misericordia y que desean compartir su vida de oración y participar en su trabajo de servicio a los pobres, los enfermos y los que no han recibido educación. Janet, Grace y yo tuvimos la oportunidad de pasar una velada con un grupo de asociados en la casa de la Hermana Jane Kendrick en Viña del Mar. Fue evidente por las historias que contaron los asociados que el orden de la Misericordia ha hecho una diferencia en sus vidas.
Quizás el cambio más grande para nuestras hermanas de Chile en estos últimos años ha sido el establecimiento en 1991 del Instituto de las Hermanas de la Misericordia de las Américas. Como resultado de ese evento, ha habido una reorganización de las hermanas en el Hemisferio Oeste. Ahora, nuestras hermanas que trabajan en Chile no pertenecen a la Comunidad de Nueva York, Pensilvania y el Pacífico Oeste, a la que pertenecen las hermanas de Rochester, sino que forman parte de la recién formada Comunidad del Caribe, América Central y Sudamérica.
Como sugiere el nombre, la nueva comunidad comprende un área muy vasta e incluye a las Hermanas de la Misericordia de Belice, Honduras, Panamá, Guayana, Perú, Argentina, Guatemala y Chile. Naturalmente los retos son formidables, pero con fe en Dios y con un historial de hacer frente a los retos con valentía que se remonta a Catherine McAuley, las hermanas siguen adelante con esperanza y alegría.
Termino expresando mi gratitud a las Hermanas Anne Marie Mathis y Soledad Cantallana Calderón cuya consideración me permitió experimentar algo especial que me recordó las bendiciones que he recibido de Dios. Cuando Janet, Grace y yo viajamos a Rancagua para visitarlas, ellas invitaron al Obispo de Rancagua para que almorzara con nosotros. Siempre me gusta conocer a otros obispos hermanos cuando viajo. Pero, imagínense mi alegría cuando descubrí que el Obispo de Rancagua es Alejandro Goic Kamelic, junto con quien fui ordenado obispo el 27 de mayo de 1979. Ambos formamos parte del grupo de 27 obispos que el Papa Juan Pablo II ordenó ese día.
Yo no lo conocía antes de ese día, y no lo había vuelto a ver desde entonces, pero lo recordaba bien porque él y yo estuvimos sentados al lado durante la ceremonia. Él trajo un álbum de retratos de la ceremonia. Fue un gran gusto recordar con él, ver las fotos y reflexionar juntos sobre nuestros años de servicio episcopal. El tenía 39 años y yo 41 cuando nos conocimos. Teníamos mucho de que hablar.
Le agradezco a todos en Chile por su amable hospitalidad. Les doy las gracias a Janet y Grace por su amable compañía y generosa ayuda. Les doy las gracias a todos los miembros de la diócesis por los años de apoyo que le han brindado a la Colecta Diocesana para las Misiones, que hace mucho por las Hermanas de San José en Brasil y por las Hermanas de la Misericordia en Chile.
Paz para todos.