Denia Garcia poses with her daughter Diana, 2, Feb. 6, 2019, at the Catholic-run Dignified Migrant shelter in Piedras Negras, Mexico. Garcia wants to apply for asylum in the United States, but faces a weeks-long wait. The Dignified Border shelter is also short on space to host asylum-seekers for long-term stays. (CNS photo/David Agren) See MEXICO-BORDER-SHELTERS-STRAIN Feb. 11, 2019. Denia Garcia poses with her daughter Diana, 2, Feb. 6, 2019, at the Catholic-run Dignified Migrant shelter in Piedras Negras, Mexico. Garcia wants to apply for asylum in the United States, but faces a weeks-long wait. The Dignified Border shelter is also short on space to host asylum-seekers for long-term stays. (CNS photo/David Agren) See MEXICO-BORDER-SHELTERS-STRAIN Feb. 11, 2019.

Albergues mexicanos abrumados con solicitantes buscando asilo en EE. UU.

Por David Agren

Catholic News Service

PIEDRAS NEGRAS, México (CNS) — Las pandillas hondureñas amenazaron por primera vez al esposo de Denia García hace seis meses, exigiéndole que se uniera a ellos o se preparara para morir. Su esposo, un agente de policía, se escapó a los Estados Unidos y pasó con éxito.

En su ausencia, las pandillas amenazaron a García, lo que la obligó a iniciar la migración con sus niños, de 2 y 5 años.

García llegó recientemente a esta ciudad frente Eagle Pass, Texas, en la frontera entre Estados Unidos y México deseando solicitar asilo en los Estados Unidos, pero es un proceso lento. Los oficiales de Estados Unidos procesan diariamente únicamente un pequeño segmento de la lista de migrantes que buscan asilo, lo cual los fuerza a permanecer en México hasta que se escogen sus nombres de largas listas de espera.

Algunos de los que buscan asilo ahora también son devueltos a México, bajo un plan conocido como “Quédate en México”, según se van adjudicando sus solicitudes.

Mientras espera que llamen su nombre, García dijo que había esperado quedarse en el refugio Frontera Digna, que dirige la diócesis de Piedras Negras, pero que se encontró con que este lugar no tiene la capacidad de acomodar estancias largas.

"No sabemos si nos podemos quedar aquí, porque se supone que sea solo para unos pocos días, pero esperábamos más," dijo en el albergue. "No tenemos ningún otro lugar donde dormir después de eso".

Quienes como García buscan asilo, llegan a puntos de entrada legales a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, pero cada vez se enfrentan a esperas más largas para colocar sus peticiones con los oficiales de Estados Unidos, lo que los obliga a permanecer por semanas o meses en ciudades fronterizas mexicanas poco seguras.

En Piedras Negras, la lista de espera de solicitantes de asilo es de más de 300 nombres, pero se esperaba que aumentara mucho después de que llegaran el 5 de febrero los 1,700 migrantes que viajaban en una caravana. Diariamente, se llama solamente a 15 nombres de esa lista, según el personal del albergue de Frontera Digna. Y los nombres son incluso menos si los oficiales de Estados Unidos tienen que procesar a alguien rescatado del Rio Grande, que separa a los dos países.  

La llegada de tantos solicitantes de asilo en las ciudades fronterizas está abrumando a los albergues católicos establecidos para proporcionar ayuda humanitaria a corto plazo a los inmigrantes mientras viajan a través de México.

La formación de caravanas, que atraen a migrantes centroamericanos que buscan la seguridad en los números y la capacidad de evitar pago a coyotes, complica las cosas incluso más, al convergir en las ciudades fronterizas tantos migrantes con la falsa esperanza de cruzar la frontera rápidamente, pero que acaban por tener que esperar largas estancias inesperadas, según dice el personal del albergue.

"Hay personas que tienen que permanecer aquí por 15, 20 días, así que a los que solo van de paso, no los podemos recibir. No tenemos espacio", dijo el padre Fernando Jiménez, director del albergue en Piedras Negras.

