Para pueblo cocama de Perú agua es más que bebida, encuentra misionero

Por Barbara J. Fraser
Catholic News Service

DOS DE MAYO, Perú (CNS) — Fue un día que padre Miguel Ángel Cadenas no esperaba ver. Uno tras otro, los funcionarios gubernamentales se pararon ante cientos de indios cocama atestados en una sofocante habitación de madera en este diminuto pueblo ribere?o describiendo los resultados de un estudio de la contaminación en sus comunidades.

Que ellos siquiera estuvieran allí fue un tipo de triunfo. Usualmente estas reuniones se llevan a cabo en Lima, haciendo prohibitivamente costoso que más de dos o tres líderes cocama asistieran.

Pero las noticias, según padre Cadenas había temido, no eran buenas. El agua, el suelo y los sedimentos del amplio y serpentino río Marañón, afluente del Amazonas, contiene metales pesados y otros residuos provenientes de más de cuatro décadas de producción petrolera. Un todas las 17 comunidades analizadas, los ríos, lagos o pozos que proveen agua potable fueron declarados inseguros, mayormente debido a las bacterias asociadas con los desechos humanos aunque algunos también contienen arsénico.

Pero esos son las únicas fuentes de agua de las comunidades y los funcionarios que presentaron los resultados a mediados de febrero no ofrecieron solución alguna.

Aunque lo hubieran hecho, para el pueblo cocama en este remoto rincón de la región amazónica de Perú el impacto de la contaminación va más allí del agua potable.

Los ríos y lagos son fundamentales para la cultura. Estos no solamente le proveen al pueblo cocama comida y agua, sino que tambi?n conectan las comunidades en un lugar que no tiene caminos.

A menos que los funcionarios gubernamentales entiendan la relación entre el pueblo y el río, dijo padre Cadenas, cualquier solución que ofrezcan será incompleta.

Esa es una lección que el misionero agustino de León, España, ha aprendido durante 20 años de ministerio entre 20,000 personas, la mayoría cocama, dispersa a lo largo de las riberas en una parroquia tan grande que toma cuatro días ir de un extremo al otro en bote, la única forma de transporte.

"Los desafíos son inmensos", dijo padre Cadenas del trabajo del equipo en la parroquia Santa Rita de Castilla, que incluye a padre Manolo Berjon, agustino de Valladolid, España, así como hermanas, catequistas laicos y parteras entrenadas.

En comunidades indígenas como estas "el cristianismo tiene que entrar en diálogo, estar presente y dejar que el Espíritu Santo haga lo que tenga que hacer de modo que la gente sienta que el cristianismo es parte de ellos", él dijo.

La parroquia tomó la batalla ambiental en el 2000, cuando una enorme mancha de petróleo se escurrió bajando por el río Marañón desde un campo petrolero operado por la argentina Pluspetrol, tornando negro el río, dijo padre Cadenas.

Él se dio cuenta gradualmente de que para sus feligreses el derrame era aun más grave que lo que parecía.

Si una persona desaparece en el río los familiares dicen que él o ella se ha ido a vivir bajo el agua y que la persona visita en sueños o mediante los curanderos tradicionales. Si la gente de la tierra se comporta mal, según la mitología cocama, el mundo podría voltearse al revés; los que viven bajo el agua regresan a tierra y los de la tierra van a vivir bajo el agua.

Así que aunque el problema de agua potable peligrosa fuera resuelto, los cocama todavía verían los contaminantes en el río Marañón como una amenaza contra su pueblo, dijo padre Cadenas.

"El asunto es uno de contaminación de todo el pueblo cocama, de su cosmología completa", él dijo. "Es una grave forma de agresión?.

Y es solamente la más reciente en una serie de ataques contra el pueblo cocama y su forma de vida, él dijo.

Hace más de un siglo los barones del caucho esclavizaron a los cocama y a otros indígenas en el Amazonas peruano norteño para extraer de los árboles su valioso látex. Segundo Chuquibal, quien cumplirá 69 años de edad en abril, escuchó a sus padres y abuelos contar sobre indios que fueron azotados con látigo o torturados por quedarse cortos en sus cuotas de látex.

Tan recientemente como en la década de 1960, Chuquibal continuaba recolectando el látex de caucho para un gran terrateniente del Marañón.

En la década de 1970 los prospectores encontraron petréleo en esa zona y la compañía petrolera operada por el estado le ordenó a Chuquibal y sus vecinos mudarse al otro lado del río. Ellos crearon la comunidad San José de Saramuro, donde ahora él es el "apu" o jefe.

Debido a estándares ambientales relajados, el agua salada y caliente de los pozos petroléferos era tirada directamente en los ríos y riachuelos y los derrames de petréleo no fueron limpiados. La zona, humedal natural, se inunda estacionalmente, permitiendo que los contaminantes se propaguen, dijo Ricardo Segovia, hidrogeólogo que asesora a una organización local de más de 50 comunidades cocama.

Después que comenzó la producción de petréleo los humedales, un área de casi 5 millones de acres, fue declarado reserva natural. Las familias indígenas que habían vivido allí durante generaciones dispersas por todo el bosque fueron obligadas a salir, dijo padre Cadenas. Algunos se establecieron en comunidades a lo largo del borde de la reserva, mientras que otros ocupan una zona intermedia justo fuera de los límites de la reserva, donde el gobierno peruano planifica subastar nuevos contratos petroleros.

Muchos todavía carecen de sus t?tulos de propiedad, sin embargo, dejándolos en un limbo jurídico.

Después de escuchar los resultados de las pruebas del gobierno, los líderes cocama hicieron un llamado al gobierno a detener la producción petrolera cerca de la comunidad de Chuquibal hasta que se remplace una tubería con décadas de uso que filtra.

Ellos también hicieron un llamado a hacer pruebas de muestras de sangre y tejidos humanos, del pescado y los animales de caza para determinar el impacto de la contaminación en la salud humana. Y se comprometieron a llevar su caso ante el Tribunal Constitucional de Per? argumentando que la contaminación viola su derecho a un ambiente seguro y saludable.

"Estamos pidiendo respeto por nuestra cultura", dijo Alfonso López, quien dirige la mayor organización cocama en la cuenca del Marañón.

Su grupo se está uniendo a organizaciones ind?genas en otras tres cuencas que también están procurando limpieza de la contaminación y compensación por los daños causados por los campos petroleros operados a través de los años por compañías estatales y empresas privadas.

Ahora se avecina una nueva amenaza a lo largo del Marañón, donde el gobierno planifica dragar secciones del río para que grandes barcos puedan viajar más lejos río arriba. Tanto el dragado como el aumento del tránsito en el río presentarón peligros para un pueblo cuya cultura ya está bajo la presión de foráneos, dijo el padre Cadenas.

A finales de febrero el obispo Miguel Olaortua Laspra de Iquitos añadió su voz a las protestas.

"No podemos cambiar el pasado pero podemos hacer algo en el presente en beneficio del desarrollo sostenible y la salud humana, especialmente para personas que, debido a que tienen menos recursos porque viven a lo largo de los ríos y lejos de las grandes ciudades", él escribió en un carta al pueblo de la región Loreto, de la cual Iquitos es la capital.

"No podemos permanecer impasibles de cara al sufrimiento humano. Tenemos que pararnos en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas", él escribió. "Esto no es una asunto de fe, sino de solidaridad humana y responsabilidad social".


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