Venga a la Eucaristía en duelo y acción de gracia

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Durante este mes de noviembre, la iglesia llama la atención particularmente a nuestros seres queridos fallecidos y pide que nos unamos en oración para que el Señor les conceda paz eterna y vida eterna en Su presencia tolerante. De manera especial oramos por aquellos que perdieron sus vidas en huracanes, fuegos, desastres naturales y actos increíbles de violencia e inhumanidad. Oramos por sus seres queridos que lamentan su pérdida con estas consoladoras palabras de la Sagrada Escritura: “Las almas de los justos están en manos de Dios, donde no los alcanzará ningún tormento. Para los insensatos, ya no son más que muertos; su salida de este mundo es tenida como una desgracia, y su alejamiento de entre nosotros como una calamidad. Pero ellos están gozando en la paz” (Libro de Sabiduría 3:1-3).

Durante este mismo mes también nos reunimos con familiares y amigos para celebrar el Día de Acción de Gracias. Estoy muy agradecido por su generosidad y oraciones por nuestras hermanas y hermanos devastados por tormentas, huracanes y temblores de tierra que han azotado en tantos lugares, cada día trayendo otra triste ocurrencia creando una letanía de sufrimiento. Ustedes han respondido muy generosamente.

Estoy verdaderamente agradecido por sus oraciones continuas y sus esfuerzos para trabajar por la paz en un mundo que ha llegado a ser tan violento olvidando las palabras de Jesús mismo: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen unos a otros como yo les he amado. Del modo como yo les he amado, así deben amarse unos a otros” (Juan 13:34). Pero creo que han tomado estas palabras muy en serio en nuestros hogares, parroquias, escuelas, programas de educación religiosa y comunidades.

Estoy muy agradecido por los muchos ministerios de alcance a aquellos que vienen a nuestras costas para construir una nueva vida, muchos buscando refugio de la persecución y las dificultades severas, y reconocen en ellos a la persona de Jesús. “Porque tuve hambre y ustedes me alimentaron, tuve sed y ustedes me dieron de beber, extranjero y ustedes me acogieron, falta de ropas y me vistieron, en la cárcel y me fueron a ver… Amén, en verdad les digo, que cuando lo hicieron con alguno de estos mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo” (Mateo 25:35-36; 40).

Al celebrar el Año de la Eucaristía junto con el 150o aniversario de la fundación de nuestra Diócesis, estoy extremadamente agradecido por la respuesta, una vez más, de nuestras parroquias, escuelas, programas de educación religiosa y apostolados por sus iniciativas para promover una renovada devoción a Cristo presente en el Santísimo Sacramento y la atención que le damos a la celebración reverente del Santo Sacrificio de la Misa.

En su 90o cumpleaños el Papa Benedicto XVI recibió una copia de la edición rusa de su volumen sobre la liturgia, Teología de la Liturgia, de su obra completa, dada por el Russian Orthodox Metropolitan Hilarion. Benedicto XVI mismo escribió el prefacio para la edición rusa, donde dijo: “‘No se debe preferir nada a la sagrada liturgia’. Con estas palabras en su Regla (43: 3), San Benedicto estableció la prioridad absoluta de la sagrada liturgia sobre cualquier otra tarea de la vida monástica. En la conciencia de la gente de hoy, las cosas de Dios y, por lo tanto, de la liturgia no parecen urgentes… La causa más profunda de la crisis que ha trastornado a la Iglesia radica en el oscurecimiento de la prioridad de Dios en la liturgia” (Traducción de Anthony Ruff, OSB).

En nuestro Año de la Eucaristía, como familia diocesana, intentamos hacer visible al Cristo Eucarístico en el culto, en las actividades pastorales, en la educación de nuestros jóvenes, en nuestro alcance a los pobres, las víctimas de la violencia, la opresión y el odio, siempre conscientes: “Si Dios ya no importa, los criterios para establecer lo que es importante están desplazados. Los humanos, al dejar a un lado a Dios, se someten a las limitaciones que los hacen ser esclavos de las fuerzas materiales y, por lo tanto, en desacuerdo con su dignidad” (Ibíd.).

Durante este mes de noviembre al contemplar el don de vida de Dios, que culmina en nuestra vida eternal con Él, es verdaderamente apropiado que demos gracias por el don sobrenatural de la Santísima Eucaristía, que nos sostiene en el viaje de la vida, un viaje mezclado con alegría y tristeza, esperanza y decepción, éxito y tragedia, paz y discordia, amor y la venganza su némesis malvada. Nuestras vidas están llenas de desafíos, tanto ordinarios como extraordinarios, Todos los cuales suplican por el acompañamiento de Jesús en el Santísimo Sacramento.

El Papa Francisco nos anima en estas palabras: “Dios se acerca a nosotros; en el sacrificio de la cruz, Él se humilla a Sí mismo, entrando a la oscuridad de la muerte para darnos Su vida, que vence al mal, al egoísmo y a la muerte. Jesús… se entrega a nosotros en la Eucaristía, participa en nuestro viaje; de hecho, Él se hace a sí mismo la comida, la verdadera comida que sostiene nuestra vida también en momentos en que el camino se vuelve difícil y los obstáculos demoran nuestros pasos. Y en la Eucaristía, el Señor hace que caminemos en Su camino… porque el poder de Dios — que es el poder del amor — desciende a nuestra pobreza para transformarla” (Papa Francisco Habla a Nuestros Corazones, ©2013, The Word Among Us Press, p. 32.).

Los exhorto a que asistan a la Santa Misa en el Día de Acción de Gracias y lleven a la oración a nuestros hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de los desastres naturales y horribles actos de violencia – familias que se reunirán con el corazón triste lamentando la pérdida de sus seres queridos y tratando de reconstruir sus vidas después de sufrir la pérdida de hogares, trabajos y comunidades. ¿Cómo podemos olvidarlos? Tráiganlos a la Casa del Señor unidos en oración.

Invocando la intercesión de Nuestra Madre María y nuestro patrón diocesano, San Juan Fisher, y asegurándoles mis oraciones por un bendito y feliz Día de Acción de Gracias, quedo

Devotamente suyo en Cristo,

El Reverendísimo

+ Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

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