El padre Jiménez dijo que el albergue, que cuenta con 80 camas, sirve a los migrantes que hacen el último esfuerzo a la frontera. Dijo que la composición

de los migrantes comenzó a cambiar el verano pasado, cuando solicitantes de asilo de tan lejos como Congo y Camerún empezaron también a llegar a Piedras Negras. Pensaban que podría ser una alternativa más segura y menos congestionada que otras ciudades fronterizas como Nuevo Laredo y Reynosa en el este, donde los cárteles de drogas cometen crimen contra los migrantes. El albergue de Piedras Negras está ayudando a dar alojamiento a 40 familias de África mientras esperan su turno para cruzar.

El enfoque, sin embargo, sigue centrándose en estancias breves y situaciones de emergencia, tal como la de un par de hondureños rescatados del Río Grande.

Deron Puerto, de 25 años, pasó tres noches durmiendo a orillas del Río Grande esperando la oportunidad adecuada para cruzar — pero la fuerte seguridad en el lado de Estados Unidos una y otra vez frustraba sus intentos de cruzar nadando.

Puerto, un hondureño africano y pescador de langosta de las Islas Bay, dice que vino a Piedras Negras después de tratar de cruzar a Arizona desde el estado de Sonora, donde fue secuestrado.

"Me dijeron: ‘Necesitamos $5,000 para que puedas seguir vivo mañana,’" contó a Catholic News Service después de que le llevaron al albergue. "Lloré toda la noche, pero gracias a Dios, hubo una redada de la policía federal".

Se piensa que las caravanas ofrecen a los migrantes mayor seguridad para viajar por México. Los oficiales en algunos estados mexicanos han proporcionado albergue, comida y atención médica a los viajeros.

En el estado fronterizo de Coahuila, el gobierno estatal proporcionó autobuses para más de 1,700 viajeros de una caravana para llegar a Piedras Negras, donde inmediatamente fueron alojados en una fábrica abandonada y de donde no les estaba permitido salir hasta que los oficiales de inmigración procesaran sus casos y les emitieran visas humanitarias.

Filas de policía federal y soldados protegían el albergue, lo que ocasionó quejas de algunos migrantes que hablaron con reporteros a través de una cerca de alambre de púas, mientras la policía antidisturbios en traje militar vigilaba atentamente las instalaciones.

"¿Por qué hay aquí tanta policía, si no somos criminales?" preguntaba Arnold Salinas, de 25 años, barbero de Honduras que admitía que no quiso esperar a que los oficiales mexicanos le emitieran una visa humanitaria cuando entró en el país desde Guatemala.

Como la mayoría de los migrantes en Piedras Negras, Salinas no mostraba ningún interés en quedarse en México, diciendo, "Nunca nos quitarán nuestro sueño americano".

Otros parecían no ser conscientes de la espera a la que se enfrentaban, o citaron información falsa sobre lo que se requiere para solicitar asilo.

El hermano Obed Cuellar, misionero dominico que gestiona el albergue de Piedras Negras dijo que muchos viajeros de las caravanas llegan a la frontera pensando que pueden entrar a los Estados Unidos.

"Cuando se les dice que el proceso podría llevar tres, cuatro o cinco meses, se enojan," dijo el hermano Cuellar, explicando que a menudo la reacción de los migrantes es: "Nos dijeron que en la frontera nos darían permiso para trabajar en los Estados Unidos".

Juan Andrade, coordinador de una red de albergues católicos, dijo que las caravanas empujan a los oficiales de los Estados Unidos a fortificar la frontera, lo cual aumenta el precio de contratar a un coyote. En Eagle Pass, los agentes fronterizos de Estados Unidos bloquean los pasos de peatones en los puentes de puerto de entrada y recientemente han instalado portones con alambre de púas, y han estacionado patrullas a lo largo de la orilla del río.

"Las familias de estos migrantes a menudo no envían el dinero (para contratar a un coyote) como habían prometido y los migrantes a menudo acaban viviendo en la calle", donde son expuestos a bandas criminales, dijo Andrade.

Los residentes locales también expresan sospechas, porque los medios de comunicación mexicanos a menudo dan una imagen negativa de las caravanas.  

"Muchas personas en Piedras Negras están disgustadas con esto", dijo Elizabeth Cárdenas, activista defensora de los migrantes en la ciudad. "Piensan que (el gobierno) está dando más importancia a los extranjeros que a los residentes de Piedras Negras".

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