Por Cindy Wooden
Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICCANO (CNS) La falta de habilidad para el diálogo y la no aceptación de que Dios quizá esté realizando nuevas cosas son señales de desobediencia a Dios, dijo el papa Francisco.
La obediencia con frecuencia conduce a las personas por un camino de vida que no es el que habían planeado de antemano, dijo. Obedecer significa "tener el valor de cambiar de rumbo cuando el Señor así nos lo pide".
Al celebrar la Misa del 16 de abril en la capilla de su residencia, el papa Francisco les dijo a los presentes, pocos en número, que quería ofrecer la Misa de ese día por el papa Benedicto XVI, ya jubilado, quien celebraba su cumpleaños número 88. "Los invito a que recen por él, para que el Señor lo sostenga y le conceda mucho gozo y alegría".
En su homilía, el papa Francisco se fijó en la primera lectura del día en la que se presenta una historia que aparece en el libro de los Actos de los Apóstoles 5:27-33. Se trata de cuando los dirigentes judíos les habían ordenado a los discípulos de Jesús que dejaran de predicar acerca de Él, pero los discípulos contestaron: "Debemos obedecer a Dios y no a los hombres".
Los dirigentes judíos, dijo el papa, "eran doctores: habían estudiado la historia del pueblo, habían estudiado las profecías, habían estudiado Derecho, conocían toda la teología del pueblo de Israel, la revelación de Dios, sabían todo pues eran doctores y, sin embargo, eran incapaces de reconocer la salvación de Dios".
"El encono y el deseo que tenían de silenciar a los que proclamaban las nuevas de Dios; esto es, que Jesús había resucitado" fue la clara señal de que "estaban cerrados a la voz del Señor y a las señales del Señor que aparecían en medio de su pueblo".
"Y ellos eran los mismos que les habían pagado a los que custodiaban la tumba para que les dijeran a los discípulos que se habían robado el cuerpo de Jesús", dijo el papa. "Hicieron todo eso para evitar abrirse a la voz de Dios".
Esos dirigentes, dijo, no eran simplemente "duros de cabeza, no era simple terquedad la suya". El problema, dijo, consistía en que "eran duros de corazón".
La gente no nace con el corazón duro, dijo; lo que pasa es que practican "a encerrarse en sí mismos" y rechazan el diálogo o no quieren escuchar al prójimo.
"No saben cómo dialogar", ni siquiera con Dios, dijo. "No saben cómo orar y escuchar la voz del Señor, y no saben dialogar con otras personas".
La única clave que utilizaban para interpretar la ley, dijo el papa Francisco, era "la de hacer que la ley fuera más precisa. Pero estaban cerrados a las señales de Dios en la historia y estaban cerrados para su pueblo, su propio pueblo. Estaban cerrados, cerrados".
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